Mitos populares

Radiografía de los monstruos argentinos

Un entretejido de seres sobrenaturales y creencias conforman una fauna fantástica que, con rango de mito, puebla el imaginario popular argentino. Son el Lobizón, la Mulánima, el Yagareté y muchos más, que habitan una frontera delgada entre la vida y el inframundo. Los retrata el dibujante Eduardo Santillán.

En un trasiego constante con mitologías de otros tiempos y otras partes del mundo, las criaturas mágicas remiten a la visita de un más allá y representan una “deformación” respecto a una supuesta armonía, al orden, lo establecido, lo convencional. En la Argentina, el tema ha sido tratado a fondo por muchos ensayistas que han reflexionado a fondo sobre tradiciones populares, creencias y folclores, entre ellos Elena Bossi y Adolfo Columbres.

La vigencia de los “aparecidos” o el voraz y actualizado “Chupacabras”, ratifica la fuerza de las historias narradas oralmente y las creencia populares. Así, una suma de espectros como el Basilisco y las Brujas caminan del brazo de seres supuestamente benignos, muertos milagrosos como Almita Sibila, la Juana Figueroa, Carballito, la Telesita y San Esteban Sumamao. Adolfo Colombres divide la demoniología en varias categorías: espíritus, dioses (del bien o del mal), héroes  civilizadores y personajes legendarios o mágicos. Son los protagonistas de una cosmogonía, los actores del mito, las formas que asume lo desconocido, una proyección de la vida social a través de los elementos naturales.


Surgidos en contraposición  con los miedos y fobias ancestrales del hombre, los seres fantásticos provocan un enfrentamiento con lo desconocido y son portadores de un complejo sistema de advertencias, culpas y castigos. Remiten a zonas sagradas, planos de la realidad que dan paso a lo ambiguo y al tema de lo prohibido, sobre todo en el plano de la sexualidad; a ratos a través de la mujer estigmatizada como devoradora, lujuriosa, “perdida” en las tinieblas del deseo.

Descalificado a ratos como superstición (en general, por el influjo del cristianismo, tienden a sobrevivir sólo aquellos seres que se asocian más fácilmente con el diablo o con demonios), el universo mítico se centra en una deformidad. Y aunque el hombre instale fuera de sí a los duendes y las figuras terroríficas, ellos habitan en su interior.
La hibrides es una de las características de estas criaturas fantásticas, a la manera del Centauro (hombre caballo) y la Sirena (mujer-pez), están entre nosotros el Pombero (enano con cola de reptil), el Pira-ñu (pez con cabeza de caballo), el Ucumar (hombre oso), el Mikilo (hombre con pies de gallo y cola de perro).

Uno de estos seres, laMulanima, esa mujer con cuerpo de caballo que galopa arrastrando cadenas envuelta en fuego y emitiendo rebuznos estremecedores, acerca el tema de la mujer asociada a lo demoníaco y como tal generadora de bestias.
La Mulanima es una mujer que ha sido condenada por practicar incesto, convivir con un sacerdote o llevar una vida libertina. Solamente un hombre de mucha valentía-explica Bossi-podrá salvarla quitándole el freno o cortándole la oreja.
Los mundos paralelos y sus “aparecidos”, han desbordado el circuito “boca a boca” para llenar muchas páginas de la literatura nacional; aunque su fuerza radica en la oralidad, esa palabra que según el crítico Raúl Dorra, nunca alcanzara a describir la extrañeza del monstruo: “Pero la misma imperfección del lenguaje es el motor de la imaginación”.
Espectros a la deriva por el imaginario popular, formas horripilantes que nos invitan desde un más allá, seres fantasmales, permanecerán vivos mientras se lo sigue nombrando –afirma Bossi- y habrá que saber cómo exorcizarlos. Las diferentes capas se superponen, se funden y producen todo tipo de ritos sin que esto resulte contradictorio al celebrar a Dios y a la Virgen, al Diablo y a la Pachamama.