Steve Jobs: El genio de la manzana

Es uno de los fundadores de la era informática. Los "chiches" tecno más codiciados llevan su firma. Tuvo cáncer y lo trasplantaron.

Steve Jobs se paró en el centro del megaauditorio del Moscone Center de San Francisco, con su polerita negra, un jean gastado y las zapatillas New Balance de siempre. Y lo hizo de nuevo. Como tantas otras veces, siempre con el mismo atuendo, tomó entre sus manos huesudas el aparatito: delgado, brilloso, fundacional; sonrió y nos mostró el futuro.

Esta vez es una tablet, una computadora finita y sin teclas, un libro electrónico con 3G y Wi-Fi, una netbook distinta. O un iPhone grande que decepcionó a varios, pero que para muchísimos otros promete una revolución inmediata y cambiar para siempre no sólo el mundo informático, sino también el negocio de los medios de comunicación y el mercado editorial.

Todos hablan de él. Jobs es todo. Un mix entre mesías zen, evangelizador tecno y estrella de rock, un hippie viejo con “mucha onda” y más y más pergaminos. El mundo lo vio parado, solo, en el escenario, alzando con sus brazos “el libro del futuro”, la nueva “Tabla de la Ley Tecno”, y las referencias bíblicas inundaron Internet. La revista inglesa The Economist lo disfrazó de estampita religiosa y lo llevó a su tapa: aureola en la cabeza, túnica de santo y el título alegórico “El libro de Jobs”. El aparato importa, pero más aun importa quién lo presenta y qué es lo que tiene que decir esa persona sobre lo que vendrá. Porque, en definitiva, el iPad está hecho a imagen y semejanza de Jobs. ¿Podrá el iPad, podrá Steve otra vez? La historia reciente tiene como respuesta un “sí” gigante.

Un día, Jobs chasqueó los dedos y puso color donde sólo había carcasas pálidas y desterró para siempre al diskete (iMac). Modificó la concepción de las portátiles (desde la primera MacBook, hasta la Air). Hizo una revolución y refundó el mundo de la música digital (con el iPod). Más aún: creó un mercado de música en bits donde hasta el momento sólo había buenas intenciones. Puso patas para arriba al mundo de la telefonía móvil (iPhone). Antes de que sus productos irrumpieran en el mercado ya había PC, notebooks, reproductores de MP3 y teléfonos inteligentes. Las tablet existen hace varias décadas. ¿Entonces? Apple hace productos con el sello y el estilo de Jobs: funcionales, apetecibles, lindos, cool, misteriosos hasta su lanzamiento. Con la promesa de revolución siempre vigente y la invitación a los consumidores a ser parte de ella. Un mensaje que pocos pueden resistir. Son “chiches” más caros, pero todos los quieren tener. Jobs evangeliza, sonríe, y los fieles hacen colas bajo el sol y la nieve para comprarlos.

Jobs también es un sobreviviente. Parece inmortal e interminable; y eso, sin dudas,  suma misticismo. Es alguien que luchó contra el cáncer de páncreas, que pasó por un trasplante de hígado, que coqueteó con la muerte y que, hasta ahora, gana la batalla. A la agencia Bloomberg se le escapó un cable con su obituario y desde entonces hace bromas del tipo: “Las noticias sobre mi muerte fueron, realmente, muy exageradas”.

 Fue un chico adoptado que abandonó la universidad, pero que se las arregló para amasar una fortuna de más de US$ 5.000 millones. Y que aconseja a las generaciones venideras con una simpleza y suficiencia envidiables, como lo hizo en 2005 en la Universidad de Stanford (ver página 24).

Flaco y algo consumido por la enfermedad que lo puso en jaque, está lejos de decirle adiós al mundo de los negocios, y mucho más de bajar los decibeles. Ahora, su enemigo tiene nombre: Google. Es que para Steve, lo cool e innovador en tecnología tiene sólo forma de manzana. El resto no existe. “Nosotros no entramos en el negocio de las búsquedas. Ellos entraron en el de la telefonía. No tengan dudas de que quieren matar al iPhone. No los vamos a dejar”, dijo, según la revista Wired, en una reunión de empleados pocos días después de la presentación del iPad. Hablaba de buscadores y de su flamante teléfono, el Nexus One. Y se burló del eslogan del Google (“Don't be evil”, “No seas malo”). “Es una mierda”, habría dicho en privado y con un lenguaje que nunca se hubiera permitido en público.

Steve tiene a Google entre ceja y ceja. La pelea es grande porque abarca la publicidad, los contenidos digitales y la telefonía móvil. El rival no sólo parece estar a su altura, sino que es bastante parecido, en muchos aspectos, a su compañía. Por eso debe estar tan contento, Steve.

“iPad es nuestra más avanzada tecnología dentro de un increíble y revolucionario dispositivo a un sorprendente precio”, aseguró Jobs el pasado 27 de enero en San Francisco. “Crea y define una nueva categoría de dispositivos que conectarán a los usuarios con sus contenidos de una forma más íntima, intuitiva y divertida nunca antes vista”.

Medios, libros, adultos. Ese bien podría ser el resumen del target de esta delgada computadora que el sitio web de la revista Wired definió un tanto despectivamente como “un iPhone gigante que no sirve para llamar por teléfono”. También le critican que no tenga USB ni webcam y que no permita ejecutar varias aplicaciones a la vez. Otros sitio especializados, sin embargo, aseguran que es ideal para la generación de los “baby boomers” (los nacidos entre 1945 y 1965) porque será la puerta de entrada para que los mayores lean libros y diarios en formato digital. No por nada Jobs estuvo acompañado en la presentación por directivos de The New York Times, que lanzaron una aplicación del diario para el dispositivo y dijeron que leer en él es casi como hacerlo en papel.

Lo mismo ocurre con los libros digitales. Si bien ya existen otros modelos de “e-readers”, como el conocido Kindle de Amazon, el gran envión del sector se espera que llegue con el iPad. Igual que pasó con el iPod para la música y con el iPhone con la navegación móvil por Internet. No por nada Apple lleva vendidos más de 42 millones de teléfonos y 240 millones de reproductores de música digital.

En medio de todo, Jobs es coronado como el rey de los negocios. Para la revista Fortune se trata del “hombre de la década”, y señala que en los últimos 12 años, bajo su mando, la acción de Apple se revalorizó 500 por ciento y que creó el exitoso concepto de Apple Store (con más de 270 locales en todo el mundo). Los lectores del blog Smart Money, de The Wall Street Journal, también creen que es el mejor empresario de la década. Y para Harvard Business Review es el mejor CEO del mundo.

Según The New York Times, Apple usa la teoría del “elitismo económico”, ya que lanza productos con necesidades no percibidas por los clientes. O sea, es una fábrica de ilusiones. “La innovación real en tecnología implica un salto hacia adelante, anticipar necesidades que nadie conocía y tener las capacidades que redefinen las categorías de los productos. Eso es lo que hace Steve Jobs”, aseguró a ese diario David Yoffie, de la Harvard Business School.

Los números acompañan la teoría. En el último trimestre de 2009 Apple facturó más de US$ 15.500 millones, con una ganancia que superó los US$ 3.300 millones. Esas cifras representan un crecimiento de más de un 50 por ciento con respecto al mismo período de 2008, y casi el 60 por ciento de sus ingresos provienen de países que no son EE. UU.

“Steve nunca conoció a sus padres. Hace tanto ruido, grita tanto por todo, que creo que siente que si grita lo suficiente sus padres verdaderos oirán y sabrán que cometieron un error al abandonarlo”. Así lo definió Trip Hawkins, ex ejecutivo de Apple, en el libro “Infinite Loop”, de Michael Malone. “Había una inseguridad que Steve tenía que superar para salir adelante. Creo que porque es huérfano se manejó de maneras que la mayor parte de nosotros no podemos entender”, dijo, más benévolo, su amigo Dan Kottke en otra biografía no autorizada, “iCon”.

Jobs nació en California, el 24 de febrero de 1955, y su madre, soltera, lo dio en adopción a Paul y Clara Jobs. De su padre biológico sólo se sabe que fue un profesor egipcio. Creció en el Silicon Valley y en la secundaria se hizo amigo de Steve Wozniak (Woz), el socio con el que fundaría Apple. Woz amaba los videogames y no tenía mucha visión de negocios. Steve sí. Lo primero que hicieron fue diseñar un dispositivo para hablar gratis por teléfono utilizando las redes de AT&T. Se llamaba “Bluebox”. La leyenda cuenta que lo probaron llamando al Vaticano. Jobs impostó la voz, se presentó como el Secretario de Estado Henry Kissinger y pidió hablar con el Papa. Cuando le dijeron que ya lo despertaban, colgó.

Intentó estudiar, pero dejó. Trabajó en Atari, pero no duró. Prefirió viajar a la India y zambullirse de cabeza en el espíritu hippie y yogui de los ‘70. Regresó, se reencontró con Woz y el 1 de abril de 1976, en el garaje de la casa de Jobs (siempre hay un garaje en el mudo tecno), fundaron Apple Computers. Fue el nombre que se le ocurrió a Jobs, y como Woz no tuvo una rápida alternativa, quedó. Algunos años después, Apple Records, el sello de The Beatles, les hizo juicio. El día que llegaron a un acuerdo Steve les dijo que no se hicieran problemas, que nunca se iban a dedicar a la música. Faltaba mucho tiempo aún para el iPod e iTunes.

En los ‘80 llegaron Apple 1 y Apple II y la empresa se fue para arriba, pero Woz tuvo un accidente aéreo y se fue. Muchos dijeron que lo hizo cansado de los desplantes y los delirios de “hombre de negocios” de su socio.  Jobs quedó sólo al frente de un gigante que no paraba de crecer. En eso años nació la fuerte disputa con Microsoft y Bill Gates. “Bill sería un tipo más liberal si alguna vez se hubiera tomado un ácido”, dijo alguna vez Jobs. Luego contrató a Mike Sculley, CEO de PepsiCo, para que tomara las riendas de la empresa. Nunca se llevaron bien, y en 1985 el CEO y el directorio de Apple obligaron su fundador a renunciar.

Separados, Jobs y su empresa tomaron caminos diferentes: uno para arriba, otro para abajo. “Estar afuera me liberó para entrar en uno de los períodos más creativos de mi vida”, afirmó Jobs, que corrió a armar la empresa de tecnología NeXT y el estudio de cine Pixar, con el que filmó joyas animadas como “Toy Story”, “Monsters, Inc.”, “Buscando a Nemo” y “Los Increíbles”, entre otras. En 1991 se casó con Laurene Powell y tuvo tres hijos, a los que luego se sumó Lisa, su hija mayor, fruto de una relación anterior.

Diez años después de que lo echaran, y con Apple sumida en una profunda crisis, Jobs volvió como el hijo pródigo que nunca tendría que haberse ido. Y la salvó. El resto es historia más o menos conocida: una serie de productos revolucionarios que posicionaron a la marca como líder y a él como el más grande gurú tecnológico.

¿Quién es Steve Jobs? Mucho se dijo de su carácter despótico de los primeros años, de su empresa en los que paraba a cualquier empleado en la cafetería, le apuntaba con el índice y le gritaba: “¡Decime ya tres motivos por los que no tendría que despedirte ahora mismo!”. También es un mito su mirada gélida cuando pregunta en las reuniones de directorio sobre la viabilidad de un proyecto, y los blogs están llenos de anécdotas que resaltan su megalomanía y mal humor. Otros destacan su pasión extrema por el trabajo, la oportunidad de convertirse en millonarios que les brindó a muchísimos de los que trabajaron y trabajan con él y su perfil más calmo de los últimos años, con más canas, experiencia y éxitos en su haber. “Encarna los mejores y los peores aspectos de la cultura de Silicon Valley. Puede ser brillante, creativo y carismático, y al mismo tiempo cruel y manipulador. Puede inspirar a la gente a hacer grandes cosas o humillarlos tanto como para deprimirlos o mandarlos al hospital”, aseguró Alan Deutschman en el libro “The Second Coming of Steve Jobs”.

“Si quiere más y mejores empleos, engendre más Steve Jobs”, le recomendó el economista Thomas Friedman a Barack Obama. El mismo Jobs se define como alguien cuyo objetivo siempre fue estar “en la intersección del arte y la ciencia”. Es una de las mentes brillantes del siglo XX, y jura que seguirá jugando a ser arquitecto del futuro y peleando esas intrincadas batallas corporativas que tanto disfruta. Con Microsoft, Google o con quien sea que se le pare enfrente.