La "salsera" de Ramos que triunfó en Hollywood como bailarina erótica

Carolina Cerisola vive en Los Ángeles y trabajó Justin Timberlake y Sting. "Vi a Brad Pitt haciendo striptease", contó a 24CON. Su romance con Owen Wilson y su recuerdo de Heath Ledger.

Por Leticia Leibelt
El Conurbano se le nota. En su voz, en cada expresión que usa al hablar y cada vez que se ríe. No tiene acento, a pesar de los 12 años que lleva viviendo en California. Lo único que se le pegó fue el “ok”, que repite varias veces a lo largo de sus relatos. Carolina Cerisola es lo más parecido a lo que allá llaman “the girl next door” (la chica de al lado): una piba de barrio, sencilla, auténtica, de 32 años. Pero con un trabajo que ella define como “un sueño hecho realidad”, que le permite codearse con las grandes estrellas de Hollywood y aún así mantener el perfil bajo que cultivó desde su infancia en Haedo y Ramos Mejía.
    
“Hace un mes me hice un tatuaje en la pierna que dice ‘Made in Argentina’. Aunque ya formé mi vida acá, extraño a mi papá, los mates con amigas, la siesta, los bizcochitos de grasa, los chicos argentinos… las cosas simples”, enumera, nostálgica, a 24CON, desde Los Ángeles. Donde en  tiempo récord pasó de bailar salsa de manera profesional a incursionar en el baile erótico y trabajar para los artistas más reconocidos, hasta finalmente formar su propia compañía, “The Floor Productions”, junto a su amiga y socia, Sascha Escandon.

Hace apenas semanas, Carolina tuvo una presentación con el cuerpo de bailarines de Sting, a quien ya había acompañado en una gira que la llevó al Madison Square Garden de Nueva York y al Hollywood Bowl, los escenarios más importantes de Norteamérica. Pero guarda el mejor recuerdo de su paso de seis años por “Forty Deuce”, que supo ser el lugar más top de la ciudad meca cine, con sus sensuales shows que remitían al burlesque de los años ‘40. 

Gracias a esa experiencia, hoy la bailarina da clases de esa disciplina a “gente común”, dejándoles en claro que todo se trata de insinuar más que de mostrar. “En el pasado, el burlesque era un juego de seducción, pero las mujeres nunca quedaban desnudas. Se sacaban un guante, alguna prenda, y jugaban con el abanico de plumas. Para poder hacer el striptease, en Forty Deuce teníamos un corpiño arriba del otro y nunca usábamos tanga, sino bombachones”, explica.

A diferencia de lo que podría pensarse en un primer momento, este arte erótico poco tiene que ver con el “strip dance” o el “baile del caño” que muestra impunemente Marcelo Tinelli en su programa, y que ella tuvo la oportunidad de ver varias veces. “Hay un límite para mostrar un cuerpo con elegancia, y no pasarse de la línea hacia algo totalmente grosero. Es triste, porque eso es lo que ve todo el mundo y es una falta de respeto total hacia la mujer. Siempre me preguntan si quisiera estar en el 'Bailando', pero a mí se me cagarían de risa, porque me costaría mostrarme y, además, no tengo las lolas hechas”, comenta, muy crítica.

En cuanto a Los Ángeles, no duda en definirla como una ciudad “muy superficial”, donde “es muy difícil conectarse con la gente, porque la mayoría viene con una meta a cumplir. Hay muchos sueños rotos, jóvenes que vienen a triunfar y se dan cuenta que nada es lo que pensaban. Me costó años encontrar amigos de verdad”, reconoce.

Casi famosa

El éxito que tuvo su espectáculo de burlesque le permitió a Carolina grabar su propio reality show de cuatro episodios  sobre “Forty Deuce”, para el canal VH1. También fue jurado en algunos realities que buscan talentos del baile como “Step it up and dance”, y presentó sus números varias veces en  programas como “Jimmy Kimmel Live” y “Ellen”, de la comediante Ellen DeGeneres.

Sin embargo, uno de los logros más llamativos de su vida, y que la puso en el centro de la exposición mediática, fue su romance con el actor Owen Wilson, a quien conoció de casualidad mientras caminaba por la calle, cuando él estaba en un descanso de la filmación de la película “Starsky y Hutch”. “Nos pusimos a hablar y me pidió mi numero”, relata ella. La relación duró de 2003 a 2005 y fue justo después de que Wilson intentara siucidarse, tras la ruptura con su colega Kate Hudson. 

“Tiene un corazón de oro y quedamos como muy buenos amigos. Hoy todavía está en mi vida, hablamos en los momentos difíciles”, aclara la bailarina sobre su ex, al tiempo que señala a los paparazzi como lo peor que debió padecer en esa época. “Es una de las cosas por las que no deseo tener fama. Lo viví con Owen: inventan cosas y no tenés libertad”, se queja.

Otro actor de primera línea al que conoció muy bien fue a Heath Ledger, aunque no como pareja. “Él mismo me llamo en 2005 para pedirme que baile en el primer videoclip que iba a dirigir su mejor amigo, en Australia. Ese viaje me cambió muchísimo. Me quede 15 días porque él se hizo cargo del hotel, y conocí a personas que hoy son mis mejores amigos”, cuenta ella.

La muerte de este artista fue un golpe duro para todo el grupo que mantenía contacto con él. “Fue un momento difícil, porque yo justo había terminado con Owen. Me llamó una secretaria de Forty Deuce, prendí la tele y vi la noticia, fue algo brutal. Era una persona común y corriente, uno más de nosotros. Un talento y un corazón enorme”, define a Ledger.

Fiebre de salsa

Si bien Carolina Cerisola nunca estudió baile formalmente, su primer entrenamiento físico vino por el lado del deporte. A los 6 años, cuando vivía en Haedo, su ciudad natal, empezó a hacer gimnasia rítmica en el Club Estudiantil Porteño de Ramos Mejía. Después de la separación de sus padres, se mudó a esa localidad matancera con su mamá, en una casa ubicada en Güemes y Álvarez Jonte.   

“Era medio rebelde y me tuve que cambiar un montón de veces de colegio”, admite, mientras recuerda su paso por el Instituto Medalla Milagrosa y el Sarmiento.  Había abandonado la gimnasia y nunca había prestado atención a la música tropical.  “Fui medio hippie, crecí con mucho rock nacional y con Charly García. Todavía sigo escuchando a Silvio Rodríguez y a Serrat”, asegura.

La “transición” – como ella la llama – se dio durante unas vacaciones a los 16 años, en Villa Gesell. Allí “descubrió” al grupo local “Las Sabrosas Zarigüellas”, los creadores del hit noventoso “El muerto se fue de rumba”. “Me agarró una obsesión por la salsa que no sé de dónde salió. Empecé a seguir al grupo por todos lados y a salir a bailar con una amiga del barrio hasta las 6 de la mañana. Mi vieja estaba como loca, no entendía nada”, dice, entre risas.

Así fue que empezó a trabajar como bailarina en esa y a otras bandas de salsa, y viajó por toda Latinoamérica con el equipo del Puma Rodríguez. “Mi mamá me empezó a tomar más en serio pero, a los 18, le dije ‘me quiero ir’ y me fui”, recuerda. Ella sabía muy bien a dónde: había viajado varias veces a Los Ángeles, donde está radicada toda su familia materna. “En esos viajes previos, me quede con la boca abierta por la cantidad de bailarines increíbles que había, y eso me abrió la mente para entender que quería estar acá”, explica. En el ’99, se mudó a la casa de sus abuelos, en esa ciudad.  

Mientras lidiaba con una relación a la distancia, con un novio que había dejado en Argentina, Carolina conoció a Johnny Vázquez, considerado uno de los mejores bailarines de salsa del mundo. Apenas se hicieron amigos, fueron elegidos para bailar en el video de la canción “I Need to Know”, de Marc Anthony. A partir de entonces, viajaron por todo el mundo con sus shows y la chica encontró su motivación para quedarse en el país del Norte.  Hasta que en 2001, después de ganar la competencia mundial de salsa, el dúo sintió que había cumplido una etapa y decidió separarse.

 

Bailando con las estrellas

Con apenas 20 años, un novio que se había mudado con ella por no soportar la distancia y sin trabajo estable, Carolina vivía de lo que ganaba como “Go-Go Dancer”, esas chicas contratadas por los boliches para bailar arriba de los parlantes. “Para mí, después de haber hecho shows con el mejor bailarín, eso era lo más decadente”, reconoce. Aunque la suerte estuvo de su lado: conoció a Ivan Kane, que estaba con ganas de crear un local dedicado al burlesque.

“Me vino con la idea y yo no sabía ni siquiera qué significaba eso. En esa época, apenas hablaba inglés”, cuenta. “Forty Deuce” se inauguró en 2002, ella se convirtió en “headliner” (bailarina principal) y el lugar pasó a ser el más exclusivo de Hollywood, con el show más famoso. “Eso le abrió definitivamente las puertas a mi carrera, porque tuve una exposición increíble. Era un sucucho donde no dejaban entrar a casi nadie. En los mejores años venían siempre Mick Jagger, Leonardo DiCaprio y los directores más famosos”, se enorgullece.

Aunque la bailarina tenía “unos miedos terribles de tenerlos tan cerca”, la ayudaba el hecho de que nunca fue “cholula”. “Era gente normal sin ser tan normal. Un día, Brad Pitt festejó un cumpleaños y todos empezaron a subir al escenario para hacer striptease. Para mí era ‘¡mirá qué bueno, están acá!’, pero nada más. En cambio, si veo a Serrat, me hago pis encima”, bromea.

Entre los clientes estrella del local estaba Justin Timberlake, que iba todos los miércoles con sus amigos. Así, Carolina llegó a participar de su videoclip “Señorita”. “Forty Deuce” cerró en 2007 y, poco antes, ella había renunciado, tras una operación de rodilla. “Siempre me gustó crecer y moverme, no soy una mina que mira para atrás. Estuve sin trabajar por un tiempo y fue como empezar de cero de vuelta”, describe sobre esos momentos, previos a despegar sola con su compañía.

El evento más reconocido de “The Floor” es una noche de improvisación entre músicos y bailarines de todos los estilos, donde no hay reglas, sino pura habilidad. “Todo el talento de Los Ángeles se junta esa noche”, asegura ella.

Soltera y sin apuro – “me gustaría tener pareja, pero sin tanto drama”, dice – Carolina está “orgullosa de decir que soy argentina” y admite que le “encantaría hacer algo” en nuestro país.  “Me siento afortunada y tocada con la varita mágica por compartir mi vida con tanto talento, recorrer el mundo y poder vivir del baile”, finaliza, satisfecha con su carrera.

 

 

 

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