El hombre que le robó el alma a Perón

Autor de la legendaria imagen de Perón en su caballo, el fotógrafo oficial del General abre las puertas de su hogar en Ramos Mejía. Sus recuerdos de Evita, Isabelita, Cámpora y López Rega. Por qué banca a Cristina.

”Si digo que hace más de tres años no saco una foto, no me lo van a creer”, confiesa Antonio Pérez, mientras muestra las imágenes colgadas en el pasillo de la sencilla casa de una planta en la que vive, sobre la calle Catriel de Ramos Mejía.

En verdad se hace difícil pensar que, quien supo tener el título de “Fotógrafo Oficial de Juan Domingo Perón”, ahora viva su arte como un simple recuerdo. A los 89 años, Antonio aún conserva la cámara Rolleiflex con la que, desde 1948 hasta 1972, realizó los retratos más recordados del General y de sus sucesivos entornos.

Junto con las fotos que se tomó con las figuras políticas de la época, hay otros dos elementos que se destacan en su hogar. Uno es un teclado sobre la pared del living, que devela su faceta musical -además estudió violín, bandoneón, y llegó a cantar en una orquesta -.

El otro es un imponente cuadro de su dogo campeón, Tago, que ya murió. “Por él tuve una oferta de 750 mil pesos, y no lo vendí porque era mi amigo”, cuenta. “Fue el perro más famoso de la Argentina y ganó 145 trofeos. Era  excepcional”.

Al igual que su mascota, Antonio también cosechó varios reconocimientos. En 2005, fue nombrado “Ciudadano Destacado de la Ciudad de Buenos Aires”, y muchos municipios bonaerenses le otorgaron diplomas similares. Sin embargo, los mayores elogios y premios los obtuvo gracias a la famosa foto de Juan Domingo Perón sobre su caballo preferido,  Mancha, que hoy es considerada su obra maestra.

Usted sacó la mítica foto del General…
Saqué muchas. La que se destaca es la de Mancha. Fue en 1950, en un desfile militar en la Avenida Alvear, la única vez que Perón  desfiló con él. Me fui donde empezaba el desfile, por la Plaza San Martín, e hice la foto. Atrás se puede ver el edificio Alas.

¿Cómo empezó con la fotografía?
Me inicié a los 17 años en Castelli, donde nací, y cuatro años después puse un estudio. Pero era un pueblo de 6 mil habitantes y se hacía difícil. No pasaba nada, y yo quería ir para adelante. Entonces me vine para Buenos Aires, sin ningún conocimiento. Sólo tenía un hermano que vivía acá. En 1948, él me puso en contacto con Héctor José Cámpora, que era presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. A él le debo haber llegado a donde llegué: fue mi amigo durante 30 años, y hoy mantengo una amistad con su hijo.

¿Cuál fue su primer trabajo como fotógrafo aquí en Buenos Aires?
Fue en Noticias Gráficas, y en el ’48 pasé a Crítica. Además trabajaba en El Mundo y El Mundo Deportivo. Esas fueron mis primeras andanzas periodísticas.
Y después, por medio del “Tío”, llegó al General…
Así fue. Las cosas cambiaron y fui a parar a la subsecretaría de Prensa de la Presidencia. Ahí empecé mi carrerita, siempre tratando de ir para arriba sin jorobar a nadie. La primera foto que le saqué al General fue cuando era ministro de Trabajo.

¿Usted es uno de los fundadores de la Agencia Fotográfica de Telam?
Fui el creador de la Agencia, cuando estaba en la calle Chacabuco. Trabajamos duro y parejo y llegamos a tener diez fotógrafos. La mayoría ponía su propio equipo, porque era muy costoso para el medio pagar los diez.

¿Cómo aprendió el oficio?
Aprendí solo, a base de poner plata en mi pueblo, porque quería ser fotógrafo sí o sí , y tuve la suerte de destacarme. Cuando estaba en Crítica, me llamaban de otros diarios para retocar fotografías y negativos, que eran lo más delicado que había.

En estos últimos años, con la era digital, la fotografía cambió bruscamente…
Son muchas las cosas que se han arruinado, entre ellas la fotografía. Siempre digo que no hay que confundir el ser fotógrafo con ser reportero gráfico. Son dos cosas completamente distintas. Yo me inicié en fotografía de galería, que es otra cosa: tenés que saber retoque, iluminación… Esa es la base que se necesita para pasar a ser un buen reportero gráfico. Pero ahora, por lo general, el reportero gráfico no es fotógrafo.

¿Usted no viajó cuando Perón se fue a España?
No. Tuve dos veces la oportunidad de ir y no pude porque estaba enfermo. Hasta hoy lo lamento.

 

¿El General era hincha de Boca?

Era de Boca, y yo soy de la mejor institución que tiene el país, Vélez Sarsfield. Fui muy amigo de don Pepe Amalfitani y le llevaba jugadores.

 

¿Y Perón fumaba mucho?

No mucho, no era de estar constantemente fumando.

¿Cómo estaba el ánimo del General en el ‘55?
Lógicamente no le hacía ninguna gracia, pero le decían lo que iba a pasar y no lo creía, hasta que el momento llegó. Jamás pensó en resistirse, porque no quería que corriera sangre. Después lo hicieron parecer un asesino, cuando no lo fue. Pero en ningún momento creyó que caería, por la forma en que estaba arraigado en el pueblo. El que no lo quería, era por razones muy especiales, o porque no le había convenido en algo.

Pero hay mucho gorila…
Había. Y ahora hay también. (se ríe). A esos no los sacás nunca. Hubo cada uno...

¿Nunca conoció un secreto de Estado?
No, nunca hablaba de política y nunca me gustó meterme en esa cuestión. Un día, Luder me dijo: “Me llama poderosamente la atención que, con la amistad que tenés con Cámpora, no te haya dado por ir para arriba políticamente”. Y yo le contesté: “¡Todo menos eso!” Hubiera sufrido terriblemente, porque para ser político hay que tener una pasta muy especial, que yo no tengo.

¿Qué sentía al estar al lado de Perón?
Era una persona muy especial. Por empezar, era sencillo bajo todo punto de vista. Si tenías la razón te la iba a dar, y si no, no. A él y nunca lo vi discutir, porque era superior a cualquiera que podía ir a pelearle. Cuando le hacías una foto seria, había que pedirle que no se riera, porque veía una cámara y lo primero que hacía era sonreír.

Y para la gente, ¿qué significaba?
Para ellos era como un Dios. Y yo lo veía como un hombre, ya estaba acostumbrado. En la primera presidencia fue una cosa, pero al final llegué a la conclusión de que él era como yo. Era presidente pero yo soy ciudadano, y estaba ahí porque yo lo había votado.

Por LETICIA LEIBELT y ALEJANDRO MOREYRA