Los audios que recibió la menor violada en manada

La adolescente de 17 años recibió dos intimidaciones de quien sería la madre de uno de los detenidos. Rumores denigrantes, el rol del medio hermano y la posibilidad de un nuevo sospechoso

El barrio no sabe qué hacer con sus varones, excepto protegerlos a cualquier costo.

Miki había decidido no callarse esa mañana, después de que llegó llorando en un patrullero al rancho de chapa de su tía Isabel, en el que vivía con su bebé de dos años y otros seis primos luego de salir de un hogar de menores de la zona a comienzos de este año. Luego fue a la Comisaría 1º de Florencio Varela, acompañada por su tía: denunció que diez varones la habían violado en manada en la noche del sábado 30, en una previa en una casa del barrio Santa Rosa, a pocas cuadras de la cancha de Defensa y Justicia.

Una chica que conocía la había llevado hasta ahí. Miki sabía quiénes iban a estar, tenía una leve idea, un grupo de jóvenes de 18 a 24 años, conocidos de su hermano, todos del Santa Rosa. Comenzaron a beber en la casa frente a la canchita de fútbol del barrio. Horas después, Miki despertó en el piso mojado de un cuarto de la casa junto a un colchón, en pánico, mientras recordaba voces, escenas como chispas, chicos que se alentaban entre sí para abusar de ella, que se repartían prolijamente los turnos para penetrarla por la fuerza, uno tras otro. "Andate", le dijo el dueño de la casa: "Andate".

Así, Miki, con 17 años, llegó a la Comisaría Nº1. Fue atendida por médicos, le tomaron muestras con hisopos. A pesar de su estado de shock, una psicóloga consideró que estaba en condiciones de declarar. Los nombres de sus presuntos abusadores, no llegaron inmediatamente a su cabeza, no en la comisaría, tampoco en su declaración en la fiscalía del caso, la UFI Nº8 de la jurisdicción a cargo de la doctora Claudia Brezovek. Los nombres llegaron después.

El mismo día de la denuncia, Miki subió un video de casi tres minutos a su perfil de Facebook, que se viralizó rápidamente. Las chicas del Santa Rosa lo vieron de inmediato y lo cargaron a sus cuentas de Instagram. Y después se supo, fue nacional: a una chica de un barrio pobre la habían violado de a diez. "Grabo este video para que las mujeres eviten lo que me pasó a mí", dijo al empezar, sentada en una cama, mirando a un celular que no era suyo.

Señaló a sus presuntos abusadores: Laureano Coria, conocido de su hermano de cuando iban al colegio primario, Nicolás David Barreto, de 21 años, el primero en arrancarle la ropa de acuerdo a su relato.

Los hermanos Coria, Laureano y Octavio Joel.

"Empiezan a entrar todos en fila, me acuestan en la cama y me empiezan a violar", continuó Miki: "Lo que yo les quiero decir, chicas, es que no se callen. Estuvieron como tres horas violándome. Se turnaban entre ellos, 'andá, ponelo en cuatro, te toca a vos'. Uno me agarraba la cabeza y me decía que se la chupe". Su amiga que la llevó hasta ahí también aparece en su relato en el video, riéndose mientras la abusaban bestialmente desde el marco de la puerta, justo en la mitad del calvario.

Los nombres siguieron: Miki mencionó a Octavio Coria, hermano menor de Laureano, de 19 años. Con el correr de los días, nueve varones del Santa Rosa terminaron en una celda de una comisaría de Florencio Varela por ordenes de la UFI Nº8, entre ellos los hermanos Coria y los hermanos Krich, en cuya casa habría ocurrido el ataque. Hay un prófugo, Nehemías Fernández, que todavía no fue capturado.

También, la Bonaerense detuvo a P., otro chico del Santa Rosa que Miki mencionó en el video. Fue liberado y luego volvió al calabozo, esta vez con una causa por abuso sexual agravado a cargo de la UFI Nº1 del Fuero Penal Juvenil de Varela a cargo de Marcelo Cipollone. Su nombre no puede revelarse: el acusado tiene apenas 14 años.

Al día siguiente de la salida del video, Miki recibió dos mensajes de audio en su cuenta de Facebook. La voz era la de una mujer, una adulta que menciona expresamente al chico detenido. Los mensajes no era una muestra de apoyo, un mensaje empático, sino una clara amenaza. "Agarrá y aclará mamita, declará", le invitaba la mujer. Sería, según creen cerca de la menor, la madre de uno de los detenidos.

"Si no querés que vaya a la comisaría y te denuncie por falso testimonio más te vale que elimines todo lo que pusiste en Facebook. Agarrá y aclará mamita, declará, decí que 'yo pensé que eran tales chicos los que estaban esa noche y me acordé...' Vos lo hiciste viral...", le dijo la mujer, con la voz retorcida.

El relato sigue con más desprecio, avanza hacia la coacción explícita: "Vos lo viniste a buscar acá a mi casa a P., yo tengo cámaras en mi casa. Si no te diste cuenta que tengo cámaras en mi casa... Pará mamita, ¿qué te pasó que estás pelotuda? ¿Por qué te drogaste esa noche, mogólica, y te dejaste coger por diez guachos? Más te vale que me limpiés al guacho porque cuando te agarre te voy a partir el alma".

Ese fue el primer audio que Miki recibió. El segundo solo refuerza las cosas. "Yo a vos te conozco muy bien. Viniste acá, te quedaste a dormir una noche con P. acá en mi casa, en el piso, en el colchón de la casa de mi hija. Yo te voy a decir una sola cosa. Más vale que vos te desdigas de la estupidez que estás involucrando a los guachos, a los Coria y a mi hijo en una cosa que ellos no quisieron, que te enfiestaste con los guachos acá del barrio...".

Los audios todavía no fueron investigados por la Justicia, no constan al menos en la causa de la UFI N°8. Tras escucharlos, Miki no los denunció, no a los presentó a la policía o a las fiscalías del caso. Decidió esconderse, se fue del rancho de chapa de su tía Isabel a la casa de una amiga en otra villa de la zona sur, una casa que se había incendiado semanas atrás, que estaba casi en ruinas. Tiene un vecino a una cuadra de la casa incendiada, su padrastro: es el padre de su beba. Según Miki y su familia, la violó y la embarazó cuando ella tenía 15 años. Su padre biológico está muerto, su madre la abandonó años atrás.

Infobae la encontró en la casa incendiada el jueves pasado, en una situación de extrema pobreza. Su tía se preguntó por qué no tenía un patrullero en la puerta, temiendo una venganza desde el barrio Santa Rosa. Miki aseguró: "Antes tenía que callarme. Pero ahora aprendí a hablar".

Su medio hermano, poco más que un adolescente, la acompaña y le da una mano. Tiene miedo, tal como ella. Todavía no dejó el barrio, se cruza con los hermanos y parientes de los detenidos, de a uno. En sus cálculos, encontrarlos en grupo podría terminar con él pateado en las costillas en el pavimento. El medio hermano también le teme a caerse por las grietas del sistema, que el aparato judicial del Estado que lo marea y no entiende del todo deje a su hermana indefensa mientras el barrio Santa Rosa, el mundo que le queda, apoya en parte a los presuntos abusadores. No hay repudio en las calles, no hay turbas enojadas frente a las rejas de las casas, no hay pintadas ni convocatorias por Facebook. Algunos ensucian a Miki con rumores que le llegan a la puerta de la chapa de la casa donde se esconde, la tratan de "zorra". La voz de los audios no es una voz únicamente.

En las últimas horas, tras ver la historia de su hermana en Infobae y sus condiciones de vida, el medio hermano de Miki fue contactado por un grupo de abogadas feministas que le ofrecieron asistencia. Ayer por la tarde, ella y su medio hermano se preparaban para introducir la identidad de un nuevo sospechoso en el caso. En su declaración a la fiscalía, Miki había mencionado a un joven que fue parte del ataque en manada, no como violador, sino que la insultó y la golpeó. La UFI N°8 había convocado a tres testigos esta semana para dilucidar su identidad. A través de un comentario en el barrio, el medio hermano llegó a un nombre y apellido. El sospechoso, mayor de edad, le habría contado a un amigo: "Le pegué a la piba porque no quería estar conmigo".

El lunes por la mañana, la Superintendencia de Policía Científica de la provincia cotejó las muestras extraídas de Miki con sangre de los acusados. Los resultados de estas pericias estarán disponibles a comienzos de la semana que viene.