Revista Veintitrés

La médica que operó a Solange hacía fiestas de botox y ahora desapareció

Quién es Mónica Portnoy: usó un producto prohibido para tensar los glúteos de la modelo, que murió. Hoy guarda silencio y borró su rastro en la web pero tuvo un alto perfil mediático.

Por Raquel Roberti

Dio de baja su página web comercial y la personal de Facebook. No atiende el teléfono y en el número del consultorio grabó un mensaje donde asegura que lamenta lo sucedido y pretende llevar tranquilidad a sus pacientes. Sin embargo, Mónica Portnoy –que inyectó polimetilmetacrilato (PMMA) a Solange Magnano (38 años), quien murió por complicaciones derivadas de esa práctica– supo tener un alto perfil mediático. Fue pionera en mostrar por televisión las prácticas estéticas y hasta organizó un “botox party” en su casa que fue tapa de la revista TXT. Y hace poco promocionó una “rinoplastia sin cirugía” en el programa Ponele la firma, que conduce Marcelo Polino los sábados por América 2.

Apenas comenzaba la primera década del siglo cuando Portnoy decidió conducir el programa Verse bien (en señal de cable), en el que detallaba y recomendaba diversas intervenciones estéticas “no invasivas”. Las mismas que ofrecía en su Centro de Medicina Estética y Salud del barrio de Belgrano: endermology, mesoterapia, peeling, hilos de oro, entre otros. Por exigencias del mercado profesional, o por deseo personal, Magnano –modelo de Roberto Piazza y ex Miss Argentina– acudió a Portnoy para tensar el tejido de sus glúteos. La médica (MN 59503 según el video de Ponele la firma) le inyectó PMMA. La intervención tuvo lugar el jueves 26 de noviembre en el Centro de Belgrano. Magnano se descompensó, fue llevada al Hospital Fernández, donde le diagnosticaron embolia pulmonar, y de allí a un sanatorio de Avellaneda, donde falleció el domingo 29. El material había ingresado al torrente sanguíneo y generado la embolia. “Fue un accidente”, dijo Gustavo Rosso, con quien Magnano tenía dos hijos mellizos de ocho años.

Desde que en 2002 la toxina botulínica –o Botox, la marca que se convirtió en denominación genérica– fue aprobada para usos estéticos, el mercado de la belleza sin arrugas y sin tejidos fláccidos creció a pasos agigantados. Y con él, aumentaron los materiales para “rellenar”, dividiéndose en reabsorbibles y no. Los primeros tienen menos duración pero son más seguros para el organismo. Entre los segundos se encuentra el PMMA que se empleó, originalmente, en la fabricación de prótesis ortopédicas y ortodoncias. “Son microesferas de un derivado plástico, bañadas en colágeno –especifica Manuel Sarrabayrouse, director de la unidad académica de formación de especialización en cirugía plástica de la UBA–. Se puede usar en pequeñas cantidades para, por ejemplo, borrar cicatrices de otras cirugías o de heridas. Pero no es correcto usarlo con finalidad de relleno, porque requiere grandes cantidades.” Mientras en algunas regiones del rostro pueden aplicarse entre dos y tres milímetros de la sustancia, para rellenar los glúteos se estiman como necesarios entre 160 y 400 mm. Además, la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) prohibió el uso del PMMA para “corrección de arrugas, pliegues y otros defectos de la piel; aumento de pómulos y labios, corrección o realzar distintas zonas corporales”.

Una ex paciente, que pidió reserva de nombre, recuerda que Portnoy “aclaraba que no era cirujana sino especialista en estos tratamientos. Se tomaba como ejemplo: mostraba fotos suyas viejas y actuales para demostrar los cambios”. El Centro de Medicina Estética y Salud es un departamento que cuenta con tres pequeños consultorios, un baño, una cocina y una recepción.

En 2003, cuando el uso de toxina botulínica era un boom en la Argentina, Portnoy organizó un “botox party” en su casa de Devoto para la revista TXT. En el número 60 de esa publicación, la periodista Florencia Werchosky cuenta que entre médica y pacientes desocuparon una mesa ratona y colocaron sobre un paño jeringas, algodón y ampollas. Que Portnoy sentó a una de las pacientes junto a la puerta “donde hay mejor luz para la foto” y que, además de inyectarle polímeros en las comisuras, le dijo sin darle opción: “Te pongo una gotita en el labio, madre, que tenés una leve desviación, te la corrijo (...) Mirate cómo quedás, ¡muy natural! En unos días venís al ‘consul’ y te hago más”. Ante las críticas y objeciones de otros profesionales a ese tipo de reuniones, Portnoy sostuvo: “No sé por qué están en contra. Uno puede tener todos los cuidados que requiere. No lo hacés a la intemperie, no hay tierra ni se corren riesgos, es un tratamiento sencillo y ambulatorio”.
Con el mismo estilo presentó un video demostrativo de una “rinoplastia sin cirugía” en Ponele la firma. Rinoplastia, según el diccionario de la lengua, es una “operación quirúrgica de la nariz”.

Portnoy promocionó en el programa “una rinoplastia sin necesidad de ir a un quirófano, sin cicatrices o hematomas, y sin posoperatorio. Se realiza con gel anestésico y una agujita que es un mosquito, finita, no duele para nada. Y mirá el cambio que se produce en el momento, no hay necesidad de usar vendaje, ni antiinflamatorio. En el caso de esta paciente proyectamos también los labios, el mentón, lo que necesitábamos para lograr este cambio tan interesante”. Y ante las preguntas de los panelistas, se explayó en que “hay diferentes tipos de sustancias, lo importante es que no producen ninguna alergia, efectos adversos, no migran, quedan en el lugar y se pueden usar en diferentes zonas del cuerpo, en glúteos por ejemplo, y quedan muy bien, tensan muy bien la cola, disimulan los pocitos de celulitis”. Hoy, Portnoy guarda silencio.

El martes la ciudad cordobesa de San Francisco despidió a Solange Magnano. La modelo había desarrollado su carrera en Europa y al regresar, hace seis años, se había radicado en esa localidad, donde en abril de 2007 abrió la escuela Actitud Models con la que preparaba un desfile para dentro de unos meses. Es probable que dentro de un tiempo su muerte sea una más en las estadísticas del rubro cirugías estéticas. Pero hoy debería ser un alerta para implementar el control y seguimiento de los centros que promueven las intervenciones y de los médicos que las practican.