Se cumplen 10 años de la brutal represión de 2001

Corralito, cacerolazos y saqueos. La semana trágica de aquel diciembre dejó 39 muertos y un país acéfalo. Un década en pocas líneas.

Hace una década, Argentina comenzaba a atravesar la crisis económica y política más importante de su historia. El quiebre del tejido social, la desesperanza y la crisis de representatividad política hizo tambalear al sistema democrático y miles de personas salieron espontáneamente a las calles a manifestarse contra un sistema que arrojaba al pueblo a la miseria y la desocupación.


Las históricas jornadas de lucha provocarían la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, el 20 de diciembre, dejando también una acefalía presidencial y una democracia sin representación.


“Si bien siempre recordamos los sucesos de 19 y 20, poco tiempo antes se había dado en Argentina lo que se denominó el “voto bronca”. En las elecciones legislativas de octubre de ese año la mitad del electorado no fue a votar, votó en blanco o anuló el voto; lo que marcó claramente la insatisfacción con la clase política y constituyó un adelanto de lo que vendría en diciembre”, relató a INFOnews el politólogo e investigador del Conicet, Miguel de Luca.


Ante el colapso de la economía argentina, originada por la paridad del peso con el dólar que se mantuvo durante el gobierno de De la Rúa, se estableció el famoso corralito. Esa medida resultó ser mucho menos popular que una devaluación.


Las palabras "convertibilidad", "corralito", "cacerolazos" y la frase “que se vayan todos”, comenzaban a ser moneda corriente, mientras el pueblo tomaba las calles.


“La economía argentina había caído en la trampa de la convertibilidad y entró en recesión en 1997, esto afectó los dos últimos años del gobierno de Carlos Menem, siguiendo con el de De la Rúa”, recordó Eduardo Rinesi, politólogo y actual rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento.


En cuanto a las responsabilidades, Rinesi remarcó la “incompetencia” del gobierno de la Alianza y señaló que la falta de “audacia política” hizo que la crisis se precipitara. “Durante los noventa hubo una resignación en pensar la política y los funcionarios solo abrían la boca para pedir que el pueblo no quemara gomas en la calle porque eso daba una mala imagen en la CNN”, ironizó.


El 1 de diciembre, De la Rúa y su entonces ministro de Economía y autor de la convertibilidad, Domingo Cavallo, anunciaron el corralito para evitar la fuga de capitales que se dio ante el colapso económico que ya tenían encima.


Esa medida causó una furia popular, expresada con cacerolazos masivos, saqueos de supermercados y comercios. “La ciudadanía no solo condenaba a la clase política y sus malas decisiones, sino que puso en jaque al propio Congreso y a la Corte Suprema de Justicia”, aseguró De Luca.


Algunos argentinos se organizaron en asambleas barriales, hubo ocupaciones de fábricas que se transformaron en cooperativas obreras y también agresiones a políticos, considerados “ladrones” y “cómplices de los bancos”, cuenta el investigador del Conicet.

La protesta más fuerte fue la del 19 de diciembre cuando De la Rúa, mediante un discurso, declaró el estado de sitio, lo que aumentó el malestar. La población lo desafió y salió a las calles. La represión policial dejó 39 muertos en dos días. “Fue un discurso con gran torpeza, imbecilidad y soberbia para entender lo que le estaba pasando a su pueblo”, recuerda Rinesi y agrega: “Sin duda, que si en lugar de De La Rúa hubiese estado Raúl Alfonsín, la escena hubiese sido otra”.


Hundidos en la crisis, más de la mitad de los argentinos cayó en la pobreza y el desempleo alcanzó al 24% de la población. Esto desató motines urbanos, sobre todo en Buenos Aires, pero también en Córdoba y en Rosario.


“La furia de fines de 2001 tuvo una espectacularidad muy grande porque las protestas eran encabezadas por tipos que no eran sucios, ni malos y que los agarraron con 12 mil miserables pesos en el corralito. Pero la crisis ya había comenzado a rendir frutos en los ´90, cuando las víctimas del ajuste estructural empezaron a cortar rutas y a tomar fábricas en el conurbano. Esos episodios aparecían en las páginas policiales de los diarios, mientras los científicos sociales nos dedicábamos a leer qué idioteces decían los medios extranjeros sobre lo bien que le iba al gobierno de Menem”, enfatiza Rinesi.


En rigor, De Luca remarca la importancia que cobran las clases populares y su representatividad y afirma que “la política dejó de limitarse a los partidos, a la iglesia y las fuerzas armadas, que actuaban como una corporación por fuera del gobierno, sino que hoy son un actor importante en la agenda política”, afirma.


Luego de la renuncia de De la Rúa, y después de una rotación por el sillón presidencial, fue Eduardo Duhalde quien se hizo cargo del gobierno. Desde enero de 2002 la economía comenzó a reactivarse gracias a la devaluación, que abarató la producción e hicieron subir los precios de las materias primas.
Pero la represión, seguida de muerte, encargada por el Ejecutivo contra manifestantes en el puente Pueyrredón protagonizaron la llamada Masacre de Avellaneda, que obligaron al mandatario a llamar a elecciones precipitadamente. En mayo de 2003 Néstor Kirchner llegaba a la presidencia.


“En los 90 la palabra política tenía una mala connotación. Aparecía del lado malo de la historia protagonizada por corruptos que se llevaban el dinero de todos y Kirchner supo rescatar credibilidad y entender que en los movimientos populares había un actor social que debía incorporar al gobierno”, dice De Luca.


Además, De Luca hizo referencia al contexto regional que se vivía en esos años y la importancia que fueron cobrando los movimientos sociales en América Latina. “Se vivió un fenómeno importante a nivel región, donde gobiernos constitucionales de varios presidentes fueron reemplazados por otros, también democráticos, a causa de la movilización de la ciudadanía. En Argentina de la Rúa y después Rodríguez Saá. Pasó lo mismo en Bolivia con Gonzalo Sánchez de Lozada y en Ecuador con Jamil Mahuad”.

Rinesi afirma que de la mano del kirchnerismo, la política recuperó credibilidad. “Pero no quisiera recordar el 2001, solamente, como el grito heroico de un pueblo que busca la autonomía y sacarse de encima al odioso Estado sino como algo más interesante, porque convergieron distintos actores con diferente filosofía de la historia. Fue el estallido de la política en nombre de la antipolítica”, concluyó el politólogo.

 

19 de diciembre de 2011

FUENTE: www.infonews.com