El hombre que le ganó el partido a la guerra
Jugaba al fútbol y tuvo que viajar a Malvinas. Tres semanas después del conflicto, volvió a Los Andes para continuar con su carrera. "Me salvó la vida, muchos compañeros prefirieron suicidarse", le dijo Luis Escobedo, ex combatiente, a 24CON.
Los subieron a un avión y cuando bajaron, en una porción de tierra ubicada en el sur del planeta, tuvieron que combatir. Ya no por su obligación como patriotas, sino que para sobrevivir. Las explosiones pegaron más fuerte dentro de sus cabezas que en cualquier lado. Desprovistos de armamentos convenientes, de ropa y de comida, fueron por el enemigo. Y perdieron, lógico, aunque las noticias por entonces decían lo contrario.
Hoy, 649 cuerpos argentinos descansan en el cementerio Darwin, bajo el cielo británico. Muchos compañeros de Luis Alberto Escobedo quedaron allí, olvidados por el mundo, salvo por sus familiares. Escobedo fue uno de esos chicos a los que se los utilizó para la guerra. Él era un joven de 19 años, que jugaba al fútbol en Los Andes y que, gracias a la pelota, pudo sobrevivir. Su historia, particular, teñida por el verde del césped más que por el del uniforme, parece un ejemplo perfecto de la bondad cinematográfica.
Escobedo fue a las Islas como futbolista, volvió como ex combatiente, para convertirse jugador semanas más tarde. El deporte, dice en una charla con 24CON, le salvó la vida.
-¿Qué le pasa por la cabeza cuando se acerca esta fecha?
-Después de tanto tiempo es como que cicatrizaron algunas cosas, pero cuando uno se junta con compañeros que están sufriendo recordás a los que quedaron allá y eso es lo doloroso.
-¿Qué sintió cuando se enteró que tenía que viajar a las Islas?
- Yo estaba jugando en Los Andes y ya había hecho el servicio militar. Hacía un mes que había terminado la colimba. Jugamos contra San Lorenzo y después me reincorporaron. Nadie sabía que íbamos a Malvinas, nos subieron a un avión y nos bajamos en las Islas. El tema fue cuando empezaron los bombazos y todo lo demás. Entonces nos enteramos que era cierto y comenzamos a vivir una experiencia terrible a convivir con el miedo, el terror y con lo que en realidad iba a suceder más adelante.
-¿En qué pensaba cuando estaba allá?
-Hasta que no empezó el ataque se pensaba en volver, en jugar a la pelota. Me pasó algo muy especial, porque nunca recibí ninguna carta. Uno se ponía a llorar, se le aflojaban los sentimientos. Empezás a ser hombre en corto plazo cuando tenés que convivir con la realidad de estar en una guerra. Pensás cualquier cosa pero tu mente tiene que estar ahí, porque tenés que sobrevivir.
La guerra pasó. La supremacía inglesa le costó la vida a cientos de soldados que poco pudieron hacer. El clima amenazante de las Islas fue uno de los peores enemigos y, ante tal adversidad, la mente se rinde. La derrota fue un hecho. Muchos jóvenes sobrevivieron a la batalla, pero tuvieron un combate peor al volver. La imposibilidad de conseguir trabajo y las secuelas psicológicas propias de un conflicto de tal magnitud, provocaron que muchos sucumban ante la tentación de quitarse la vida.
Para Escobedo, el fútbol fue su terapia perfecta. El método no científico que salvó su vida.
-¿Cuánto tardó en volver al fútbol?
-Yo abandoné el fútbol cuando volví. Me vinieron a buscar varias veces, pero les decía que no. Hasta que fui a ver a Los Andes y se me despertaron las ganas de volver. A las tres semanas ya estaba jugando en Primera de nuevo. Eso me ayudó muchísimo.
-¿Cómo lo ayudó?
-A mi el fútbol me sacó de un lugar del que los demás muchachos no pudieron salir. Pude haber padecido algo feo, pero al jugar al fútbol volví a ser una persona pública y mi mente pasó por otro lugar. No así con la gente que no encontró trabajo, no encontró la contención y padeció otras cosas.
-¿Los hinchas lo respetaban más?
-Nadie en la cancha me hizo sentir que era ex combatiente, a veces mis compañeros me preguntaban, pero ni lo periodistas ni los hinchas hacían eco que era ex combatiente.
-Para muchos argentinos, el partido entre Argentina contra Inglaterra en el Mundial del ‘86 fue una especie de revancha, ¿usted qué sintió?
-En realidad yo nunca tuve rencor a los ingleses. Estuve prisionero una semana, y los ingleses son profesionales. Ese es su trabajo, nosotros tuvimos un ideal de ir a defender nuestra tierra y ellos el suyo. Nos enfrentamos porque nos mandaron.
-¿Cómo lo trató el Gobierno de aquel momento?
-Cuando volvimos, justo afloró la democracia y a nosotros nos ignoró. Nos tomó como basura y en eso sí tengo rencor. Porque jamás se acordaron de los veteranos de guerra. Por suerte hoy sí, el Gobierno de los últimos años nos ha dado un bienestar. Tardaron más de veinte años en reconocernos, pero en el camino quedaron muchos compañeros que padecieron muchas cosas.
-Cuando se acuerda del pasado, qué se le viene a la cabeza, ¿los momentos lindos del fútbol o los feos de la guerra?
-Siempre prevalecieron los de la guerra, pero por suerte, gracias al fútbol, pude salir de los momentos de recordar, de pesadillas. Pero muchos compañeros tuvieron que tomar otra decisión, la de suicidarse. Porque eso no se olvida nunca. A mi me salvó mi familia y por lo lindo que es el fútbol, que es una isla.
Hoy, Escobedo trabaja como delegado regional en Lomas de Zamora de una obra social. Está casado con Irma y tiene dos hijos (Brenda y Alan). A lo largo de su carrera como futbolista también jugó en el Vélez del Bambino Veira en la temporada 1991/92, además de otros clubes como Colón de Santa Fe, Racing de Córdoba, Belgrano, Independiente de Mendoza, Wanderer’s de Chile, Tigre, Temperley y Dock Sud.