La Década Infame
Seguramente ante este titulo, usted se debe haber situado en aquel 6 de Septiembre de 1.930, con el golpe de estado militar que derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen y que duró hasta 1.943. Nada más alejado de la realidad, nos referimos a la década del 90, aquella que dejó marcas imborrables; un gobierno, el de Menem, que basado en el Consenso de Washington, aplicó la receta al pie de la letra. Disciplina fiscal, prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos, políticas comerciales liberales, mayor apertura a la inversión extranjera., privatización de empresas públicas, desregulación y protección de la propiedad privada. También se dispuso que se otorgaría ayuda financiera a aquellos países endeudados que adoptaran las políticas sugeridas por el Consenso. Cabe recordar que tal consenso era el de académicos, economistas y funcionarios estadounidenses, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Para dar cauce a estas recomendaciones, Menem abandonó rápidamente sus promesas de salariazo y revolución productiva. Nombró ministro de Economía a Miguel Roig primero, y luego a Néstor Rapanelli, ambos altos ejecutivos de Bunge y Born. El llamado Plan BB estableció el control de precios, el cierre a las importaciones y la convocatoria a negociaciones paritarias entre empresarios y sindicatos. También se aprobaron la Ley de Reforma del Estado y La Ley de emergencia Económica, que esbozaban un amplio plan de privatizaciones y dotaban al Ejecutivo de amplias facultades. El plan fracasó. La inflación no se detuvo y la recesión fue en aumento.
El proceso de privatización estuvo a cargo de Roberto Dromi y María Julia Alzogaray. Se privatizaron la petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, ENTEL, Gas del Estado, La Caja Nacional de Ahorro y Seguro, Obras Sanitarias, Los Aeropuertos, el Correo, la energía eléctrica, la seguridad social, dos plantas siderúrgicas, el mercado de hacienda de Liniers, las radios, los canales de televisión, las carreteras y los ferrocarriles. La idea era romper con el monopolio estatal, pero fue reemplazado por un monopolio privado. Esto transformó a los usuarios en rehenes de las empresas de servicios. Quizás este breve relato, que no es mas ni menos que una mera descripción de lo que ocurría a principio de los años 90, nos sirva para entender el porque de muchas de las cosas que aun hoy nos están pasando.
¿QUIEN NOS PODRÁ DEFENDER AHORA?
Transcurrieron poco menos de veinte años y aún hoy seguimos siendo esclavos de empresas monopólicas que deciden por nosotros. Si a Ud. lo invade alguna sensación de esta naturaleza, si se siente rehén de alguna empresa de servicio, si por momentos experimentó la terrible experiencia de sentir que ya nada puede cambiar, no desespere, es mejor que lo asuma, que actúe y que haga valer sus derechos.
La ley nacional de Defensa al Consumidor Nº: 24.240 dice que Ud. tiene derecho a: La seguridad en el consumo, derecho a la información, derecho a elegir, derecho a ser oído, derecho a la reparación ¡Sonria! Hay una ley que lo protege. (Ver recuadro defensa al consumidor)
Si bien es cierto que las veces que hemos llamado para formular algún reclamo a esas empresas de servicios, nos encontramos con un contestador que nos da una opción para marcar otras tantas opciones y a su vez esa opción, la posibilidad de seguir marcando mas opciones, por favor, no sienta que no lo escuchan, es la tecnología que nos supera.
Si en alguna ocasión Ud. le comunicó a la empresa de teléfonos que se borraba para pasarse a una empresa mejor y una voz del más allá le recordó que no existe esa posibilidad, no crea que no tiene derecho a elegir, solo quieren hacerle conocer el bendito sentido de la pertenencia, “porque pertenecer tiene sus privilegios”.
Si alguna vez recorre un comercio y no encuentra el precio del producto en la góndola, no crea que están vulnerando su derecho a la información, solo quieren ver si Ud. está atento.
Seguramente, estas situaciones le suenen familiares y más allá de la humorada, sabemos que esto nos está ocurriendo y es muy grave.
Todo depende de la actitud que tomemos; o nos acostumbramos a convivir con lo que está mal o nos ponemos en acción. Cuando existe libertad de mercado, los precios los regula el consumidor siendo inteligentes a la hora de comprar. Cuando los monopolios no permiten elegir, es cuando debemos denunciar y exigir que las reglas del juego cambien.
Hay cosas que no han cambiado y serán muy difícil desterrarlas, pero también es cierto que existen las lentas pero perseverantes luchas de un pueblo en procura de sus mejoras. Los cambios son de abajo hacia arriba y quizás sea con nuestra actitud cotidiana la manera de empezar a corregir los rumbos.
Participemos, involucrémosnos cada día mas, formemos parte del cambio, pensemos que el triunfo de los malos, también tiene que ver con la pasividad de los buenos.
Alguien una vez dijo: “NADA HA CAMBIADO, EXCEPTO MI ACTITUD, POR ESO TODO HA CAMBIADO. Es hora de cambiar y terminar con las décadas infames y con las consecuencias que aún seguimos pagando.
Especial para www.24sanmartin.com.ar