La Reina de la Salada sueña con Tinelli
Le dicen Barby Pop y habló de todo con 24CON. Su hijo con síndrome de down, cómo salió adelante de un cáncer de mama y las razones por las que se considera un ejemplo de vida.
Barby Pop no pasa desapercibida. Se la reconoce a, por lo menos, 50 metros de distancia y en plena multitud. Camina y no hay mirada de hombre o mujer que no depare en sus prominentes… ojos claros. Ella es así: “una simple ama de casa”, tal como se define, aunque es más conocida como “la reina de La Salada”, apodo que le otorgó el mismísimo Jorge Castillo, administrador de Punta Mogote.
Es que desde hace unos 10 años que Barby vende sus propios diseños de ropa en dos puestos de la feria. Allí, entre carreros, clientes y feriantes, ganó una fama inusitada que la TV supo explotar livianamente meses atrás. Con su historia recorrió algunos programas, aunque ahora la rubia quiere redoblar la apuesta.
Así, cada miércoles y domingo, los días que abre la feria más grande del país, la mujer de unos cuarenta y tantos se convierte en una especie de psicóloga de sus clientes. Le compran ropa barata y de paso le arremeten con sus problemas conyugales, su deseo de hacerse las lolas como ella o simplemente le piden un autógrafo. No así sus rivales: las feriantes.
“No me quieren, soy como la enemiga para ellas. Tienen envidia porque estoy en los medios, o porque piensan que les voy a sacar al marido, pero yo no tengo otros ojos más que para mi pareja –con la que está casada hace 22 años-”.
La vida entretejida y el sueño trunco
No es casual que Barby haya decidido abrirse de la textil de sus padres. Tenían siete locales en Once y la felicidad de su bienestar económico fue exactamente proporcional a la tristeza que un mal día le produjo a toda la familia enterarse que su padre tenía cáncer. “Gastamos todo el dinero en su tratamiento”, comenta.
Con apenas 18 años se casó con su actual marido y casi en bancarrota decidió emprender su propio proyecto. Era 1991 y un amigo la había convencido de ir a vender ropa al Mercado Central. “Fui con una lonita que la ponía en la calle. Ahí lo conocí a Jorge (Castillo), que él vendía igual que yo, pero zapatos. Al tiempo me llevó a la Salada, que antes era puro barro, nada que ver a lo que es ahora, y así de a poco comencé. En la feria viví los peores y los mejores momentos”.
Pasaron los años y hasta que la tele la encontró, tal como reconoce ella misma, siempre tuvo un sueño que ahora estima cumplirlo: “Desde chiquita quise ser vedette, hasta estudié para eso pero cuando tuve la edad necesaria mi papá se rehusó y no me dejó, porque iba a ser una mujer mal vista. Mi familia era demasiado conservadora”.
La mesa de la señora
El ojo de Samuel “Chiche” Gelblung, esta vez, había dado en la clave. La invitó a su programa y su esplendor comenzaba a desparramarse hasta llegar a captar la atención de la “señora” antiguamente más respetada de la pantalla argentina.
“Recuerdo que un corte ella me dijo: ‘Barby vos tenés que representar a la mujer argentina, porque no querés ser famosa”. Eso le quedó grabado a fuego, según confiesa, mientras recuerda que nadie quiso “sponsorearla” con un par de zapatos para tremenda gala.
“Luciano Marra de Las Cañitas me había prometido un par, pero el día anterior al programa me dijo que no me los iba a dar porque representaba a La Salada y quedaba mal. Eso me dolió mucho, pero no por mí, sino porque la gente de la feria es del pueblo ¿Por qué no podemos usarlos, porque no podemos pagarlos?”. Por eso cuenta que ese mediodía llevó un vestido negro de $200 hecho por ella misma y los zapatos que un feriante le hizo a medida.
Los palos en la rueda y cómo seguir adelante
En la vida de Barby no todo fue color de rosas. Hace 6 años se enteré que tenía cáncer de mamas, luego de pormenorizar durante meses un pequeño bulto en uno de sus pechos, hasta que un día de abril el tumor se convirtió en una “pelota de cinco centímetros”. Fiel a su estilo y fuera de prejuicios, el mismo día que entró al quirófano, se produjo, se maquilló y entró como esa “potra” que dice tener dentro como todas las mujeres.
Después comenzó la “quimio” todos los viernes y durante siete meses. “No se la deseo ni a mi peor enemigo”, confiesa. Quedó pelada pero no le importó, se puso una peluca, un escote prominente y siguió adelante en ese extraño cometido de ponerle el pecho (más literal que nunca) a una enfermedad letal. Le vaciaron una mama y parte de la axila, por lo que decidió implantarse unas prótesis grandes.
Tan felices como los hombres que le piden fotos y que no le sacan la mirada de sus… ojos tan claros. “Las lolas las llevo con orgullo, porque gracias a que las tengo y que los médicos me operaron, ahora no tengo nada”.
-Por tu aspecto físico imagino que los hombres te harán propuestas indecentes o te dirán barbaridades…
-Ningún hombre cuando me ve de frente me dice las cosas que me dicen en el Facebook, pero a los zarpados no les contesto. Porque entiendo que ahí los hombres se deshiniben. No quiero que la televisión lo tome como un morbo, sino quiero hacer conocer mi historia como un ejemplo de vida.
23 de diciembre de 2010