El celular de Pequeña P tenía llamados a políticos

El caso fue concebido como un suicidio, pero su familia pide a la Justicia que investigue un homicidio. Simulacro falso, una autopsia tardía y los secretos que la Pequeña P. llevó a su tumba

Pese a la penumbra que invadía la habitación de la calle Colombo 198 (Gualeguaychú), podía distinguirse, a los pies de una cama de dos plazas, un cuerpo inerte tendido en el piso. Una tanga blanca lo vestía y una contradicción lo adornaba: implantes mamarios y una larga cabellera rubia combinados con la inconfundible anatomía masculina. Minutos atrás, quizás un par horas, la vida lo había abandonado con los tacos puestos. Un cordón de electricidad de color negro rodeaba el cuello de la mujer/hombre con figura y cara de vedette de 1.78 de altura y 75 kilos de gravedad. Sus ojos –aún abiertos- miraban (sin ver) el techo de loza del que colgaba el resto del cable. A un metro de ella, una banqueta daba la pista y una lámpara -tipo araña- tirada en el piso, con una chalina fucsia atada en su extremo, hablaba de suicidio, mientras un pequeño ventilador continuaba luchando contra el calor de verano.

Un mes más tarde, el 30 de marzo de 2009, fue desprendida la tapa del ataúd. Encima de la delicada mujer, yacían flores putrefactas y un rosario de madera en composé religioso con una pulsera rodeada de imágenes de santos. El cadáver descompuesto de Pequeña P esperaba ansioso la autopsia envuelto en una sábana de colores. Todavía conservaba la tanga blanca, las pestañas postizas y el piercing que decoraba su abdomen. El caso aún no estaba cerrado y la certeza del suicidio se desvanecía con las incoherencias de los hechos relatados y los traspiés cometidos por el juez de la causa, Eduardo García Jurado, que se vio obligado a reabrir la causa que él mismo enterró. La autopsia fue realizada en la Morgue Judicial del Cementerio Municipal y estuvo a cargo del forense de los Tribunales locales Oscar Chiapetti y el legista del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Luis Moyano.

Resulta que Gladys Asunción Yolanda Sandoval, madre de quien nació, el 22 de mayo de 1979, como Mario Alberto Atum y murió, el 27 de febrero de 2009, como Pequeña P, no se conformó con los argumentos del magistrado y los dichos de la pareja de su hija, Miguel Horisberger y decidió presentarse a la Justicia como querellante, a causa de las “severas” dudas acerca de la causa del deceso. Y es aquí donde entra uno de los personajes más pintorescos de la criminalística argentina: Jorge Locles. Con la misión de echar por tierra todas las coartadas de los protagonistas del caso, colocó un manto de misterio en la investigación y no vaciló en asegurar que “a Pequeña P. la mataron porque vio algo que no tenía que ver”. Luego de estudiar detalladamente la causa Nº 64.483, caratulada “Atum Mario Alberto – Su muerte –”, sentenció: “Los datos obtenidos están muy lejos de aportar claridad en una investigación coherente, sino sirven solo para querer demostrar lo que el tribunal actuante quiere demostrar, confundiendo todos los datos que podrían servir para el caso”.

¿Por qué el juez ordenó enterrarla sin autopsia? ¿Por qué se hicieron las pericias con diferente materiales que los que habría utilizado Pequeña P? ¿Por qué se emitieron mensajes del celular de la occisa, después del hallazgo del cadáver? ¿El caso tiene relación con la muerte de Rony Galante, la travesti que ayudaba a Pequeña P?

 

La mañana fatídica
Alrededor de las 9, Pedro había visto descender a Pequeña P de un vehículo. Se saludaron. Todo parecía normal. Entre las 10.30 y las 11, el hombre escuchó los gritos que provenían de la vivienda de su célebre vecina.


Cuando el jefe de calle Estanislao Wursten llegó al domicilio indicado, se encontró con dos personas en el interior de una habitación y, en el piso, yacía el cuerpo sin vida de una travesti. A su lado, una sustancia similar al vómito, una banqueta y una chalina anudada a una lámpara de techo que permanecía tirada en el suelo. A un costado del cuarto, un balde contenía el mismo líquido del piso.


Los dos hombres presentes eran Miguel Horisberger, pareja de Pequeña P., y su vecino, José Luis Zola. Fue Horisberger quien dijo haberla encontrado: a las 10:40, entró a la habitación, vio una sombra y encendió las luces. Así pudo ver a su cónyugue “colgando del techo con un cable de electricidad atado al cuello”. Según sus dichos, Pequeña P. tenía las rodillas semiflexionadas y sus pies apenas tocaban el piso. “Inmediatamente, arrancó la tela, alargándose el cable de luz que sostenía la lámpara y llamó a su vecino (Zola) para que lo ayude con la maniobra”.


Al escuchar los gritos, Zola ingresó a la casa e intentó reanimar a su vecina. Fue inútil, lo único que logró es que el cadáver despidiera un líquido de su boca y su nariz.


Más tarde, la inspectora Marisol Duré secuestró, del lugar del hecho, un pañuelo de color fucsia con dos nudos, una lámpara de colgar tipo araña de tamaño chico, color negra con tres portalámparas y un cable de color negro y un celular que contenía 8 llamadas salientes, 13 perdidas; 35 mensajes recibidos, 25 enviados y 23 en bandeja de salida con error de envío. Entre los números marcados figura el de Omar Menem, sobrino del ex presidente y el de Carlos “Coco” Mouriño, amigo de Alfredo Yabrán. Ambas llamadas fueron hechas después de que Pequeña P. había sido hallada muerta.

El novio y el amante

 

Pequeña P. convivió por 6 años con Miguel Horisberger, un remisero de 35 años. La relación entre ellos era muy buena, algo que notaban las amigas de la travesti y sus vecinos. Sin embargo, la vedette ocultaba un amorío con Emanuel, un policía que custodiaba “El Ángel”, un boliche gay en el que trabajaba. Ese mismo viernes fatídico, por la mañana, Miguel se habría comunicado con Emanuel para preguntarle: “¿quién sos”?, “¿por qué le mandas mensajes a Pequeña?” Pequeña trataba ambos con el mismo tono afectivo.

 

Al mismo tiempo, el día anterior, la travesti y el policía habrían tenido una discusión por una tercera en discordía: "Arena", compañera y amiga de Pequeña P, con quien Emanuel también se "mensajeaba". Sin embargo, el uniformado negó cualquier tipo de vinculo con Arena.

La hora del deceso
Se estima que Pequeña P falleció entre las 10.25 y las 10.40. Esa noche, había ido con sus amigas, Bracho y “La Gorda”, al Ángel y, luego, salieron con unos amigos a una fiesta en Babylon, otro boliche. Alrededor de las 9 de la mañana, regresó a su vivienda. Una hora y media más tarde, Miguel recibía un inquietante mensaje en su celular: “Los amo, cuida a las nenas”.

Las dudas
Locles, como perito de la parte querellante, no cree en el suicidio y abona la posibilidad de homicidio, hipótesis que se vio reflejada en la autopsia realizada posteriormente. “Yo creo que la Pequeña P. vio algo en el Ángel, un lugar no muy santo, que no debería haber visto. Estuvo en el lugar equivocado, en el momento inoportuno. Además, me llama la atención que el novio (Miguel) se negaba a entregar el celular. ¿Qué quería ocultar?”, dijo el criminólogo a 24CON.


Luego del estudio la causa, surgieron las siguientes dudas:
1. De haberse ahorcado, ¿qué elemento utilizó la Pequeña P. para tal fin? ¿El cable o la chalina? Según el informe de la inspectora Marisol Dure, lo hizo con un cable de electricidad. Según lo declarado por Horisberger, lo hizo con el pañuelo.


2. Según las pruebas, el cable de luz debería haberse cortado, lo que habría cesado el suministro eléctrico. Algo que no sucedió. Además, la chalina ni el cable hubieran soportado el peso de Pequeña P. el tiempo suficiente para lograr el supuesto cometido.


3. ¿Por qué en la experiencia realizada por Gendarmería Nacional, por orden del juez, se utilizó una soga y un gancho de hierro para simular el hecho?


4. Durante la prueba, fueron necesarios cinco gendarmes para descender el muñeco que imitaba el cuerpo de la occisa. ¿Cómo pudo Miguel hacerlo solo?


5. La autopsia descartó el ahorcamiento y estrangulamiento por lazo. En cambio, “las lesiones observadas indican la fuerte presión ejercida a la altura de la cara anterior del cuello, en su parte media, que provocó fracturas e infiltraciones hemorrágicas”. En otras palabras, un brazo rodeo el cuello de Pequeña P. y lo presionó hasta matarla.

La misteriosa muerte de Rony Galante


El 1 de abril de 2009, la Policía de Gualeguaychú halló, en una vivienda abandonada, restos humanos en avanzado estado de descomposición, que habrían sido comidos por perros. Las extremidades, la pelvis, el cráneo y el tórax  era todo lo que quedaba de Ramón “Rony” Galante conocida como Gisela, una travesti de 42 años que frecuentaba la noche entrerriana y solía participar de los corsos. Rony había sido vista por última vez el 13 de febrero.


“Galante limpiaba la casa de Pequeña P y conocía sus secretos”, dijo Locles, por lo que consideró apropiado investigar el homicidio en relación a la muerte de Pequeña P.