El barco fantasma de Quequén
Espíritus de salitre y óxido
Sombras e historias irreales. Llegó sin tripulación pero atracó sin problemas y evitó el desguace escapándose hacia el mar.
Pasadas unas horas, lentamente fue ingresando en la entrada del puerto de Quequén. Silencioso y en sombras. Su único tripulante visible en un dificultoso castellano solicitó por radio un espacio en el puerto pero a diferencia de cualquier otro buque informó que atracaría sin práctico.
Marineros del puerto lograron ver como, luego de que el barco dejara de moverse, cinco tripulantes descendieron escurridizos y se perdieron en la ciudad. Los más experimentados marinos del puerto bonaerense afirmaron que era imposible que un solo capitán, y a lo sumo ayudado por otras cinco personas, hubiera podido maniobrar y hacer funcionar eficientemente semejante pesado buque carguero, se necesitaban como mínimo 15 hombres. Pero allí estaba.
La mañana lo encontró solitario y ya rodeado por un halo de misterio e historias: Piratas modernos, contrabando de armas, de drogas o de personas, crímenes en alta mar, motín o robo, entre otros, pero rápidamente el Caribea se transformó en el barco fantasma de Quequén.
Durante meses estuvo abandonado apoyado sobre un muelle del puerto, su nórdico capitán había desaparecido. Aunque muchos afirmaban que se había casado con una lugareña y trabajaba en un comercio de la ciudad nadie se molestó en buscarlo. Cuando dos años después de su llegada se decidió su judicialización y posterior desguace un hecho fortuito y llamativo cambió el rumbo de su destino.
Desde el puerto, los pocos marineros que se quedaron esa noche soportando el vendaval vieron como el desolado barco salió del muelle como si fuera tripulado por una mano experta. Salió al mar atravesando las escolleras sin rozar ninguna y puso proa hacia el este. Desde la costa algunas miradas agudas afirmaron ver siluetas oscuras que se paseaban por su cubierta como si el buque estuviese en plena tarea.
Quizás cansado de vagar de puerto en puerto y arrepentido de haberse ido, el barco en medio del mar giró y se encaminó hacia la costa. En medio de la tormenta se divisaba una sola potente luz, era el faro de Quequén y hacia allí se dirigió. Con un brusco golpe encalló contra la playa. La arena lo abrazó y nunca más se movió de allí.
El Caribea dejó de ser un buque fantasma para ser un naufragio y un punto de reunión de turistas y curiosos, aunque las historias sobre el barco fantasma se siguen escuchando en el puerto de Quequén.
16 de mayo de 2010
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