Del Potro, el "crack" que llegó a la cima del mundo

Humilde y alejado de los problemas mediáticos, el tandilense quería largar todo el año pasado. Antes soñaba con jugar en Boca.

 

Juan Martín Del Potro se transformó en el rey del tenis. Arrolló a Rafael Nadal y venció con actitud a Roger Federer en una final apasionante, para las lágrimas. No lo podía creer el gigante de 198 centímetros. Sus ojos explotaron en un llanto emotivo. El suizo sonreía y aplaudía, todo un caballero, fiel a su estilo. Es que el mejor tenista de todos los tiempos se vio superado por una máquina de pegar.

El chico de Tandil, que en unas semanas cumplirá 21 años, puso de fiesta a una ciudad que se mantuvo expectante. El club Independiente, su cuna profesional, fue una de las sedes de la euforia. Lejos de escándalos mediáticos, la fama meteórica que logró el año pasado tras cuatro títulos consecutivos no lo afectó. Perfil bajo, de voz gruesa y cansina, Juan Martín siempre apeló al respeto.

Golpeado por las lesiones, estuvo a punto de dejar todo el año pasado. Franco Davin apareció en su vida para pulir una piedra preciosa y ayudarlo a conseguir su máximo anhelo: el US Open.

"Marcelo, yo quiero ganar el US Open”. Es 1998; una tarde como cualquiera en el Club Independiente de Tandil. Marcelo es Gómez, el creador de talentos de la ciudad serrana. El que le habla a su entrenador, un nene de apenas nueve años (aunque no lo parezca por su estatura) que juega al tenis desde hace 36 meses. La escena podría pasar como una más entre tantas, si ese chico que cuenta sus sueños de raqueta no fuera Juan Martín Del Potro. En otras palabras, si ese pibe no fuera, de hecho, el campeón del Abierto de Estados Unidos.

Años antes, Juan Martín soñaba con jugar en Boca, el club de sus sueños. "Me ayudaba el físico porque, cuando le pegaba de lejos, algún gol metía. Jugaba de 5. Ojo, que algunos chicos eran buenos, eh, terminaron jugando en primera. Por lo alto y el puesto, a mí me comparaban con Marangoni; una exageración, claro", contó alguna vez.

 

El orgullo de Tandil