Traen monos sedados y los venden en una parrilla
Un “sanguche” semi crudo y un vaso de gaseosa barata son suficientes para que el hombre comience a soltarse. “Por $200 me arriesgo a traerlo”, dice de una. Es que además de ser parrillero, Mario tiene otro negocio: Trafica monos a pedido. Los trae de Corrientes a Buenos Aires sin escala. “Antes los tenía en exposición pero me cayó una inspección y tuve que volarlos a la mierda”, revela.
Fue el 25 de marzo de 2008 cuando Fauna Silvestre de La Plata, según pudo averiguar 24CON, recibió vía mail la denuncia de que en el lugar “tenían monos”, tal como constató la inspectora Mónica Casiaro. “Pero cuando llegamos no había nada”, finalizó.
Marito no trabaja solo. La parte más “jodida” se la lleva Marita, su esposa. Una menuda señora de unos 60 años, tatuada y con las cejas pintadas, que se acerca para dar más detalles de la operación. “Esto tiene sus costos”, advierte. “Los traigo en micro sedados hasta la ‘manija’ y escondidos en un bolso lleno de bombachas. Son chiquitos, porque son monos bebés. Si querés uno, dame la guita que salgo mañana”, oferta sin reparo.
El circuito de su comercio ilegal es simple. “Las mujeres pasamos más desapercibidas que los hombres. Si la policía me revisa el equipaje y ve ropa interior, me lo hace cerrar enseguida, por pudor más que nada”. La señora conoce muy bien el modus operandi. Sabe que el tabú funciona y lo explota haciendo estas changas.
Como la que se ganó en 2009, cuando una vecina de Del Viso compró dos monos “Carayá” (uno de los cuatro autóctonos junto con los Cai o Capuchino, los Carayá Alazán y los Miriquiná o Nocturno) en la parrilla de Mario con el fin de liberarlos. “Los Carayá son una especie autóctona y su comercialización está prohibida bajo cualquier circunstancia”, explicó a este medio la inspectora del área de fauna silvestre dependiente de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Mariel Labraña.
Por su parte, Casiaro agregó que “cualquier tipo de tenencia de esta clase de animales se encuentra fuera de la ley, salvo que sea entre zoológicos y entes habilitados a tales fines”.
Llegando los monos
Los costos del menú parrillero son redondos: $1000 por cada primate. Pero con el 20% de adelanto en efectivo, la misión se pone en marcha. “Eso es para costear el pasaje nomás, después se salda el resto”, comenta Mario dentro del local, mientras observa cómo su altar del Gauchito Gil le gana en omnipotencia a la virgen de Itatí.
La venta de animales silvestres en Argentina está reglamentada bajo la ley nacional 22.421 y refrendada por el decreto 666. El estatuto divide el permiso entre aptos y no aptos para el comercio. De estos últimos, las penas que enumera van desde 2 meses hasta cinco años de prisión en caso del tráfico ilegal, y desde $70 mil hasta $50 millones en multas.
Según un estudio realizado por la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), esta rama del mercado negro registraba en 2005 un movimiento no oficial de U$S50 millones anuales. En Argentina, las cifras son apócrifas ya que no hay organismos que controlen el lado B del mercado. “Existen mecanismos para realizar estas estadísticas pero no hay ningún organismo centralizador. Y no se hace por dos motivos: porque es más trabajo y porque el resultado nunca va a favorecer a los organismos oficiales, ya que es reconocer que existe el delito”, expuso a 24CON Claudio Bertonati, el titular de FVSA.
A mono regalado no se le miran los dientes
La astrosa parrilla de Pilar es una boca de expendio dentro de una red de tráfico que nace en el Interior del país. “Para capturar un mono bebé se debe matar a la madre que lo lleva prendido a su pecho o a su espalda”, describió la Coordinadora de la Red de Familias Protectoras de Fauna Silvestre, Liliana de Romano.
“Al caer muerta la mamá, otros monos de la tropa acuden en su defensa. A ellos también se los mata para luego arrancar al bebé del cuerpo de su progenitora, siempre y cuando no haya muerto en la caída”, grafica la proteccionista. A su vez, agrega: “Debido a esto, los monos llegan con los dedos quebrados, los labios destrozados y los brazos rotos dado que se aferran a su mamá muerta y al tironeo que ejercen sobre él los cazadores”.
Según Claudio Bertonati: “Cada provincia tiene sus permisos. Para sacar al animal del territorio donde se lo adquirió se necesita una Guía de Tránsito emitida por la dirección de Fauna de Nación. Si no tenés ese documento, ese animal automáticamente pasa a ser ilegal”. En referencia a la lista de precios del parrillero pilarense, expresó: “Es obvio que legalmente un mono no puede costar $1000, sino mucho más. Eso es lo que vale cualquier perro de raza”.
Consultado por este medio, desde el criadero de animales silvestres y mayor proveedor del mercado nacional -radicado en Corrientes-, no dudaron en ofrecer sus servicios: una hembra Capuchino de 3 años “con papeles de fauna”, a un valor de U$S3000. Pero para comprar monos recién nacidos hay un obstáculo, están faltos de stock. Por tal motivo, no quisieron precisar su costo hasta que nazcan las crías.
Habrá que esperar, por lo menos, unos tres meses.
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