Capilla del Monte es "new age" gracias al turismo zen

24CON visitó el templo zen de Capilla del Monte donde 120 budistas conviven con la naturaleza. Meditación y energía en medio de la montaña.

Rodeado de montañas y en una región cordobesa cargada de tradición y misterio, el templo Zen Shobojengi propone una forma distinta de entender las vacaciones y el descanso.

24CON recorrió el templo donde cada año,  entre los meses de enero y febrero distintos grupos de visitantes realizaran el llamado “campamento de verano” en donde se puede practicar el zazen dentro del  dojo , ser parte del samu y de alcanzar el sesshin, que según explican quienes realizan estas prácticas, es “tocar el espíritu”.

La corriente Zen, nacida en el lejano oriente, es una de las prácticas paralela a las religiones más aceptada en occidente. En la provincia de Córdoba, a sólo 5 kilómetros del centro de la ciudad de Capilla del Monte se encuentra uno de los templos más importantes de Latinoamérica. Ubicado en el paraje Ojo de Agua, el templo, que ocupa 40 hectáreas, alberga durante el campamento a poco más de 100 personas en tres tandas o sesiones.

 Ariadna, cuidadora del templo y monje zen, acompañó a 24CON en la recorrida y contó cada secreto del lugar. “Todo lo que ven está hecho a pulmón y nos llevó muchos años, eso nos ayudó a conocer la naturaleza. Estamos en una de las laderas del Cerro Uritorco, es un lugar mágico que parece detenido en el tiempo” explicó mientras abría la tranquera de entrada al campo zen. Pasar la tranquera significa pisar un pasto más grueso, más oscuro, toparse con mariposas y encontrar infinidad de insectos de colores. “Uno pasa la tranquera y está en otro mundo. Ni siquiera hay señal de celular, estamos protegidos” apuntó Ariadna.

 El lugar fe casi elegido al azar, o como mejor quieren identificarlo ellos, fue “casi mágico”. Tras estar pivotando por distintas quintas en la Provincia de Buenos Aires desde fines de los ochenta, con el comienzo del nuevo siglo una practicante colombiana les ofreció el lugar en el Uritorco y en tres meses lograron juntar el dinero. “Es un lugar mágico que fuimos descubriendo. Acá nació Capilla del Monte, porque fue el primer asentamiento, lo que era la antigua comunidad de Ochoa estaba acá. Y los más viejos nos cuentan cuando de chicos venían a robar frutas porque estaba lleno de frutales. También descubrimos restos de asentamientos comechingones, hay imágenes de vírgenes que hemos protegido. Tenemos agua, hay una napa que viene desde la montaña, distinta a la que abastece a la ciudad. Hay una historia en el lugar que trasciende nuestra presencia”.

El predio Zen está preparado para albergar durante el verano a más de 100 personas, pero no se trata de un lugar solamente de descanso, sino que está preparado para meditar y realizar trabajos a favor de la comunidad del templo. Todas las tareas necesarias están organizadas y divididas: “Hay gente que es el equipo de cocina, otra de servir las mesas, otra de levantar la mesa, de lavar las ollas. Nos juntamos a practicar el zazen laicos, monjes, zen, budistas, cualquiera. En la práctica, la energía la buscamos aplicar a algo concreto. Salimos del zazen y nos vamos a trabajar. Tenemos nuestra cocina, el comedor, y un predio que es como nuestra plaza pública. Tenemos un bar donde tenemos música y hasta hemos hecho fiestas” explicó Ariadna mientras recorría el lugar.
 El campamento de verano se divide en tres retiros de diez días cada uno. El primero comenzó a fines de enero, el segundo finalizará en pocos días, y el último será a fines de febrero (comienza el 11 de febrero. Más información shobogenji.com) : “Viene gente de todas partes, del exterior también; hay una parte que es como una maratón, practicamos cuatro veces al día el zazen, no comemos carne, no tomamos alcohol, durante dos días y medios a veces mas. Antes de eso tenemos cinco días de preparación dos o tres raciones por día, pero tranquilos, hacemos zazen a las 7 de la mañana, tenemos un desayuno ceremonial que es un arroz con y sopa de verduras, después tenemos un desayuno común con café y galletitas, pero de 10 a 12 todos trabajamos. También tenemos un tiempo cada uno para si mismo. Hacemos un trabajo para equilibrar el trabajo entre el momento en que estamos concentrados y momentos normales, para entender que al final las cosas no son buenas o malas en si misma, la carne, el alcohol, no son malos, sino la relación que uno entable con esas cosas. La única regla que tenemos monjes y laicos es no molestar a los demás. Nuestro personaje social queda afuera del dojo, y tenemos relaciones de monjes, mas allá de que seamos amigos o no. Es el momento en que uno suelta sus concepciones para poder estar todos juntos pero en otra dimensión, es lo que nos ayuda a mantener todo esto, y estar más allá y no fabular en el espíritu, no quedarse en viejas historias. Tenemos un lugar propio, donde podamos hacer el zazen pero también es un laboratorio sociológico, antropológico, donde tratamos de ver qué es lo que está mal. La sociedad, la humanidad esta en crisis, esta enferma.  La cultura como la llevamos a nivel global está mal. Y el Zen, que trasciende el budismo, tiene algo para aportar”.

En los campamentos, como en los retiros que se realizan los fines de semana largos, se puede encontrar una gran variedad de edades y oficios entre quienes eligen esta manera de “descansar”. No hay límites de edad, incluso participan familias con chicos, aunque reconocen que los mas chiquitos “tienen otra libertad, andan potreando tranquilos todos lados y están cuidados por todos, tienen libertad en relación con las prácticas”.

Durante el recorrido por el templo, el visitante se topa con imágenes de buda, u otros monjes emblemáticos para la corriente zen, colgando de los arboles en posición de loto. Es esa misma imagen la que se trata de alcanzar dentro del dojo durante el zazen. El zazen es una de las principales prácticas dentro del budismo, “La práctica de zazen es la esencia del Zen”.

Sentado de cara al muro sobre un almodón redondo, llamado zafu, con las piernas en la posición de loto o medio loto, las rodillas apoyadas contra el suelo, la espalda derecha, la nuca bien estirada, la mano izquierda sobre la mano derecha, los cantos de las manos en contacto con el abdomen, en completa inmovilidad. La respiración debe ser calma y profunda, concentrándose especialmente en la expiración para conseguir que la conciencia repose, sin oponerse ni apegarse a los pensamientos, los dejamos pasar, concentrándose sobre la postura y la respiración. Las prácticas de zazen duran poco más de una hora y pueden repetirse varias veces en el día.

Durante todo el año el templo zen de capilla del monte alberga a monjes que meditan, casi en solitario, mientras cuidan y mantienen el predio. Durante las visitas y el campamento de verano se siguen reglas para mantener el equilibrio natural del lugar, no se usan detergentes sino jabones neutros, los desechos no orgánicos son recolectados y se baja a la ciudad a comprar sólo lo necesario. Los baños, en su mayoría, son los denominados tipo seco, en donde no se utiliza el agua para desagotarlos sino que se rellenan con tierra y hierbas, el agua se reserva para las duchas y la cocina.

El templo Zen de capilla del monte fue escenario de la película Un Buda del director Diego Rafecas. Esto le dio cierta fama que incrementó en los últimos años la cantidad de personas que se acercan a conocerlo y a quedarse: “Hay gente que viene de un saber total y viene, otros que han leído muchos libros del zen, pero el zen es una experiencia espiritual que uno la tiene a través del cuerpo, no de los libros. Es una experiencia, propia, con una decantación propia a partir de las experiencias. Para practicar el zen no hay que ser un iluminado ni brillantemente inteligente, es sentarse de una manera, respirar de una manera. Es algo centrado en la práctica” finalizó Ariadna.

El sentido final del campamento de verano es conocerse, por medio de zazen y del samu, el trabajo en conjunto con quienes comparten el campamento. El sesshin es tocar el espíritu, entrar en intimidad consigo mismo, concentrarse en zazen sobre el cuerpo y el espíritu en unidad. Quienes quieran simplemente probar, también pueden hacerlo, acercándose al templo y pagando la estadía puede participar de todas las tareas, el zazen y el samu a la par de los monjes que transcurrer parte de su vida inmersos en la filosofía Zen.

A sólo 70 kilómetros de Villa Carlos Paz, el turista puede reiniciar sus energías conectándose con la naturaleza y conociéndose a si mismo. Alejado de las comodidades urbanas, de los ruidos y la contaminación, el templo zen invita a relajarse y conectarse con las partes más naturales de la persona. Acompañados por el sonido del arroyo que fluye a pocos metros del campamento cada día transcurre con trabajo y armonía. Difícil acostumbrarse para quienes arriban desde el Conurbano o las grandes ciudades, pero es el escape necesario anual para quienes lo eligen el zen como filosofía de vida.


5 de febrero de 2011

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