Gaby Álvarez

"Para mí se acabaron las fiestas"

En exclusivo, el relacionista público habló con 7 DÍAS en la casa donde pasa las horas fuera del penal. Dice que cambió la noche por la filosofía zen y que no puede dejar de pensar en las víctimas del accidente fatal.

La zunga negra brilla ante el reflejo del sol. El anfitrión invita a pasar con amabilidad, sin fingir el trato. Después, el reproche: “Los medios me mataron, y un accidente como el que tuve le pudo pasar a cualquiera”. Gaby Álvarez, el anfitrión, se incorpora de un salto, se da un chapuzón refrescante y aclara: “Puedo hacer de todo, pero me guardo porque dicen cualquier cosa. La jueza me permite salir 48 horas semanales, así que me la paso afuera, pero después la prensa publica que ando de joda o que me tiro al agua y nado en la pileta”. Los restos de un sándwich de milanesa son testigos de la charla, mientras el calor se encarga de secar los restos de la zambullida.

Asegura que su vida cambió, y casi en forma permanente recuerda a Fernando Cicchiari y Gloria Pérez del Cerro, las víctimas fatales del accidente. Tiene el presentimiento –casi una certeza íntima– de que los familiares de los muertos no de­sean escuchar más su nombre. Jura que los respeta y que no hay día en su mente que no se remonte al 23 de enero. “Justo el día del cumpleaños de (Luis Alberto) Spinetta. ¿Te parece? Debía ser una fiesta y terminó en fatalidad”.

Gaby habla. No espera la pregunta. Arremete como una tromba para explicar, para contar su verdad, para dejar en claro que no es el mismo. Y quiere que ese cambio se vea. Por eso –dice– se hizo tres tatuajes en el cuerpo. “Tengo el símbolo de paz, uno que significa el equilibrio y el nuevo logo de mi empresa”. Los dibujos zen de su piel pretenden expresar una calma que el RRPP no oculta. “Ya no voy a andar corriendo, se acabaron para mí esas épocas de entregar celulares u organizar fiestas”, asegura, y muestra su nueva tarjeta de presentación, cuyo logo es un arco iris. Comenta como al pasar, que ahora trabaja con gente del fútbol, pero no ofrece demasiadas precisiones; también informa que representa a un millonario noruego que invirtió en emprendimientos inmobiliarios en Punta del Este.

Su verdad. Se le nota compungido cuando se le menciona el accidente, un tema ineludible. El relacionista público desmiente varias informaciones que circularon durante el año, un 2008 que lo tuvo en todas las páginas policiales.

Niega que esté preso junto al ladrón que le robó algunas pertenencias a la cantante colombiana Shakira; también que duerma junto a violadores. Relata su experiencia en la cárcel con naturalidad y jura que no tuvo ningún privilegio en el penal de Las Rosas, donde asegura que se le dispensa el mismo trato que al resto de los presos. No duda en acusar a la justicia uruguaya de miedosa, ya que considera que debería haber quedado en libertad hace rato. “Es la primera vez en la historia que quedan presos tanto el conductor como el acompañante, y yo ni siquiera sé nadar”.


A Blas Coelho, su ex secretario, ahora lo llama “compañero”, y se refiere a él con frialdad. “Cambió su declaración tres veces porque pensó que quedaba preso en soledad, pero yo estaba viendo cómo hacer para que saliera lo antes posible. Se asustó y lo entiendo”. El Honda Prelude destruido todavía duerme en la comisaría de La Barra. Los hierros retorcidos recuerdan, al que pase, lo sucedido. “Mi compañero tenía las gomas lisas, una locura”, reflexiona Álvarez, pero el coche estaba a su nombre.

Pero, más allá de análisis personales, Gaby direcciona la conversación hacia un tema que lo desvela, el hecho que modificó el curso de su vida. “Mi familia tiene contacto con los familiares de los chicos muertos. Es más, Fernando jugaba a la pelota conmigo, éramos amigos, y su familia vive a la vuelta de la casa de mis viejos”.

Periodista Revista 7 Días