Lucha de poder: los Macri se espían entre ellos
El escándalo porteño sumó un dato inquietante: las escuchas telefónicas al cuñado de Mauricio Macri en medio de un litigio comercial. Las denuncias de Marie France y las increíbles derivaciones del Watergate Pro.
Por Carlos Romero
El escándalo de espionaje que involucra al gobierno porteño acaba de incorporar un elemento inquietante. Ciro Gerardo James, el ex agente de la Policía Federal acusado de haber intervenido los teléfonos del dirigente judío Sergio Burstein y del empresario Carlos Ávila, también posó su oído en otros teléfonos sensibles. Entre ellos, el de un familiar directo de Mauricio Macri, jefe de la comuna. Y autoridad máxima de la administración que contrató los servicios del espía indiscreto.
Entre el 23 de mayo y el 22 de junio de 2008, un celular a nombre de Néstor Daniel Leonardo, el esposo de Sandra Macri –la segunda hija del clan–, estuvo intervenido en el marco de una causa por homicidio instruida en los tribunales de Misiones. En ese mismo expediente se ordenaron las “pinchaduras” a los teléfonos de Burstein y Ávila, y como en esos dos casos, los cassettes con las grabaciones hechas sobre el celular de Leonardo fueron retirados desde las oficinas porteñas de la Secretaría de Inteligencia (la ex SIDE) por Ciro James.
Al esposo de Sandra Macri lo escucharon por un mes. Según consta en la causa, la intervención comenzó el 23 de mayo de 2008. Unos días antes, James –que aún revistaba en la Policía Federal– había firmado su primer contrato de locación de servicios con el Ministerio de Educación de la ciudad. En el juzgado que conduce Norberto Oyarbide, a cargo de las pesquisas, sospechan que la coincidencia de fechas no fue casual.
El celular de Leonardo fue “pinchado” mientras el clan Macri libraba una dura batalla comercial. En la mesa chica donde se deciden los rumbos del holding fundado por Franco, se jugaba fuerte. Y todas las acciones –cada hermano tiene un 20 por ciento– eran un botín para inclinar la balanza. Como había sucedido antes, Franco veía tambalear su mando, el que siempre amagó con ceder a su heredero natural, Mauricio, pero que jamás concretó.
El litigio había comenzado tímidamente en 2007, cuado el patriarca del clan había aceptado ceder parte del león del Socma a pedido de su hijo mayor. Mauricio, recién asumido, lo convenció de que sería poco decoroso que el nuevo jefe de gobierno porteño tuviese parte accionaria en las empresas contratadas por la ciudad. El comprador fue otro integrante de la familia, Ángelo Calcaterra, que se quedó con las dos operaciones más lucrativas del holding: la constructora Iecsa y Creaurban, dedicada a la recolección de residuos. Franco lo hizo por Mauricio, en un gesto que, además, parecía ser el inicio de su retiro. Pero el descanso no duró mucho tiempo. A poco de firmar la cesión de sus empresas, el patriarca observó que la lucha por el control de Socma residual –una firma que aún controla campos e industrias livianas fuera de los límites de la General Paz– amenazaba con descuartizar, tribunales mediante, a la familia unita.
El problema pasó de la mesa chica a los estudios de abogados, con cartas documento y mediaciones. En la puja había dos bandos bien definidos: los varones y las mujeres. Los primeros, con deseos de asumir el control definitivo del grupo, relegando a sus hermanas. Florencia, más preocupada por los vaivenes de la cinematografía mundial que por las fusiones empresariales, y Sandra, que nunca encajó con el perfil de su familia, fueron cobijadas por papá Franco. Mariano y Gianfranco respaldaban al hermano mayor. En mayo de este año se firmaron las paces, aclarando las cuentas mediante una “sucesión anticipada” que les permitía a las “chicas” seguir ligadas a la sociedad pero sin influir en la toma de decisiones.
Deriva. La comprobación de la pinchadura a Leonardo detonó como una bomba secuencial en el rompecabezas que intenta componer el juez Oyarbide. Hasta el momento, el magistrado y su secretario, Gustavo Russo, habían logrado establecer que:
- Ciro James era un ex agente de inteligencia de la Federal contratado por el Ministerio de Educación porteño y aspirante a integrar la Policía Metropolitana.
- A pesar de la frecuente desmentida del ministro de Seguridad comunal, Guillermo Montenegro, la inminente incorporación de James fue reconocida por el ex jefe de esa fuerza naciente, Jorge “Fino” Palacios, y por su sucesor en el cargo, Osvaldo Chamorro.
- Uno de los espiados, Burstein, fue un tenaz opositor a la designación de Palacios por su actuación en la causa AMIA, donde se lo procesó por encubrimiento. En el expediente se comprobó que, durante sus tareas de espionaje, James mantuvo un centenar de llamados telefónicos con el “Fino”, Chamorro, y otros integrantes de la plana mayor de la Metropolitana.
Con estos elementos, el juzgado intentó trazar “el mapa del delito” que se le adjudica al espía: haber fabricado pruebas con el solo objetivo de escuchar las conversaciones de ciudadanos que incomodaban a sus superiores. “¿Y en dónde encaja Leonardo en esta película?”, se preguntó un pesquisa. Hasta el momento, sus respuestas tienen formas de hipótesis.
La primera une la “pinchadura” al clima de guerra accionaria por el control de Socma. Con sus 49 años, Sandra es la segunda de los hijos de Franco, pero la más raleada de la familia. Nunca participó del “glamour” tan común en los otros miembros. Mientras Mauricio se casaba con Isabel Menditeguy, Gianfranco con Eliane Badesich y Mariano con Marie France Peña Luque, Sandra construía un perfil mucho más bajo. Es lo más parecido a una “oveja negra” y las diferencias con sus hermanos, entre ellos Mauricio, son muchas. Una, por ejemplo, es que Sandra no aportó fondos para la campaña de Gabriela Michetti en las elecciones legislativas de junio pasado, mientras Mariano y Gianfranco sí lo hicieron.
El esposo de Sandra, sobre quien en definitiva se ordenaron las escuchas, es un “sapo de otro pozo” en la cosmogonía Macri. El hecho de que Leonardo sea enfermero pero en la práctica se dedique a la parapsicología –suele presentarse como “licenciado en Ciencias Ocultas”– no calza en las postales esteñas que acunaron a Mauricio y sus hermanos. Quizá por eso la pareja también terminó renegando del descanso en Punta del Este: el último verano vendieron su casa en la arena uruguaya y la cambiaron por una estadía un poco más Nac&Pop en Mar del Plata. Otra estocada al glamour: cuando se casaron, en julio de 2004, lo hicieron en el conurbano bonaerense, en la catedral de Morón.
La pareja venía de una relación de seis años, luego de que los presentara una amiga en común y, a pesar de los deseos de intimidad que habían expresado, las crónicas periodísticas hablan de una megafiesta para 400 personas en el salón Girasoles, del Sheraton de Pilar. Las revistas del corazón relataron que esa noche Sandra bailó el vals con su padre y todos sus hermanos, menos con Mauricio, que partió, raudo, al casamiento del ídolo boquense Guillermo Barros Schelotto.
Durante el noviazgo, los hermanos de Sandra recelaban de las intenciones del pretendiente. “Es un buen tipo, pero no tiene donde caerse muerto”, solía comentar, bífida, una de las futuras concuñadas. Un hecho desgraciado la desmintió: unos meses antes de la boda, en marzo de 2004, Leonardo fue secuestrado en su casa de Villa Ariza, en Ituzaingó. Los asaltantes lo llevaron a dar una vuelta de casi tres horas en su Toyota Corolla y cuando lo liberaron, además de un reloj Rolex, le robaron una suma de 40 mil dólares, que el parapsicólogo llevaba en una valija.
Antes de conocer a Leonardo, Sandra estuvo casada por cinco años con el empresario Hugo Valladares, con quien tuvo dos hijos. En 1997, la separación le costó un dineral a los Macri y los puso alerta sobre los riesgos de la familia política. Para que Valladares renunciara a un divorcio con división de bienes, le ofrecieron una renta mensual de por vida de 8 mil dólares. El acuerdo terminó en los tribunales. El escándalo estalló en 2008 cuando el ex de Sandra salió a denunciar que sólo le pagaron hasta 2004. Después de dos fallos parcialmente favorables a Valladares, el litigio ahora llegó a la Corte Suprema.
Con estos antecedentes, Leonardo es visto por el resto de los Macri como una amenaza de intervención en el millonario directorio de Socma. También se suma el hecho de que Sandra haya decidido adoptar a una hija que Leonardo tuvo con un matrimonio anterior. En los fríos papeles, esto significa que, en caso de herencia, no sólo su esposo sino también la hija biológica de su pareja podrían aspirar a tener derechos accionarios en la empresa de su familia política. Y el clan no acostumbra a compartir sus decisiones accionarias con familiares que no lleven el apellido Macri desde la cuna.
En el juzgado también evalúan otra hipótesis que, a primera vista, dejaría mejor parado al jefe de gobierno porteño: James habría oficiado de espía free lance, con la intención de acopiar información sensible para garantizar la fortaleza del escuadrón de espías –el propio Montenegro reconoció que otros 20 agentes de inteligencia se sumaron a la Metropolitana– en caso de que perdieran la cobertura política que los hizo nacer. En este caso, Macri podría mostrarse como víctima de su propia creación. Habrá que ver si la sociedad y la Justicia están dispuestas a creerlo.
O si, por el contrario, las impensadas derivaciones del expediente terminan confirmando el Watergate Pro.