7 Días
Roberto Piazza: "Tengo sed de venganza social, física y psíquica"
Un año después desde que el diseñador fuera asaltado y abusado sexualmente, la Justicia condenó a siete años de prisión a su agresor, Diego Grasso. Cómo vivió la sentencia y por qué se indigna con los programas de Tinelli y Susana. “El argentino es bipolar y muy pelotudo”, afirma.
Por Facundo del Villar
Roberto Piazza es verborrágico. Con el disparador de unas pocas preguntas, el modisto hilvana temas tan variados como polémicos, cose y descose anécdotas en forma desordenada, lanza críticas a mansalva y es implacable con aquellos a quienes considera "enemigos". Su vida podría ser un guión cinematográfico. La del pibe del interior que viajó a la capital a triunfar. Que pudo salir adelante, se hizo famoso y llegó a la cima. Pero también es la historia del pibe que viajó a la capital porque lo echaron de su casa cuando se confesó homosexual. El pibe a quien su hermano lo violó desde los 6 hasta los 17 años. Al que se le murieron dos parejas de sida. El que se quiso matar tres veces. Y el mismo que, hace apenas un año, tuvo que revivir una de esas noches en las que su película se transformaba en una de terror. “Eran las cuatro y media de la mañana y escuché un ruido en casa. Bajé, desnudo y a oscuras, y me encontré con la silueta de un hombre. Y me aterré. Me amenazó, y me obligó a subir a mi habitación. Me acostó boca abajo y me ató con las sábanas. Yo solo veía sombras, pero recuerdo muy bien su olor. A alcohol, a mugre, a mierda”.
Roberto no se priva de dar detalles de esa noche. Su historia y sus desgracias le enseñaron que para obtener ayuda hay que hacer olas: Piazza se convenció de que callar es de cobarde. “Me acariciaba el pelo, el hijo de puta. Me acariciaba y me decía: ‘antes de irme te voy a echar un polvo’. Yo le preguntaba: ‘¿por qué me haces esto?’. Me empezaron a dar palpitaciones, empecé a llorar, a gritar. En ese momento me había retrotraído a mis seis años cuando mi hermano me violaba, y me insultaba, y me pegaba. A los 50 años volví a pasar por todo eso”.
Diego Rubén Orlando Grasso ingresó en la residencia y estudio del diseñador del barrio de Belgrano por una ventana que alguien olvidó abierta. El calvario de Piazza terminó cuando la policía llegó al lugar luego de ser alertada por un llamado de Walter, pareja del modisto. El ladrón y abusador pudo ser capturado dentro de la vivienda por lo que todo lo que intentó llevarse fue recuperado excepto por unos quince mil dólares que, misteriosamente, siguen sin aparecer. El pasado jueves, luego de dos semanas de juicio oral y público, Grasso fue condenado a siete años de prisión por los delitos de robo agravado en grado de tentativa y abuso sexual agravado. “Estoy conforme con el fallo. El fiscal pidió ocho años, así que la condena fue suficientemente severa. Pero hoy, si me pasa lo mismo, le ensarto un facón en la cara. No me importa si yo me muero. A la muerte no le tengo miedo. Le tengo miedo a la decadencia”.
PASADO Y FUTURO. El 2009 fue un punto de quiebre para Roberto Piazza. Fue entonces cuando publicó Corte y confesión, el libro donde hizo públicas las vejaciones a las cuales fue sometido durante su niñez y adolescencia. Este libro –que se convirtió en best seller– le trajo otra sorpresa impactante: su hermano Ricardo, el abusador, también había violado a su propio hijo durante años. La confesión de su sobrino derivó en una causa en contra de Ricardo quien, sin embargo, hoy está libre. “En este país donde las leyes están todas mal, y donde las causas por violación prescriben, yo no pude denunciar a mi hermano. Sí lo denuncié públicamente: Ricardo Pezzone Piazza es un perverso puro, un psicópata”. El éxito de Corte y confesión lo llevó a publicar una segunda edición ampliada y, según adelantó a 7 DÍAS, pronto vendrá la tercera. “‘Roberto Piazza, reversible’ tendrá algunas de las denuncias de los casos que recibo a través de mi fundación y del trabajo que realizamos en ella”.
–¿Cómo se siente en ese rol de mediador entre víctimas y justicia?
–Me siento cómodo. Yo pongo la jeta por los que no se animan. Siento que con mis declaraciones ayudo a otras personas. Pero no hago política partidaria, hago política social.
–¿Qué busca cambiar a través del trabajo de su fundación?
–Queremos que a los violadores se los condene a cadena perpetua. El violador es un asesino porque te mata el alma, por lo tanto hay que penarlo como a un asesino. Es un problema de lesa humanidad, entonces las violaciones no pueden prescribir.
–¿En qué buscó contención para superar todo lo que le ocurrió?
–A mí me salvó el arte. El arte es sanación. Hice moda, música, teatro. Si me decís: ‘¿dónde querés estar, dónde querés vivir?’, yo quiero vivir arriba de un escenario. Si no perdí de chico mis ganas de reír, no las voy a perder a mis 51 años. Ahora, lo que yo tengo es sed de venganza social, física y psíquica. Si no, sería un pobre pelele, y nada más lejano en este momento de mi vida.
–¿Cree que la sociedad está preparada para hablar de temas tan sensibles de forma tan abierta, como lo hace usted?
–El argentino es bipolar. Y muy pelotudo. Me da pena por ser un país tan lindo, con gente tan linda. Pero tenemos una estructura mental deformada por nuestros padres, la televisión, los medios. Hoy tenemos dos programas que mira el noventa por ciento de la población: Susana Giménez y Tinelli. Y le preguntás a un joven algo medianamente culto, y no sabe qué contestar. Pero, saben de la pelea de Alfano, saben quién es Ricardo Fort y lo idolatran. ¡El Bambino Veira es un ídolo! Si el Bambino, que es un pedófilo, es ídolo de multitudes, entonces a mi hermano le tengo que hacer una capilla. "San Ricardo", el "viola". La Argentina está llena de ídolos de barro. Por ejemplo, respeto a la Giménez, pero es puro entretenimiento. Si no quiere ser sólo eso, que no diga cosas de las cuales después no se hace cargo. Si dice: "el que mata tiene que morir", que se haga cargo. Que no tenga miedo de perder rating. Porque es verdad, el que mata tiene que morir. Estoy absolutamente de acuerdo.
–¿No le preocupa que su imagen pública pueda verse afectada por este tipo de declaraciones?
–Para nada. Dije muchas cosas fuertes en mi vida, y sigo vendiendo ropa y me sigue yendo bien.
Fotos: Flor Daniel.
Roberto Piazza es verborrágico. Con el disparador de unas pocas preguntas, el modisto hilvana temas tan variados como polémicos, cose y descose anécdotas en forma desordenada, lanza críticas a mansalva y es implacable con aquellos a quienes considera "enemigos". Su vida podría ser un guión cinematográfico. La del pibe del interior que viajó a la capital a triunfar. Que pudo salir adelante, se hizo famoso y llegó a la cima. Pero también es la historia del pibe que viajó a la capital porque lo echaron de su casa cuando se confesó homosexual. El pibe a quien su hermano lo violó desde los 6 hasta los 17 años. Al que se le murieron dos parejas de sida. El que se quiso matar tres veces. Y el mismo que, hace apenas un año, tuvo que revivir una de esas noches en las que su película se transformaba en una de terror. “Eran las cuatro y media de la mañana y escuché un ruido en casa. Bajé, desnudo y a oscuras, y me encontré con la silueta de un hombre. Y me aterré. Me amenazó, y me obligó a subir a mi habitación. Me acostó boca abajo y me ató con las sábanas. Yo solo veía sombras, pero recuerdo muy bien su olor. A alcohol, a mugre, a mierda”.
Roberto no se priva de dar detalles de esa noche. Su historia y sus desgracias le enseñaron que para obtener ayuda hay que hacer olas: Piazza se convenció de que callar es de cobarde. “Me acariciaba el pelo, el hijo de puta. Me acariciaba y me decía: ‘antes de irme te voy a echar un polvo’. Yo le preguntaba: ‘¿por qué me haces esto?’. Me empezaron a dar palpitaciones, empecé a llorar, a gritar. En ese momento me había retrotraído a mis seis años cuando mi hermano me violaba, y me insultaba, y me pegaba. A los 50 años volví a pasar por todo eso”.
Diego Rubén Orlando Grasso ingresó en la residencia y estudio del diseñador del barrio de Belgrano por una ventana que alguien olvidó abierta. El calvario de Piazza terminó cuando la policía llegó al lugar luego de ser alertada por un llamado de Walter, pareja del modisto. El ladrón y abusador pudo ser capturado dentro de la vivienda por lo que todo lo que intentó llevarse fue recuperado excepto por unos quince mil dólares que, misteriosamente, siguen sin aparecer. El pasado jueves, luego de dos semanas de juicio oral y público, Grasso fue condenado a siete años de prisión por los delitos de robo agravado en grado de tentativa y abuso sexual agravado. “Estoy conforme con el fallo. El fiscal pidió ocho años, así que la condena fue suficientemente severa. Pero hoy, si me pasa lo mismo, le ensarto un facón en la cara. No me importa si yo me muero. A la muerte no le tengo miedo. Le tengo miedo a la decadencia”.
PASADO Y FUTURO. El 2009 fue un punto de quiebre para Roberto Piazza. Fue entonces cuando publicó Corte y confesión, el libro donde hizo públicas las vejaciones a las cuales fue sometido durante su niñez y adolescencia. Este libro –que se convirtió en best seller– le trajo otra sorpresa impactante: su hermano Ricardo, el abusador, también había violado a su propio hijo durante años. La confesión de su sobrino derivó en una causa en contra de Ricardo quien, sin embargo, hoy está libre. “En este país donde las leyes están todas mal, y donde las causas por violación prescriben, yo no pude denunciar a mi hermano. Sí lo denuncié públicamente: Ricardo Pezzone Piazza es un perverso puro, un psicópata”. El éxito de Corte y confesión lo llevó a publicar una segunda edición ampliada y, según adelantó a 7 DÍAS, pronto vendrá la tercera. “‘Roberto Piazza, reversible’ tendrá algunas de las denuncias de los casos que recibo a través de mi fundación y del trabajo que realizamos en ella”.
–¿Cómo se siente en ese rol de mediador entre víctimas y justicia?
–Me siento cómodo. Yo pongo la jeta por los que no se animan. Siento que con mis declaraciones ayudo a otras personas. Pero no hago política partidaria, hago política social.
–¿Qué busca cambiar a través del trabajo de su fundación?
–Queremos que a los violadores se los condene a cadena perpetua. El violador es un asesino porque te mata el alma, por lo tanto hay que penarlo como a un asesino. Es un problema de lesa humanidad, entonces las violaciones no pueden prescribir.
–¿En qué buscó contención para superar todo lo que le ocurrió?
–A mí me salvó el arte. El arte es sanación. Hice moda, música, teatro. Si me decís: ‘¿dónde querés estar, dónde querés vivir?’, yo quiero vivir arriba de un escenario. Si no perdí de chico mis ganas de reír, no las voy a perder a mis 51 años. Ahora, lo que yo tengo es sed de venganza social, física y psíquica. Si no, sería un pobre pelele, y nada más lejano en este momento de mi vida.
–¿Cree que la sociedad está preparada para hablar de temas tan sensibles de forma tan abierta, como lo hace usted?
–El argentino es bipolar. Y muy pelotudo. Me da pena por ser un país tan lindo, con gente tan linda. Pero tenemos una estructura mental deformada por nuestros padres, la televisión, los medios. Hoy tenemos dos programas que mira el noventa por ciento de la población: Susana Giménez y Tinelli. Y le preguntás a un joven algo medianamente culto, y no sabe qué contestar. Pero, saben de la pelea de Alfano, saben quién es Ricardo Fort y lo idolatran. ¡El Bambino Veira es un ídolo! Si el Bambino, que es un pedófilo, es ídolo de multitudes, entonces a mi hermano le tengo que hacer una capilla. "San Ricardo", el "viola". La Argentina está llena de ídolos de barro. Por ejemplo, respeto a la Giménez, pero es puro entretenimiento. Si no quiere ser sólo eso, que no diga cosas de las cuales después no se hace cargo. Si dice: "el que mata tiene que morir", que se haga cargo. Que no tenga miedo de perder rating. Porque es verdad, el que mata tiene que morir. Estoy absolutamente de acuerdo.
–¿No le preocupa que su imagen pública pueda verse afectada por este tipo de declaraciones?
–Para nada. Dije muchas cosas fuertes en mi vida, y sigo vendiendo ropa y me sigue yendo bien.
Fotos: Flor Daniel.