Las hélices que marcaron las miserias argentinas

El historiador Enrique Manson recorre las últimas décadas del país en una trilogía de libros.

El 24 de marzo de 1976 la gente reunida en la Plaza de Mayo pudo ver al helicóptero presidencial alejando a María Estela Martínez de Perón de la Casa Rosada. 25 años después, el 20 de diciembre de 2001, la escena se repitió con un helicóptero más moderno y con otro presidente: Fernando De la Rúa. A la primera se la llevaron; el segundo se fue solo, respondiendo al reiterado grito popular que pedía “que se vayan todos”. Las imágenes que se registraron de estas partidas fueron los símbolos del comienzo de las dos etapas más oscuras de la Argentina: en el primer caso, los aberrantes crímenes de la dictadura; en el segundo, la peor debacle económica.  

Esta triste coincidencia es el punto de partida de la trilogía “Entre dos helicópteros”, en la que el historiador Enrique Manson revé a su modo el cuarto de siglo en cuestión. “Entre el golpe de marzo del 76 y la casi desintegración de la Argentina en diciembre de 2001, hay un período histórico cerrado que se puede estudiar como una continuidad, aunque tiene antecedentes previos al '76 y consecuencias para después de 2001”, explica el autor.

Además de ser profesor de historia, Manson fue funcionario de los ministerios de Educación de la Nación, la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, y actualmente dicta clases en la Universidad de las Madres. Su nueva saga de libros se inició con “El Proceso a los argentinos”, que abarca el período de la última dictadura militar, y a fines de septiembre presentará la segunda parte, “Tras un manto de neblina”, que se refiere a la guerra de Malvinas. Finalmente, el año que viene lanzará el tercero – que todavía no tiene nombre - sobre “la democracia condicionada desde el gobierno de Alfonsín hasta el de De la Rúa”.

¿El Proceso fue el período que más marcó la mentalidad de los argentinos en las últimas décadas?

Fue el proceso, con su culminación en el menemismo, que terminó de hacer los deberes. Alfredo Martínez de Hoz reconoció en una entrevista con Felipe Pigna que sus continuadores fueron Carlos Menem y Domingo Cavallo. La violencia criminal de la dictadura no fue el objetivo, fue el instrumento: el objetivo era desestructurar económica, social y culturalmente a lo que quedaba de la Argentina peronista de los años ‘40s y ‘50s. Menem llevó adelante los detalles que faltaron sin necesidad de usar la violencia y después su política económica se extendió en el gobierno de De la Rúa, con la diferencia de que supuestamente no iban a ser corruptos, pero lo primero que hicieron fue sobornar senadores. Algo que le critico a Raúl Alfonsín es que no tuvo la capacidad ni las agallas para revertir la situación en su momento, que es lo que se está empezando a hacer ahora.

¿Se refiere a las políticas económicas y de Derechos Humanos que encaró el kirchnerismo?

Desde el 25 de mayo de 2003, están pasando cosas que no esperaba ver mientras viviera. Tengo mucha expectativa al ver que se hace justicia con los crímenes del Proceso. Por ejemplo, que el retrato de Jorge Rafael Videla haya sido sacado del Colegio Militar, para empezar a desligar a las Fuerzas Armadas de lo que fueron cuando se mancharon de sangre argentina, abandonando su razón de ser. En el libro yo toqué el tema de Papel Prensa y lo que pasó con la apropiación por parte del monopolio, y ahora es otra cuestión que se está revisando.
Desde el punto de vista económico y social, fue fundamental la salida de una deuda externa que parecía que iba a ser una condena de más de un siglo, y que permitió una reconstrucción económica. Si este crecimiento nos hubiese encontrado con un presidente como Videla con Martínez de Hoz en la economía, o con Menem y Cavallo en la economía, se hubiera incrementado la deuda. 

¿Qué opina de que se escuche la frase “con los militares estábamos mejor” cuando se habla del tema inseguridad?


Si nos manejamos con cifras objetivas, en el mundo hay mucha inseguridad y violencia. Es cuestión de leer lo que está pasando hoy en México, donde hay una guerra civil contra la delincuencia y la cantidad de muertes diarias supera ampliamente lo que puede pasar acá. Entonces hay una manipulación infame, especialmente de los medios. Desde luego que el problema tiene un origen en la crisis social, pero acá hemos tenido algo peor que la creación de la pobreza: la marginación. Nos encontramos con generaciones que vieron a sus padres y sus abuelos sin tener acceso al trabajo. Es la marginación lo que provoca el fenómeno.

Nacional y popular

Manson adoptó como maestro y principal inspiración al historiador más leído del país, que formó en la materia a dos generaciones de argentinos: José María “Pepe” Rosa, a quien tuvo la oportunidad de conocer, tratar y dedicarle el libro “El historiador del pueblo”. 

 

“Fue el hombre que descubrió lo popular en nuestra historia y se jugó personalmente por ella”, cuenta. “Pepe Rosa nació en cuna de oro: fue miembro de una familia de la oligarquía tradicional, pero siempre tuvo una actitud contestataria, una afirmación de lo nacional por encima de todo. Tuvo dos conversiones: la primera en el ‘30, cuando se encuentra con el revisionismo histórico y la figura de Juan Manuel de Rosas, con la defensa de la soberanía; y la segunda cuando va a ver qué está pasando en la Plaza de Mayo y lo cuenta son sus palabras”.

Eso que estaba pasando era el nacimiento del peronismo, el 17 de octubre de 1945. “Él relató que se encontró en la Plaza con el pueblo argentino y sintió que el nacionalismo, que pensaba que era cosa de pocos, estaba representado ahí”, asegura su seguidor.

Justamente esta actitud de Rosa, de no haber sido “un intelectual encerrado en su torre de marfil mirando pasar la historia, sino un protagonista”, es lo que le dio al libro de Manson la posibilidad de contar parte de la historia a través de la biografía de un historiador. “En pleno proceso, él se atrevió a desafiar a la dictadura y sacó el primer periódico político, la revista Línea, donde se atrevió a poner en tapa a Videla, Massera y Agosti con el epígrafe de ‘subversivos y corruptos’, lo que lo llevó a un juicio por injurias cuando todavía desaparecía gente”, relata el autor.

Siguiendo los pasos de su mentor, Manson ahora también es maestro de una nueva generación de futuros historiadores, muchos de ellos provenientes del Conurbano: a lo largo de su carrera, fue profesor en las universidades de Lomas de Zamora y de Luján, además de la UBA.


¿Cómo ve el surgimiento de nuevas universidades públicas, que se está dando en varios distritos de la Provincia?

La aparición de universidades en el Conurbano responde a una necesidad evidente, y lo más importante es que van creciendo con un perfil novedoso, porque no repiten el esquema tradicional de un academicismo que mira la realidad desde lejos, como ocurre con la UBA. Es importante que se atrevan a dejar de lado valores establecidos, que no tienen en cuenta a los sectores sociales de clase baja.

Como profesor, ¿nota que hay un desinterés de los jóvenes por la historia?

Eso tiene mucho que ver con lo que fue la dictadura. Antes, siempre hubo una trasmisión oral de padres a hijos de lo esencial de la historia. Tengo una anécdota con la madre de un de mis alumnas, que era una mujer muy sencilla y sin estudios primarios completos, pero cuando se enojaba con sus nietos los llamaba “salvajes unitarios”. Y eso seguro que no lo aprendió en la escuela, porque aparte en la escuela te enseñan que los unitarios fueron los buenos. Eso le viene de sus antepasados. El tremendo castigo de la dictadura es que los padres prefirieran que sus hijos no supieran de historia y no se metieran en política. De algún modo, ahora estamos empezando a recuperarlo,  a través de la labor de algunos periodistas e historiadores que alcanzan difusión en los medios. Eso responde a una necesidad popular.

¿La historia del Conurbano está marcada esencialmente por el peronismo?

La historia argentina del Siglo XX tiene un prólogo con la Ley Saenz Peña y la aparición del sufragio Universal con Hipólito Hirigoyen, y un primer capítulo fuerte con la transformación social, económica y cultual del peronismo. La creencia firme en la solidaridad, la igualdad, la justicia fueron valores que perduraron después del peronismo. Gracias a la tarea de la dictadura, se logró que Alfonsín ganara en el Conurbano, cosa que era absolutamente inimaginable, porque se habían derrumbado esos valores. Por eso hoy la urgente recuperación social de la Argentina se tiene que centrar en el Conurbano, que es uno de los lugares prioritarios.

Ahora lo inimaginable es que pierda el peronismo en La Matanza…

Creo que ha quedado muy claro en las urnas. Hoy estamos viviendo una etapa distinta, un reencuentro del peronismo con su identidad, como expresión de los valores de la clase trabajadora. Ahí La Matanza tiene un rol prioritario.


Además del asalto al regimiento de La Tablada, ¿qué otro hecho considera que tuvo una importancia similar en la región?

Lo más llamativo es la aparición de nuevas formas de expresión social, que todavía están  en plena vigencia, como consecuencia de la inclusión de los trabajadores. La historia del Conurbano es fundamentalmente la historia de los trabajadores. Ellos tuvieron en el sindicalismo, nacido en la etapa peronista, un marco de referencia. Ahora los sindicatos se achicaron porque disminuyó la cantidad de trabajadores en blanco y regulares, y entonces aparecieron como fenómeno las organizaciones sociales, de tipo barrial, que empezaron siendo organizaciones de desocupados y hoy son la nueva representación de los sectores populares.

Recién mencionaba a Rosas. ¿La dicotomía “peronistas y antiperonistas” es comparable a lo que en su momento fue “unitarios y federales”?

Arriesgándome a que me cuestionen, la historia argentina tuvo dicotomías que tienen permanencia. Lo que en algún momento fue “unitarios y federales”, fue un enfrentamiento de una concepción de la política con participación popular y una concepción elitista de la política. Eso sí que continúa. Se continuó con “hirigoyenismo y anti-hirigoyenismo” y con “peronismo y antiperonismo”. Hay una constante, que es el enfrentamiento entre quienes creemos en la soberanía popular y quienes son partidarios de un despotismo ilustrado. Entonces, en última instancia, sí son la misma cosa.

 

04 de septiembre de 2010

 

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