Tiger Woods, ¿todos los infieles son adictos al sexo?
Después de que su mujer lo persiguiera por las calles del country en el que vivían y, en una escena tremendamente simbólica, le rompiera con uno de sus palos de golf –símbolo fálico si los hay– el parabrisas de su Cadillac al descubrir que la engañaba y después de que el escándalo afectara su imagen pública, es decir, su imagen comercial, Tiger Woods se internó en una clínica para adictos al sexo.
Casi al mismo tiempo, en Irlanda del Norte, estalló la noticia de que la ultraconsevadora Iris Robinson, o Mrs. Robinson, de 60 años, esposa del primer ministro irlandés y tan parecida a la de la canción, lo había engañado con un joven de 19 años y que, además, antes había sido amante del padre del joven antes de que muriera de cáncer. La mujer fue internada en una clínica psiquiátrica.
En el caso de Mrs. Robinson, toda la historia de la mujer que promete cuidar al hijo de su amante después de su muerte y que termina acostándose también con él, resulta bastante enfermiza, es cierto. Pero en el caso de Tiger Woods las cosas suenan distintas. Su internación, por un lado, huele a una maniobra para lavar su imagen y hacer que Woods pase de esposo infiel a pobre enfermo, con lo cual ya no es tan responsable de sus actos, tan culpable. El golfista ya no es el villano de esta historia, es otra víctima más. Lo que, automáticamente, elimina la posibilidad de que Tiger –un chico formateado desde su nacimiento para ser un campeón de golf, al que su padre le compró su primer palo a los 10 meses, hizo participar de un show de televisión a los 2 años como rareza y que a los 4 ya tenía un entrenador–, haya encontrado una libertad nueva para un matrimonio que tal vez lo asfixiaba tanto como su vida deportiva, y realmente se haya divertido y la haya pasado bien. ¿No es la posibilidad más obvia?
Pero sobre la internación también pesa una especie de condena moral bastante más peligrosa: el que se porta mal, el que es infiel, está enfermo y hay que curarlo. Pero, más allá de las cuestiones morales o comerciales que empujaron a Mrs. Robinson y a Tiger Woods a internarse, ¿existe realmente la adicción al sexo o es pura coartada para esposos y esposas infieles?
“Hay que diferenciar: que a un hombre le encante estar con muchas mujeres o a una mujer con muchos hombres, no quiere decir que se trate de una adicción. Se trata de una adicción cuando está el componente compulsivo, cuando deja de ser placentero”, aclara la psicóloga y sexóloga clínica Diana Resnicoff, secretaria general de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana. “Pero es cierto: en el caso de Tiger Woods es más fácil pensar que está enfermo a que pasan otras cosas”.
Y es que, aunque cada vez que la adicción al sexo llega a los medios tiene que ver con algún sex symbol hollywoodense envuelto en un asunto de polleras o con algún escándalo promocional, la compulsión sexual es una enfermedad que existe y hay gente que la sufre sin ningún glamour. Y arruina la vida.
“Me acuerdo el caso de un chico que vino a una consulta, que se masturbaba treinta, cuarenta veces por día. Había dejado de trabajar y de estudiar. Necesitaba masturbarse permanentemente, ya sin llegar a eyacular. Se lastimaba el pene”, detalla Adrián Sapetti, director del Centro Médico de Sexología y Psiquiatría.
“Sufren un trastorno que tiene consecuencias económicas y personales sobre sus vidas, que les generan depresiones”, apunta Resnicoff. Para la sexóloga Virginia Martínez Verdier, el origen de todas las patologías sexuales está en la infancia, a partir de situaciones de gran frustración, insatisfacción, falta de amor o de abusos. Y aunque todavía en la biblia de los psiquiatras, el DSM-IV, no figura entre los trastornos obsesivos compulsivos, los médicos y psicólogos ya tratan la compulsión sexual con los mismos tratamientos que la adicción al juego o al alcohol. Es una enfermedad igual que la adicción a sustancias, la diferencia es que "la dosis" es el acto sexual y no la sustancia o el alcohol , apunta la médica psicoterapeuta Mónica Pucheu. “Es igual de grave y si no se trata lleva a las personas a su destrucción al igual que a los que los rodean. Hay pacientes que tienen hasta 20 relaciones sexuales en el mismo día”, añade la coordinadora de grupos de la Asociación de Personas Adictas a Personas (APAD).
En EE. UU., calculan que el 6 por ciento de la población sufre esta compulsión. En la Argentina, nueve de cada diez consultas son hechas hombres, que suelen tener entre 30 y 40 años. En las mujeres los casos son más aislados porque el erotismo funciona de otra manera, pero igualmente algunas lo padecen. Y muchas veces, el lugar donde hacen sus primeras consultas son en foros de internet que les proveen cierto anonimato. “Todo el tiempo estoy pensando en sexo, es horrible, ya no puedo más. Estoy en cualquier sitio y de repente tengo que salir corriendo al baño a masturbarme porque todo me excita”, escribió Alicia, una chica de 27 años en el foro de psiquealo.com.
El problema, según Resnicoff, es que las consultas también suelen ser compulsivas: piden turno, cuentan los que les pasa y como no les pueden dar una solución rápida, se frustran y no vuelven. “Hay casos que hay que controlar con medicamentos cuando implican riestos para otros, como chicos, o cuando hay una causa judicial de por medio. Una vez vino a verme un hombre que consumía compulsivamente pornografía infantil y había sido descubierto por una red de Microsoft e Interpol”, relata Sapetti.
“Y tiene que haber habido cuestiones sexuales en juego, abuso sexual. No es sólo que lo toquen, sino que sea incluido en situaciones sexuales como testigo. Por eso insistimos que los chicos que no duerman en las habitaciones de los padres”, detalla.
Normalmente, los tratamientos incluyen psicoterapias, medicamentos “anticompulsivos” y terapia grupal. “Los grupos de adictos tienen muy buenos resultados. Compartir con otras personas a las que también les pasa lo mismo suele ayudarlos, aunque llegar a esos grupos es muy difícil, porque se trata de personas que viven esto con mucha verguenza”, cuenta Resnicoff.
¿Escondés algunos aspectos de tus preferencias sexuales o comportamiento a tu pareja? ¿Se te ocurre por momentos que tu comportamiento sexual no sea “normal”? ¿Te sentís mal o perturbado/a a veces por tus deseos o comportamiento sexual? Estas son algunas de las preguntas de los test para saber si uno es o no adicto al sexo y si es necesario hacer una consulta.
En la novela “Asfixia”, el escritor norteamericano Chuck Palahniuk describe el mundo de los grupos de autoayuda de adictos al sexo. “Son gente a la que le das la mano a diario. Ni feos ni lindos. Uno sube en el ascensor con estas leyendas. Te sirven café. Estas criaturas mitológicas te rompen la entrada del cine. Te ingresan los cheques. Te ponen la hostia sobre la lengua”, escribe.
Casualidad o no, los grupos de autoayuda para adictos al sexo suelen reunirse en iglesias, la gran institución de la represión sexual. Hay grupos en la iglesia San Ignacio, en Monserrat, en la de San José de Flores y en Nuestra Señora de Loreto, en Barrio Norte. Los grupos son coordinados por sus propios participantes, que sólo se presentan con sus nombres de pila y una de las reglas es que nadie juzga al otro. Se utilizan los mismos doce pasos que en Acohólicos Anónimos y nadie es forzado a hablar si no quiere.
“Este es el mundo de la terapia de los doce pasos contra la adicción sexual. De la conducta sexual compulsiva. Todas las noches de la semana se reúnen en el cuarto de atrás de una iglesia. En la sala de conferencias de un centro cívico. Todas las noches en todas las ciudades. Incluso hay reuniones virtuales en Internet”, escribe Palahniuk.
Las enfermedades nunca son patologías puramente médicas: también están determidas por el contexto social y cultural. Hace cien años, las mujeres que pretendían disfrutar su sexualidad con libertad, eran ninfómanas. Hoy, en cambio, los adictos al sexo viven en una sociedad que celebra el sexo, el éxito y el dinero.
“Eso es algo que influye negativamente en la gente, porque el valor social que se transmite es el sexo como consumo, el sexo sin humanizacion, sin afecto”, destaca Resnicoff. Para la experta, un serio problema es que el gobierno de Mauricio Macri frenó las leyes de educación sexual, que posibilitan que se eduque a los chicos desde el amor, humano, y no desde lo mecánico. “En la televisión se muestra un sexo que la gente común y corriente no tiene. Esto está generando enfermedades sexuales (porque no permite) discriminar qué es lo saludable para uno mismo. Fuerza a creer que eso es sexualidad y a sentir que uno nunca va a poder ser así, desde lo voluptusoso o la capacidad de seducción. Y eso puede generar inhibición, retraimiento o, al contrario, generar una superficialidad en las relaciones”, dice.
Mientras tanto, Tiger Woods que salió a pedir perdón, como si de alguna forma hubiera ofendido a la sociedad, como si lo que hubiera hecho no fuera asunto suyo y de su esposa- está recluido hace varias semanas en la clínica Pine Grove Behavioral Health and Addiction Services de Hattiesburg, en California. Allí, está atravesando seis semanas de tratamiento intensivo, con terapias individuales, grupales y familiares que empiezan a las 8:00 de la mañana y se extienden hasta las 16.00, además de talleres de música, teatro y yoga. Y cada noche, cuando está solo en su habitación, Tiger tal vez haga un rato de zapping antes de quedarse dormido y es muy probable que sienta, como si se tratara de un eco lejano o un murmullo en la consciencia, una especie de confirmación que, después de todo, ser un ganador también es eso: tener muchas mujeres y acostarte con una distinta cada noche, que ser un ganador es ser exitoso, tener plata y tener, también, una vida sexual exageradamente plena y activa.
“Estar siempre primero como se le exige produce una alteración del estado de animo: miedo a fracasar y perder lo logrado”, dice Pucheu. Por eso, agrega, hay que mantener el éxito a cualquier precio, la presión es terrible y se buscan “alteradores del estado de animo”: llamése alcohol, drogas , juego, Internet... o sexo. Pero para alguien que, desde antes de gatear, ya estaba destinado y obligado a ser el mejor golfista de todos los tiempos, tal vez el sexo sea una especie de libertad y la cárcel sea todo el resto; aunque eso afecte sus finanzas y su imagen pública, aunque realmente quiera curarse.