"Mía": la vida de una travesti en la villa gay que desalojaron a los palos
El director del film habló con 24CON sobre la historia de amor y de sueños ambientada en la "Aldea Rosa", que surgió y desapareció en los '90. La actriz trans que la protagoniza junto De la Serna y la nena de "El Elegido".
Javier Van de Couter se enteró de la existencia de esta villa en 1995, cuando llegó a Buenos Aires desde su natal Carmen de Patagones para impulsar su carrera. Sin embargo, se le ocurrió mucho tiempo después hacer una película centrada en este ámbito. Antes, fue guionista y actor de la serie “Tumberos”, junto a Adrián Caetano, y realizó su primer largometraje, “Perro amarillo”.
El film cuenta la historia de Ale, una chica trans que vive en el asentamiento, interpretada por la cordobesa Camila Sosa Villada. Su personaje se dedica a hacer ropa, pero más que nada sobrevive como cartonera. “Cartonear en la época del uno a uno era distinto a lo que es ahora. Directamente, se los consideraba cirujas. Pero el barrio donde convivían estas personas estaba estilizado: se veía la pobreza, pero también la limpieza. Convertían los ranchos en hogares con las cosas útiles que la gente pudiente tiraba a la basura, en ese afán de consumismo que había”, recuerda Van de Couter sobre la “Aldea Rosa”.
En una de sus recorridas, la protagonista encuentra en la calle el diario íntimo de Mía, una joven que se suicidó y dejó solos a su marido y a su pequeña hija, encarnados por Rodrigo de la Serna y Maite Lanata, que interpretó a la nena autista en “El elegido”. Su vínculo con esos escritos y con esa familia la lleva a descubrir su verdadera naturaleza.
“El objetivo de Ale es ser integrada y respetada. Estos conceptos tan importantes se trasmiten en la película de un modo muy sencillo: no quiere juntar más latas, quiere hacer ropa. Y al mismo tiempo sabe cómo ayudar a esa nena desprotegida, llevándole la palabra de su madre a través del diario íntimo. La nena se acerca a ella sin prejuicios, por curiosidad, y también para darle bronca a su padre, con quien el vínculo está destruido por la falta de la presencia femenina en la casa”, relata el realizador sobre el argumento.
“Sin Camila y sin su talento no podría haber existido la película. Este fue su primer protagónico en una ficción y lo vivió de una forma muy profesional. Vino a vivir a Buenos Aires dos meses antes, ensayó y plasmó su mirada sobre el guión. Sabía que era una gran oportunidad para ella, pero al mismo tiempo puso manos a la obra como cualquier actor lo hace”, asegura el director, orgulloso.
A Maite Lanata, en tanto, la seleccionó bastante tiempo antes de su aclamado papel en “El Elegido”: cuando filmó “Mía”, tenía 9 años. “De 200 nenas que hicieron el casting, fue la segunda que vi. Es una nena muy especial y vive todo el éxito que está teniendo de una manera muy tranquila”, dice. Por su parte, Rodrigo de la Serna se metió en el proyecto “porque se copó con el libro, y me llamó 15 días después de que se lo mandara. Estoy muy agradecido de que uno de los mejores actores de mi generación haya aceptado de entrada, sin saber siquiera cómo iba a ser la producción”, aclara.
Desalojo vs. inclusión
Van de Couter se interiorizó sobre la forma de vida en el asentamiento gay a partir de un documental de 10 minutos y una tesis de alumnos de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, que trataban el tema. Así, supo más detalles del primer desalojo que llevó a cabo en 1998 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por ese entonces al mando de Fernando de la Rúa.
“El desalojo fue un acto de intolerancia, de violencia institucional y de traición, porque les habían prometido reubicarlos en otro lugar y no cumplieron. Lo más preocupante fue el modo en que lo hicieron: no fue pacífico, fue un abuso de los derechos humanos contra una minoría. Los echaban gritándoles ‘putos’ y ‘maricones’”, recuerda el director. Luego de este episodio, se intentó rearmar la Aldea, pero nunca volvió a ser la misma.
Curiosamente, fue también un cura, pero de ideas absolutamente opuestas, el que ayudó a Van de Couter a recopilar información del extinto asentamiento. “Tuve una entrevista muy extensa con Roberto, el sacerdote que evangelizaba a los habitantes. Me contaba que, para acercarse, se sacaba el cuello blanco que lo identificaba, porque ellos se resistían a las personas cercanas a la religión”, cuenta.
Para el film, la villa se reconstruyó de cero con un intenso trabajo del director de arte, que “le dio vida a cada una de las casas, muy delicadas y amaneradas”. El rodaje fue principalmente detrás de Ciudad Universitaria pero, para tomar imágenes de la costa del río, tuvieron que correrse algunos kilómetros de la ubicación original.
A días del estreno de “Mía”, el trailer tuvo una presentación especial en la Marcha del Orgullo Gay, luego de que los representantes de las diversas organizaciones que participan de este encuentro vieran la película y la aprobaran. “Eso me dejó muy tranquilo, porque no es fácil hablar por un grupo de gente y que lo reciban bien”, confiesa el realizador.
“La participación en la marcha fue mucho más que una proyección, tuvo un significado muy importante. Las personas respondieron a las imágenes de una forma muy emocional, se abrazaban a Camila y le sacaban fotos. Yo buscaba justamente transmitir emoción con la película. Sabía que, si no, me iba a sentir muy frustrado”, revela.
Al mismo tiempo, el director está consciente de la importancia del reciente impulso a las leyes de inclusión en el país para que su obra sea tenida en cuenta. “Lo pude comprobar en la premier, con un publico muy heterogéneo donde había cartoneros, trans, familias, gente con mucha guita y con nada de guita. Y ahí éramos todos iguales. Algo esta cambiando”, reconoce.
“Por algo suceden las cosas, y esta película cae en un momento justo. Me gusta que aporte un granito de arena a todo lo que pasa. Esto no es una ley que se discute: es arte, es un modo de expresar algo. Entonces quizás sirve para que alguien que se opone por oponerse, vea la historia y le aporte reflexión y emoción”, finaliza.