La adicción al sexo

“Tengo una energía, algo adentro que no sé qué es, pero la tengo que sacar de alguna manera”.

Quien me dice esto es O., un profesional, joven, inteligente, sin apremios económicos, exitoso en los proyectos que emprende y con muy buen contacto social. La energía de la que habla es sexual, y no puede dejar de pensar en las más diversas situaciones en las que la dejaría “salir” y en otras en las que directamente la deja.

¿Cuál puede ser el problema de un adulto joven que tenga vida sexual activa?

Ninguno excepto que al igual que otros comportamientos que implican un trastorno en el control de los impulsos, como por ejemplo la compra compulsiva o el juego patológico, deje de causar placer para dar paso al sufrimiento.

Si eso sucede, al igual que en las adicciones a fármacos, lo primero que hace la persona es empezar a restarles importancia a los problemas que padece -por ejemplo conflictos con su pareja- hasta llegar a extremos en los que la obsesión puede estar ya dentro del terreno de lo delictivo.

El eje del problema es la imposibilidad de controlar el pensamiento y, sobre todo, el comportamiento. Las manifestaciones más leves implican la pérdida de tiempo y de dinero, como por ejemplo la búsqueda obsesiva de material pornográfico por Internet o la necesidad de pagar por distintos servicios sexuales.

Pero como muchas veces el sistema de defensas -por ejemplo negando el caso-, no funciona, el problema no sólo se agrava, sino que deriva en conductas más arriesgadas y peligrosas.

Incluso avanzando a límites perversos, es decir que la persona busca el placer sin importarle las consecuencias. Los ejemplos más frecuentes son los de aquellos que tienen conductas exhibicionistas, de violencia o crueldad en la esfera sexual o de atracción por menores de edad.

Quienes usualmente vienen a la consulta manifiestan la sensación de no poder enfrentarse a algo que ya a esa altura los hace sufrir. Son muy comunes los cuadros de ansiedad, trastornos obsesivos, depresión o de dificultades en la esfera sexual asociada.

Pero afortunadamente en la actualidad sabemos cómo funciona el cerebro de un adicto o de alguien con dificultad para controlar sus impulsos. Por eso también sabemos que la solución no está en el castigo, sino en un tratamiento que combine breves intervenciones farmacológicas con una terapia cognitivo-comportamental. Y por supuesto, la participación de todo el núcleo familiar. Es el único camino para salir de este fenómeno que puede transformarse en un verdadero infierno.
 
* Psiquiatra, Psicoterapeuta, Sexólogo y Médico Forense

Director de www.consultasex.com