Ricardo Ragendorfer

Rottweiler del periodismo

Escribió "La Bonaerense" y se convirtió en referente de la crónica policial. Dice que si Dios existe, habría que procesarlo por mala praxis. Lo echaron de Noticias por haber orinado a un conserje.

Ricardo Ragendorfer, alias “Patán”, es el producto de una mezcla entre un forense y un poeta. Sentado en una de las mesas de "36 Billares" y la primera pregunta que se le ocurre al cronista es si cree en Dios. Él escupe: “Pienso que si existiría habría que procesarlo por mala praxis. Pensándolo bien, de la creación del universo lo único que le salió bien fueron algunos paisajes”.

Una paradoja se deshilacha en el inicio de la nota: basta con tipear R-a-g-e-n-d-o-r-f-e-r en Internet y páginas y páginas con notas sobre “Patan” aparecen de inmediato. ¿Un periodista más entrevistado que entrevistador? “Empecé a ser consultado después de publicar La Bonaerense y de hecho, cada vez que La Bonaerense se manda un moco me entran a llamar, al principio me parecía raro estar del otro lado del mostrador”, explica.

¿Te echaron de la Revista Noticias porque measte en el lobby de un hotel?
Yo laburaba en Noticias y me mandan a Mendoza a hacer una nota sobre una red de prostitución. Fui con un fotógrafo que era un plomazo. Manejaba lento, sacaba fotos lento. Cuando hablaba me agarraba un sopor. En Mendoza me hago amigo de un pibe que laburaba en un diario local, así que a la noche quedamos en ir a un bar mexicano.
El fotógrafo se fue a dormir. Me tomé como diez tequilas. Al día siguiente me levanto,
tomamos el avión. Yo estaba con una resaca bárbara, le pregunto a mi compañero si hice algún papelón. Me mira. Resulta que a las tres de la mañana el recepcionista lo llama y le dice: “Mire, su compañero esta desnudo en un pasillo al lado de una estufa”. El fotógrafo aburrido salió, me fue a buscar y me acostó. Y yo, parece que me volví a levantar y, confundí al portero con un mingitorio. Y lo mee.
 
Después de todo lo que dijiste en tus libros, ¿por qué no te mataron?
Eso es raro, hay una constelación de circunstancias que me beneficiaron en ese sentido. Por un lado: después de la muerte de José Luis Cabezas no hubo agresiones demasiado estentóreas contra periodistas. De algún modo, su muerte causó un efecto indeseado en sus autores. Lo que originalmente fue concebido para amedrentar, para silenciar y causar temor y eventualmente para hacer el punto de partida de una escalada. Finalmente causó un escándalo socio político tan grande y un especie de repudio y furia de la sociedad, por lo que se congeló esa metodología.
Y por otro lado, yo siempre digo, medio en joda medio en serio: yo escribí sobre la Bonaerense porque vivo en la Capital, si hubiese vivido en Ramos seguro mi libro sería la Federal.
 
Pero si te quieren poner te ponen y listo, ¿o no?

Digamos, la Bonarense no pasa acá a la Capital. Eso es una cosa bastante concreta y la Federal lo mismo. Viene de la década del sesenta cuando una patota de la Federal que estaba en robos y hurtos, a cargo de Almirón Cena y Morales, que después fueron capos de la triple A, amasijaron a un tal Boggio, que era un ex boxeador volcado al delito que apareció baleado, desfigurado a golpes y con las patas cortadas en la provincia de Buenos Aires. Resulta que ese tipo era buche de la Bonarense y hubo una guerra sin cuartel y desde ese momento se dividieron las aguas. 
 
Por otro lado, a diferencia de algún político corrupto o a diferencia de la furia que puede engendrar en algún boludo de la farándula un chisme irradiado en el programa Intrusos, los tipos de la Bonaerense, digamos, reaccionan de una manera muy extraña ante las cosas que escriben sobre ellos. El caso más extremo es el del gordo Naldi, que tiene conmigo una especie de síndrome de Estocolmo pero al revés, le caigo simpático. Después de los dos libros, yo le hice mal vender un yate de 600 mil dolares y separarse (seguramente no por mi). Una vuelta, hace 8 años, me lo cruzo en un programa de televisión y terminamos hablando de pañales. La literatura no está en la cúspide de sus preocupaciones, lo toman como las travesuras que uno hacía en el colegio secundario y si aparecen en un libro, mejor, están chochos.
 
¿La fama es como un traje que te queda fuera de temporada?

O sea, esto tal vez sea extraño, yo descubrí mi vocación periodística una vez que hice mi primer nota. Tenía 19 años. No tenía ninguna vocación  definida. Mi último texto hasta el momento había sido una redacción sobre la vaca. También empecé a hacer policiales de una manera azarosa. Este presunto reconocimiento me suena raro.
De algún modo oscilo entre el anonimato y una fama que digamos, aunque no es injusta, es extraña y en ciertos casos absurda.
 
Frases como “vació los inquilinos de su cargador” o,  “la pareja de chinos envueltos en la sábana parecían arrolladitos primavera” ¿marcan la brecha entre un periodista “correcto” y un artista enjaulado en un cronista de policiales?
 
El tema es el siguiente: mi elección por el género policial es una aproximación a la literatura, independientemente a que la literatura se divide del periodismo por el hecho de que arbitrariamente suele cabalgar sobre la ficción. Para mí, en un diario, es la sección que está más cerca de la literatura. Mi elección del género es una cuestión estética. Y de los casos sobre los que escribo más que quien fue el culpable o, datos de la investigación, me impresionan algunos detalles y fundamentalmente, el humor que sobrevuela en las perores circunstancias, en los momentos más tenebrosos de un crimen hay algo que me resulta cómico. Quizás el humor negro sea una forma de conjurar el horror que tienen todas estas cosas. La muerte me sigue causando la misma aprensión y el miedo a que le pase algo a un ser querido no es conjurable.
 
Digamos que una cosa es reírse de la muerte y otra, es reírse de los muertos.
Exactamente
 
¿Sos como un chamán policial que busca a través de ciertas sustancias un estado alterado para observar otra realidad?
 
Tuve determinadas épocas bastantes intensas a nivel pócimas. Pero digamos que a diferencia de otros tipos que se estimulan con cocaína y alcohol, yo jamás pude escribir ni una línea en ese estado.