"La familia de Cerati debe recibir apoyo psicológico para afrontar la pérdida"

Una especialista en muerte digna habló con 24CON sobre el futuro incierto del músico.

La controversia surgió a partir de un comentario que provino de la persona menos pensada. Según trascendió en diferentes publicaciones, Charly Alberti, ex compañero de Gustavo Cerati en Soda Stereo, le aconsejó a la familia del músico que ya es hora de “dejarlo ir”. A partir de esta bomba mediática, se instaló un tema del que muchos ya hablaban en voz baja, pero pocos se atrevían a hacer público: qué pasará con Cerati de ahora en adelante, sabiendo que las chances de que despierte se desvanecen con el correr de los meses.

En diálogo con 24CON, la psicóloga y doctora en bioética Gisela Farías explicó que, al no haber legislación sobre muerte digna a nivel nacional, “no hay plazos establecidos para determinar cuánto tiempo una persona puede permanecer en estado vegetativo”. En este sentido, y si bien se trata de una figura popular admirada por miles de fanáticos, “el proceso de su muerte debe mantenerse en privado. No creo que la sociedad deba ocuparse de eso”, destacó.

Farías, que además es asesora en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), dejó entrever que los allegados al músico deben prepararse y buscar consejo profesional a raíz de la dura realidad que atraviesa el artista, más allá de la gran esperanza que aún conserva su madre, Lilian Clark, quien afirma en cada entrevista que su hijo tarde o temprano abrirá los ojos.

“Los familiares deben recibir acompañamiento psicológico para que puedan lidiar con la pérdida. Cada familia procesa esta situación de una manera distinta, y estos procesos de duelo y despedida también llevan su tiempo”, explicó la especialista, autora de varios libros y artículos sobre muerte digna.

Al mismo tiempo, deja en claro que, en casos como éste, no se trata simplemente de una cuestión de egoísmo de los parientes, al querer aferrarse a la vida del enfermo. “Cuesta dejar ir a las personas queridas, pero nadie es mantenido vivo si no hay un criterio médico. Por eso, es importante romper el tabú y hablar sobre estos temas, para que las familias tengan directivas específicas del paciente y saber cómo proceder”, indicó. Las directivas pueden dejarse incluso por escrito, o quedar asentadas desde un primer momento en la historia clínica.

 

Decidir para morir

La sola mención de la palabra eutanasia despierta una creciente aceptación en determinados sectores de la sociedad argentina y un ferviente rechazo en otros. Para aclarar los tantos, Farías hace una distinción entre conceptos. “Muerte digna es un término más amplio, que indica que cada persona pueda decidir qué le conviene para su vida, y si quiere seguir determinados tratamientos o no. Como la dignidad es una noción subjetiva, hay tantas formas de muerte digna como sujetos existen”, señaló a este medio.

Y siguió con la explicación: “Una de estas formas particulares es la eutanasia, en la cual la persona decide que un tercero lo ayude a morir porque padece un sufrimiento o dolor incontrolable”.  En este caso “el que pide que lo maten se halla incapacitado para administrarse a sí mismo la muerte”, mientras que en el caso del suicidio asistido, en cambio, “el mismo paciente se suministra el medicamento que le quitará la vida”.  

La eutanasia supone que “el tercero que participa no obra por su cuenta, sino respetando un mandato del paciente”. En caso de no estar de acuerdo con este mandato, las leyes que tratan el tema en diversos países contemplan la “objeción de conciencia”, es decir, “que el médico o la persona responsable pueda excusarse del procedimiento si no comparten la decisión”.

Pero Argentina está bastante lejos de abordar estas cuestiones y, actualmente, cualquiera de los procedimientos antes mencionados es considerado homicidio. Sin embargo, “ocurre en la clandestinidad, con el consentimiento de las familias del enfermo”, asegura Farías.

Por su parte, las normativas provinciales – como la que existe en Río Negro – sólo tratan la muerte digna “en forma parcial, porque hablan sólo del derecho a rechazar tratamientos, y eso ya está contemplado en la Constitución”. Pero ninguna se refiere específicamente al retiro del soporte vital. La especialista opina que, si se quiere avanzar en este punto, debe haber un trabajo de “educación para los médicos, que aún tienen resistencia a aceptar estas prácticas”.

Por eso, considera que es importante el papel que juegan las áreas médicas de cuidados paliativos y, sobre todo, la comunicación entre la familia, el paciente y los doctores. “Si se crea una buena relación, todo es más fácil y no debería haber problemas. Pero tenemos un modelo de medicina deshumanizado y paternalista, en el que los profesionales tienden a decidir qué es lo mejor para el paciente sin consultarle, cuando él debe tener la última palabra”, advierte la psicóloga. 

En cuanto a los argumentos en contra de la eutanasia y la muerte digna en general, la principal reticencia proviene de grupos religiosos o de tendencias “pro-vida”, aunque Farías aclara que “tanto unos como otros tienen amparo legal para acceder a las prácticas médicas que les permitan seguir viviendo. El problema es que, en una sociedad laica y pluralista, no se contemplen los derechos del otro grupo, que no quiere acceder a ellas”, destaca.  

“No se trata de estar a favor de la eutanasia o no, sino de defender un proceso de autonomía de las decisiones y de defensa de las libertades personales. Cada uno tiene que poder decidir cómo morir, y los que quieren hacerlo hoy no tienen ese derecho”, finaliza, tratando de enfocar el tema en una cuestión más profunda.

 

 

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