Cuando la Justicia mira para otro lado

Como en todos los ámbitos, en la Justicia hay profesionales que hacen bien su trabajo y otros que no. Lamentablemente, la fiscal de Ituzaingó Natalia Luppi parece estar entre estos últimos. Eso es al menos lo que se desprende de su actuación en el caso de Clemente Mamani, quien acaba de ser encontrado asesinado y enterrado por sus propios vecinos.

Los ejemplos abundan, pero basta con mencionar algunos: nunca citó a declarar a Armando Olson, el joven que usurpó la casa de Mamani una hora después de que éste desapareciera. Y no sólo no lo hizo en un comienzo; tampoco lo hizo cuando –mientras Mamani seguía desaparecido- se descubrió que estaba implicado en el asesinato de otro anciano, Francisco Rodríguez Ocampo, al que también intentó quitarle la casa.

Contra la lógica más elemental, la fiscal recién ordenó un allanamiento en la casa de Olson veinte días después de que Clemente desapareciera y cuando el caso ya había sido difundido por todos los medios de comunicación.

Tampoco se le ocurrió que Clemente podría haber sido asesinado y enterrado en el mismo descampado donde fue hallado el cadáver de Rodríguez Ocampo. Fueron los vecinos los que, apelando al más básico sentido común, inspeccionaron el lugar y lo encontraron.

En fin, son muchas las explicaciones que la fiscal Luppi le debe a la sociedad. Pero siempre se amparó en el famoso “secreto de sumario” para que no dar a conocer sus actuaciones. Esa medida que tanto esgrimen los funcionarios judiciales y que, a veces, más que proteger su trabajo parece encubrirlo.