Isleños del Delta denuncian que los "entierran vivos"

Los pobladores autóctonos denuncian a una empresa por la depredación de su hábitat, la destrucción de sus viviendas y la modificación del cauce del río. Dicen que se quedarán "cueste lo que cueste".

 

Las aguas están revueltas: dragadoras, topadoras y excavadoras trabajan a pleno en una de las tantas islas que componen el delta del Tigre y quiebran la habitual tranquilidad del río. Antes que llegaran las máquinas, el verde abundaba en la Isla Marzi pero, ahora, no hay más que desolación. Los enormes artefactos arrasan con todo a su paso, incluso con sus 60 pobladores.


Sucede que, en un futuro cercano, la “isla de barro” se convertirá en Colony Park, un regio y exclusivo barrio cerrado, en medio de una de las reservas naturales más espléndidas del país. Claro que el paraíso está vedado a quienes no tengan la capacidad de desembolsar alrededor de 200 mil dólares por una parcela, el valor agregado a los 30 mil pesos que la empresa pagó a Better S.A. por las 360 hectáreas de tierra virgen en 1999. El negocio es simple y el emprendimiento, ambicioso. Un proyecto que realza la figura del ingeniero Álvaro Alsogaray, impulsor de la “aeroisla”, a un empresario visionario.


 

Para lograr la isla soñada, sin el stress ni el caos citadino, Colony Park se propuso elevar el nivel de la cota a más de dos metros y modificar el ancho y el curso de uno de  arroyos que corren por el interior de la masa de tierra con la finalidad de recrear una laguna para que disfruten los afortunados residentes. El desmonte, al fin y al cabo, fue lo más sencillo.


Sin embargo, para convertir la inversión en suculentos dividendos, a Colony Park le resta saltar un obstáculo: los isleños que se niegan a abandonar la tierra que habitan. Alrededor de 20 hombres que conforman “la resistencia” de aquella porción de tierra ubicada en la 1ª Sección de Islas entre el Canal Vinculación, Arroyo Anguila y Río de la Plata.

ISLEÑOS


El sol brilla a pleno sobre Buenos Aires y la temperatura acompaña. Es 17 de octubre y, en la ciudad, los peronistas divididos en dos bandos se pelean por ganar protagonismo en el Día de la Lealtad. A pocos kilómetros de la costa, Roberto Gallaro timonea el modesto barco pesquero que se desliza suavemente sobre el canal Vinculación.

 

La barca de gasoil evade con habilidad las grandes olas provocadas por los yates de lujo y rodea la isla para ingresar al Arroyo Anguila, uno de los tantos senderos característicos del Delta que se pierden entre las islas repletas de vegetación. A pocos metros de la entrada, sin embargo, una densa capa de barro negro gana territorio. “Dragan el río para rellenar la isla. La quieren elevar para que no se inunde”, explica Roberto a 24CON, mientras intenta que la nave logre atravesar una especie de represa formada por barro y árboles arrancados de cuajo. Por encima del casco del barco, los árboles -que también resisten al desalojo del hombre- sostienen dos carteles “Julio” y “Quinta Galloro” que indican la posesión de una porción de tierra que ya no existe, del mismo modo donde la laguna de Colony Park enterró para siempre las casas de otros pobladores.


En ese lugar, donde un penetrante olor a podrido inunda el ambiente, la barrera de lodo cierra el paso al arroyo La Paloma. El paso es imposible porque el arroyo está “taponado” y Gerónimo Gadea debe acudir al rescate con su canoa. Lo acompaña Nicolás, uno de sus nueve nietos criados en la isla. A remo, Gerónimo llega a su “Isla Esperanza”, donde esperan el resto de los isleños. En una reunión improvisada, los hombres debaten sobre el poderío de los dueños del emprendimiento inmobiliario. “Si pudieron hacer todo esto sin que nadie los pueda parar, cómo no nos van a poder sacar”, se pregunta Orlando Arroyo. Juan Domingo Presentado plantea su duda ante el grupo: “¿Qué pasa si arreglamos?”. Juan “el patón” Derganz le contesta: “A mí me ofrecieron 10 mil pesos, pero no quiero nada. Si me sacan de acá, me arrancan todo. Hace 22 años que vivo en el Delta y no me quiero ir. No tienen derecho a echarme y si hay un arreglo estamos diciendo que la tierra no es nuestra. Esto es a ganar o perder”.


Roberto también construyó su vida en ese lugar alejado de la ciudad. “Vine hace 40 años porque me casé con Cristina. Mi mujer nació hace 60 años acá. Mi vida es esto”.


Los isleños dicen que Colony Park llegó al Delta para “destruir todo a su paso”, flora, fauna y, asimismo, barrer a sus habitantes. En septiembre del año pasado comenzó la depredación: “Durante la temporada de pesca, nos vamos al río, otros, consiguen changuitas en la ciudad y se quedan un par de días.

 

Aprovecharon cuando no estábamos para robarnos, rompernos e incendiarnos las casas. El 25 de mayo pasado volvieron a arremeter contra los ranchos que habíamos vuelto a levantar”, manifiestan a coro. Incluso, la denuncia fue radicada en las fiscalías 1, 2 y 3 de Pacheco.


Además, con “la invasión”, los isleños vieron agravar su situación económica, debido a que los peces que usaban como carnada, ya no recorren las aguas del arroyo y las “canchas” que utilizaban para secar los juncos, fueron devastadas por Colony Park.


“Me rompieron todo, pero estoy contento porque no me voy a vender. Mi dignidad no tiene precio”, asegura desafiante Orlando.

 

EL PIE GRANDE DEL DELTA


En el extremo arrasado del Arroyo Anguilas, una pequeña vivienda de chapas, construida al estilo palafito, es la morada del “gigante” del Delta, el último bastión de la resistencia isleña. Juan “el Patón” Derganz tiene las manos gastadas y la piel curtida por el sol. Sus dos metros de altura y su ropa rasgada contrastan con la “finura” que pretende trasladar Colony Park a la isla. El Patón se baña en el río y anda descalzo. Simplemente, no usa calzado. Lo dejó de usar porque así se siente más libre, aunque, de vez en cuando, sus pies sangran a causa de alguna rama o piedra que lo lastiman y el líquido rojo se mezcla con el barro. Juan tiene 54 años y hace 22 que llegó al Delta.

 

“Si me sacan esto, me arrancan la vida porque yo ya soy grande y no podría acostumbrarme a la ciudad”, dice angustiado. En esta época del año, el “Patón” se dedica a la actividad junquera. “A la mañana voy a cortar juncos y, más tarde, cuando crece el río, los traigo ayudado por la corriente. Después, los colocó en las “canchas” para que se sequen y los vendo”, explica. “Lo hago para sobrevivir. También junto resaca para hacer abono y, en temporada de pesca, vendo boga y sábalo. Acá somos pobres pero no pasamos necesidades”, indica.

 

Antes de las dragadoras, Juan tomaba agua del río. “Ahora es imposible y todo lo que están haciendo va a perjudicar a las generaciones futuras porque todo lo que destruyeron no se va a recuperar jamás. Nos están envenenando a todos y, encima, cavaron tan profundo para hacer la laguna que sacaron agua salada. Eso contamina al río y nadie hace nada”.

 

“Delta Juan”, rodeado por el avance de la civilización, es el último refugio de la fauna y flora autóctona. “Nunca me amenazaron directamente, pero me ofrecieron plata para que me vaya y no acepté. Desde entonces, sufro pequeños atentados: me rompieron el muelle, me abollaron el techo y me mataron a un perro”. “Me van a tener que sacar a la fuerza y, pese a que no creo en la Justicia, es lo único que me queda”.

LA BATALLA JUDICIAL


Vaya escándalo que se armó cuando los isleños anónimos decidieron echar mano al derecho constitucional a la “resistencia a la opresión” y difundir una fotografía de hombres armados. “Quisimos llamar la atención y la tuvimos”, dice uno de ellos. Sin embargo, la vía legal es la única manera que tienen para evitar el desalojo y, para hacerlo, deben demostrar la “posesión en forma continua, pacífica e ininterrumpida” a la Justicia. En la vereda de frente tienen a la escritura del territorio cedida por la empresa uruguaya Better S.A al presidente de Colony Park, Adrián Gabriel Schwartz, quien sería un testaferro de los verdaderos dueños del complejo. 

 

El abogado que representa a los isleños en la Justicia, Enrique Ferreccio, explicó a 24CON que la intención es “que se declare nula a la Escritura Pública Nº300, donde figura la transacción entre las dos empresas, ya que se hizo de forma fraudulenta: Better S.A nunca tomó posesión de las tierras –un requisito legal- que, además, estaban habitadas por otras personas”.


Incluso, la existencia de los pobladores fue reconocida por Colony Park en un informe titulado “Condiciones de Habitabilidad” y el estudio de impacto ambiental. En los dos, la empresa habla de “habitantes estables y permanentes” de la isla.

ESTRAGO AMBIENTAL

 


Por otro lado, Ferreccio denunció a Colony Park ante la Justicia federal por “Usurpación de tierras fiscales, estrago ambiental y crimen de lesa humanidad”.


Con estrago ambiental, Ferreccio se refiere al efecto que provocará la elevación de la línea de rivera. “Las islas del Delta son naturalmente inundables porque tienen forma de palangana, por eso, las viviendas autóctonas son edificadas al estilo palafitos, de manera de que el agua pasa por debajo de las mismas. El rellenado de la Isla Marzi que está ejecutando Colony Park, actuará como un dique lo que impide el curso natural del agua y las inundaciones pueden llegar al continente”.


Por otro lado, el abogado manifiesta que la empresa “está modificando el curso y el ancho del arroyo Anguila y la línea de rivera. Además, taponan los arroyos, es decir, que impiden la libre navegación, un delito federal muy grave”.


Al mismo tiempo, la Asamblea Delta y Río de la Plata dio el grito de alarma ante los inminentes emprendimientos que le siguen a los ya establecidos: “Vienen por el Delta”, alertan en referencia a la promoción municipal del territorio como fuente de negocios inmobiliarios. “Nuestra experiencia dicta que las empresas destruyen la naturaleza y impactan negativamente en la vida social del Delta con el fin de revalorizar la tierra. Levantan el territorio e inundan a todos los que estamos por debajo de esa línea. Es perverso. Las inundaciones tienen que ver con la diversidad biológica, con las mareas, esto no se puede modificar porque detrás hay un gran negocio, lo tenemos que parar”, manifestó Martín Nunziata, miembro de la asamblea, a 24CON y agregó que “lo grave es que ya no se trata de un emprendimiento aislado, sino que existe una promoción de las autoridades municipales”.

Otros emprendimientos inmobiliarios denunciados:
-Isla del Este
-Fideicomiso Parque la Isla
-Poblado Isleño
-Alba Nueva
-Eco Spa