Juan Sasturain

Un icono de la resistencia "sumergida"

Escritor, editor y guionista, vivió hasta el ''79 en el mundo "subterráneo de los medios". Dice que la resistencia fue fundamental para la vuelta a la democracia.

                                                                                 por Luciana Fernández Virginillo e Ivan Rodriguez

No es peronista. Al menos no lo es ahora, porque en ese entonces, en 1983, votó a Italo Lúder y vivió las elecciones “como el culo”. Aunque afirma que no tardó en darse cuenta que “saludablemente la gente eligió bien”. El indulto de Menem lo definió más adelante como una persona políticamente inestable.

Juan Sasturain es un reconocido escritor y editor que actualmente divide su tiempo entre la conducción de su programa televisivo literario, “Ver para leer” y la responsabilidad editorial de la revista de historietas Fierro. Trabajó en todo tipo publicaciones y encontró el primer destape allá por el ’79, año hasta el cual no publicó ningún material por la censura.

- ¿Cómo vivió el día de las elecciones de 1983?
- Lo viví como el culo porque yo voté a (Italo) Lúder, pero saludablemente ganó Alfonsín. Ese día me sentí electoralmente derrotado pero, por otro lado, feliz por el festejo. Esto es sincero, no es una alusión endulzada por el tiempo. No tardé mucho en darme cuenta de que estaba bien la victoria de Alfonsín y que la sociedad había elegido bien.

- ¿Tardaron en darse cuenta que la vuelta de la libertad de expresión era una realidad con el advenimiento de la democracia?
- La percepción del valor intrínseco de la democracia, como posibilidad de salir, incluso en su elemento más externo y superficial que es el hecho de la votación, fue percibido inmediatamente por todos. Pero fue hasta mediados de los ’80 que realmente se hizo carne en todos el valor de lo recuperado, más allá de que se pudiera discutir polémicamente cuáles eran las razones por las cuales la democracia había vuelto.

 

- ¿Cuáles fueron?
- Si había sido el resultado de la resistencia, si fue un “soltar el poder”, si la modificación del poder político modificó la distribución del poder en el país. Lo que sí sucedió que dura hasta hoy y está consolidado como consenso general, es el valor en sí que los mecanismos democráticos tienen, que estaban en cuestión desde la derecha y la izquierda.

- ¿Qué hacía en ese momento?
- Trabajaba. Había trabajado en la Urraca hasta el ’81, me pelee y me fui. En el ’82 trabajé en feriado nacional y Billiken y de ahí salté a La Voz. En el ’83 hice Feriado Nacional, una revista de humor considerada como una especie de alternativa peronista de Humor Registrado.

- ¿Pudo retomar cosas que había tenido que abandonar por la censura?
- Yo estuve acá toda la dictadura y había dejado de publicar en los medios en el año ’75, así como tuve que abandonar la universidad presionado por la triple A. Por suerte no me mataron (suspira). Entonces dejé de publicar y empecé a trabajar de corrector de pruebas en Clarín hasta el ’79, esa fue mi etapa sumergida. En ese año empecé a poder publicar en Humor y Medios y Comunicación. Las posibilidades de escribir las fuimos creando durante la transición de poderes, no fue sólo a partir del ’83, como cree la gente que vino del exterior y empezó a laburar enseguida. Todo fue madurando.

 

- ¿Tiene alguna publicación que podría haber sido considerada subversiva? 

- En mi caso, tengo un texto que se llama “Carta al Sargento Kirk” del ’81 que fue publicado en Medios y Comunicación y la gente se pregunta <¿cómo carajo sacaban esas cosas?> y bueno, estabas acá y había que rebuscárselas.

- Más allá de la censura, ¿se buscaba trabajo en los grandes medios?
- Tratábamos de no ir a laburar a los medios que eran cómplices directos con la dictadura, como todos lo de Atlántida. Cuando yo trabajé en Billiken compartía el ascensor con los hijos de puta de Somos, por ejemplo, que estaban bajando línea de la dictadura. Los medios no fueron todos homogéneos, pero los grandes medios no fueron espacios en donde se pudo formar algún tipo de opinión discordante.

 

- ¿Siente que dichos medios podrían hacer una auto crítica sobre la obediencia política?
- Nunca puede existir. Jamás van a hacer auto crítica de sus apologías a la dictadura o de sus bendiciones a cualquier tipo de genocidio. Incluso a Clarín mismo le han secuestrado periodistas y nunca abrieron la boca. Los medios, como todas las empresas, tienen ideologías de empresas y como tal se manifiestan. Para ellos no hay auto crítica que hacer, no lo sienten como tal. Igualmente son parte de nuestra sociedad, no hay que demonizarlos tampoco. Esta sociedad tampoco lo hizo, ¿o la dictadura, acaso, no tuvo consenso? En el ’76, la mayoría de la gente deseaba que el rengo gobierno de Isabel (Perón) cayera.

- En este contexto, ¿cuál fue el paradigma de Humor?
- El momento de apogeo de Humor coincidió con las expectativas sociales de la clase media en vísperas de la vuelta de la democracia. Luego, con el desarrollo de la democracia y con el natural encolumnamiento y simpatía manifiesta de Humor con el gobierno alfonsinista, sucedió lo típico de cualquier medio que se acerca al ocasional gobierno de turno.

- Lo prohibido era lo deseado…
- Humor siempre tuvo sus mejores momentos de acuerdo a su relación de rispidez con el gobierno. Todo el grupo que hizo los comienzos de Humor venían de revistas como Chaupinela, Satiricón, entonces ya estaban escaldados de represiones y prohibiciones. Ponerle a una revista el nombre Humor era decirle a los milicos, “esto es un chiste, no jodamos”. Era una manera de abrir un paraguas. Fue el único medio masivo opositor.

- Fierro nace en 1984, ¿cree que este tipo de publicaciones fueron un sostén de la democracia?
- Aunque es un medio estrictamente vinculado a la apertura democrática sería muy pretensioso afirmar eso. Allí se notó mucho el tipo de medio que florece en un momento que socialmente hay una expectativa de cambio. Cuando la sociedad vislumbra un futuro mejor que el pasado inmediato. Era tanta mierda la que teníamos atrás, que la expectativa fue muy grande. Hubo una larga primavera alfonsinista y Fierro participó de eso porque teníamos una mirada hacia delante y hacia atrás. Hicimos una lectura de transición. Publicamos a los grandes autores de antaño y también a todos los pibes que no tenían lugar en otros medios.

 

- ¿Cuál fue el límite para el destape mediático?
- Había cierto cuidado al principio porque había una sensación generalizada de que teníamos que tener cuidado, no vaya a ser que vuelvan los milicos. Eso persistió bastante tiempo, sobre todo en la crítica a las instituciones. Recuerdo una tapa que hicimos en Feriado Nacional cuando ganó Alfonsín que estaban todos los dirigentes desnudos en la entrega de mando, y nos destrozaron. Evidentemente la sociedad estaba muy sensible porque era burlarse de la democracia y esas cosas no se hacían. Es comprensible, aunque nosotros consideramos en ese entonces que la democracia no era tan sensible como para que una tapa la perturbara.

- ¿Se puede rememorar aquel tiempo?
- Es muy difícil reconstruir el sentido común de una época. Se pueden juntar documentos pero no se puede reconstruir lo que se hablaba en los bares. Fueron años muy peculiares. Siempre se piensa, ¿cómo fue posible el nazismo, la dictadura, el menemismo? Y la respuesta es: la sociedad funciona así, ese es el sentido común de la época en el cual influyen los medios, la política y los poderes.

- ¿Sigue siendo peronista?
- Dejé de ser peronista con el indulto de Menem. Eso no quiere decir que me haya pasado a otro lado y que no haya votado a Chacho o a Kirchner. No soy peronista.