Ezeiza

Así quedó la casa del hombre que quemó a Benet

Cientos de personas escracharon a Ricardo Eckerdt en Ezeiza. Ingresaron a su hogar y le rompieron todo. Quisieron sacarle a su perra, que se encuentra en pésimo estado, pero la policía lo prohibió. 

 

"Dados los acontecimientos que son de público conocimiento, convocamos a todo aquel que quiera manifestarse en contra del maltrato animal. Tanto la fiscalía como los medios se han hecho eco del accionar imperdonable de Ricardo Eckerdt”, decía la invitación que se difundió a través de Internet. El objetivo era realizarle un escrache al hombre que quemó al perro Benet en Ezeiza. 

Según fuentes consultadas por 24CON, decenas de personas y la mayoría de los vecinos del barrio, se dieron cita a las 15.30 de este lunes 12 de octubre. Eckerdt estaba dentro de su vivienda ubicada en la Ruta 205, Km 36, casi como si fuese un día más en su vida. Sin embargo, nada de cotidiano tuvo este feriado.

A puro insulto, la gente le manifestó su repudio por haber realizado un acto criminal a animal, que actualmente es cuidado en una veterinaria de Turdera, a varios kilómetros de su verdugo. A pesar de habitar en el departamento 3 del edificio 5, los vecinos se las ingeniaron para romper todas las ventanas de la casa y dañar la puerta. Pero eso no fue todo.

 

Escribieron todo el frente y una mujer pudo ingresar al domicilio donde no tuvo piedad y habría destruido gran parte de la misma, sobre todo su habitación. Todo esto, con él adentro.


Finalmente la gente no lo pudo linchar como tenían previsto, ya que ni la policía ni la gendarmería lo sacó de su lugar. Se quedó adentro acomodando todo el desorden provocado por los manifestantes.

 

Por otro lado, una mujer que formaría parte de Protectores de Animales, quiso llevarse a la perra que tiene como mascota personal Eckerdt, sin embargo no lo pudo hacer ya que no tenía la autorización del fiscal de turno. El animal fue llevado a la comisaría junto a su dueña y sus hijas, que hasta entrada la noche se quedaron allí.

 

 

Quién es Ricardo E., el hombre que prendió fuego a Benet

 

                                                                                                                  Por Cecilia Di Lodovico

 

Hace un mes atrás, alrededor de las 14, una imagen horrorizó a los habitantes del barrio Ezeiza II: Benet corría desesperado, envuelto en llamas, entre las edificaciones. Un grito de espanto sacudió a quienes no se habían percatado del martirio que padecía el pequeño perro también conocido como “Pirulín”, “Beto”, “Pirulo” y “Viejito”.


Resulta que, el can es de esos que se hacen parte de la vida de un barrio. Cariñoso, manso y tierno, “Benet” es apreciado por chicos y grandes en el barrio cerrado. Por esa razón, quienes lo vieron hecho una bola fuego, inmediatamente, fueron a su rescate y, posteriormente, lo cuidaron como a un miembro de su familia. Pacientemente, lo curaron, le pasaron crema por las heridas y lo vendaron día y noche, venciendo la impresión de tener un animal calcinado frente a sus ojos.


Ese amor fue el que le salvó la vida y sigue siendo el que lo mantiene en este mundo. Aún, le quedan dos meses de internación, pero la esperanza sigue intacta. Su lado derecho, región abdominal, es el más comprometido y el que más preocupa a los veterinarios. Y, si bien no perdió la vista en su totalidad, su visión se volvió borrosa, a raíz de las quemaduras. Sin embargo, Benet conserva su particular carisma y su inocencia de perro bueno. Incluso, cuando esta cronista se arrodillo para saludarlo, se acercó lentamente para pedir una caricia.

En la actualidad, la víctima del monstruo reside en una veterinaria de Turdera, a varios kilómetros de su verdugo. Denunciado en la Justicia, Ricardo E., intenta continuar con su vida normal en su departamento del barrio Ezeiza II, ubicado en el kilómetro 36 de la ruta 205, donde reside desde 1995 junto a más de 100 familias.

Pero no puede o, más bien, no lo dejan: desde que el brutal ataque se hizo público recibe frecuentes llamados telefónicos a su casa y a su celular con diversos mensajes, todos ellos insultándolo. En consecuencia, optó por no atender por más que el repiqueteó del aparato lo saque de las casillas. No le importó tanto que los vecinos le rompan los vidrios de su Ford Senda Blanco y le provoquen algunas abolladuras. En pocos días, reparó los daños, no sin antes amenazar a todo el barrio.

Los residentes de Ezeiza II le tienen miedo y mucho. Ni siquiera quieren acercarse a su puerta. Tienen sus razones: “Antes de irme del barrio, voy a matar a uno”, habría prometido; “los voy a dejar paralíticos”, les habría sugerido a los adolescentes y niños que juegan en el patio común de la edificación.

El sentido común indica que el hombre que cometió semejante barbarie, intentaría ocultarse de la mirada pública, pero, por el contrario, “patotea” a quienes salvaron a Benet e incluso los sometería manifestándoles su deseo de que el perro vuelva al barrio “para volverlo a quemar”. Y tiene oportunidad de hacerlo: el perro tiene su guarida en la misma torre (la número 5) en que vive el salvaje.  

La reacción, no obstante, no sorprendió a sus vecinos, puesto que Ricardo E. tendría varios antecedentes de furia ciega. Fuentes de la zona, indicaron a 24CON que el hombre habría destruido, a mazazos, lomas de burro porque le molestarían. El mismo destino habrían corrido las cerraduras de los portones del barrio. Y por sus brotes de violencia habría sido despedido de las líneas de colectivo 501, 60 y 178. Hace más de un mes que estaría sin trabajo debido a que su paso como chofer en algunas remiserías habrían tenido el mismo desenlace.

“Es una persona sumamente agresiva y queremos que se vaya del barrio. Ya tiene tres cartas de desalojo, esperamos que las hagan efectivas”, indicó un vecino a este medio.

Con, aproximadamente, 40 años, 1.85 de altura y un cuerpo robusto, combinado con un rostro de “asesino” –según lo manifestaron sus vecinos”, la apariencia de Ricardo E. inspira temor. No es para menos.

Al advertir que su perra Coocker había quedado preñada, decidió vengarse del supuesto autor de la fechoría. Lo llamó y lo roció con nafta. Un niño observaba la escena. Le hizo una señal de silencio y le dijo: “Ahora, vas a ver lo que hago”. Chasqueó el encendedor pero la llama no brotó. Benet salió corriendo, él lo siguió. Volvió a prender el encendedor y, en esa oportunidad, anduvo.

 

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