24CON al desnudo

Los desnudos y los sexos

24CON recorrió dos campos nudistas del Conurbano. En La Reja, de ambiente familiar y en Moreno, para “adultos sexuales”. Cómo se plantea el desnudismo y por qué lo ejercen. Una experiencia despojada de tabúes, prejuicios… y ropa.

Por Leandro Fernández Vivas y Cecilia Di Lodovico

La aventura comenzó en un paraje de La Reja, aquella modesta e histórica localidad de Moreno. Pese a que las indicaciones de Julio fueron las claras, a los cronistas de este medio les costó encontrar la quinta “El bosque”, refugio del grupo nudista-naturista Edén. Finalmente, luego de las indicaciones de los vecinos, 24CON llegó al portón de la estancia. Luego de la contraseña de rigor, la reja se abrió de forma mecánica. Una señorita dio la bienvenida antes que Julio, Héctor y Hugo aparezcan para el recibimiento oficial. Los tres hombres, que pertenecen a la comisión directiva de Edén, advirtieron que sólo se podía permanecer allí por la suma de 55 pesos (la pareja) y, obviamente, sin ropa. El pedido se basa en el respeto a los demás concurrentes porque “podrían ofuscarse al ver gente que se pasea vestido por su territorio”. En ese momento, ingresó otro señor que, atento a las reglas, estacionó su automóvil, se desnudó y, con reposera en mano, se perdió entre los árboles y el verde césped de “El bosque”.

Los tres anfitriones también carecían de ropa, excepto por útiles sombreros para combatir el fuerte sol de la tarde. Y, así, despojados de “trapos”, como ellos mismos llaman a la vestimenta, hicieron de guías a 24CON.

La quinta posee camas para quienes prefieran quedarse a dormir y un sector de carpas para aquellos que desean tener un contacto más fluido con la naturaleza. Aunque la mayoría se inclina por pasar el día en el parque y en la pileta, una TV los espera en la sala de estar de la casa. En el exterior, el olor del asado se hace sentir en el estómago. “Cuando está lista la comida, tocamos la campana y todos vienen a comer”, avisa Héctor. Eso sí, “es obligación traer una toalla para sentarse”. La razón es evidente.


“El deporte por excelencia del nudista es el voley porque no hay contacto ni choques fuertes como en el fútbol. Además, todos pueden jugar: hombres y mujeres, quienes saben y quienes no”, explica.


“La mayoría de las personas que vienen tienen alrededor de 50 años. Los jóvenes no se animan mucho”, apunta Julio. Sin embargo, una pareja que ronda los 30, caminan desnudos de la mano y saludan a los visitantes. “Es raro, pero ellos sí quisieron probar. Al principio, ella no se animaba a sacar la biquini, pero, de a poco, se fue acostumbrando y ahora no concibe estar con ropa”. De hecho, los tres hombres se sienten “libres” porque, parafraseando a Arjona, si “Dios te hubiera querido con ropa, con ropa hubieses nacido”.

 

“Los trapos nos pesan. Además, así, somos todos iguales. ¿Cómo me impongo yo frente a otra persona sin un traje, una camisa de determinada marca y buenos zapatos? Lo bueno de esto es que acá no hay violencia ni peleas. Todos se respetan y nadie molesta al otro”, relata Héctor. La paz de la que hablan es real. Allí todo se corresponde con la tranquilidad de la naturaleza. En el borde de la piscina una mujer toma sol con sus partes púdicas frente a todos. No le preocupa en lo más mínimo, se escapó de la locura citadina para poder hacerlo.

Hugo, quien había permanecido en silencio durante la visita, en la despedida se suelta y comienza a relatar su experiencia: “Cuando empecé a venir, me daba miedo cómo iba a reaccionar frente a mujeres desnudas –pese a su aspecto menudo y vergonzoso, delata su costado pícaro-. Pero, por suerte, no me pasó nada, no me fijaba en su desnudez y, desde el primer momento, se convirtió en algo natural”. Hugo se refiere a la tan temida erección en un medio naturista, pero para ello hay solución: taparse con la toalla, acostarse boca abajo o retirarse hasta que “todo” pase. Sucede que Edén, como la mayoría de los sitios reconocidos por los nudistas, es un ambiente familiar y no están permitida ninguna manifestación sexual.

Por el contrario, “Palos Verdes” –nombres sugestivos si los hay- es sólo apto para mayores de 21 años. Una vez pasado el camino de tierra que emerge de la ruta 24, en Moreno, el escenario da cuenta del por qué de la advertencia. En aquella escena paradisíaca todo es sexo. Desde el “paseo de la pasión” hasta el “Templo de Afrodita”. A diferencia de Edén, este lugar tiene dueño: Ricardo Peralta, un sesentón que debió afrontar la cruda realidad de la crisis del 2001 como pudo. “Acá yo tenía una fábrica de ladrillos, pero me fundí. Después, intenté reflotarlo con un lugar para el turismo. No funcionó y un amigo me recomendó poner un lugar nudista porque se estaba poniendo de moda. Lo que me impulsó a poner este lugar fue el hambre”, sintetiza. Más claro, imposible. Pero, Ricardo y su pareja Stella Maris le pusieron “picante” al nudismo y convirtieron el lugar en una verdadera orgía griega, donde las erecciones son lo que menos preocupan y lo que más atrae. Todo, está pensado para tener sexo. Hay camas, colchones, asientos, pileta, baños, verde, balcones para cumplir las más atrevidas fantasías. La naturaleza acompaña: un lago con especies de pájaros variados, lagartos, entre otros animales, dan un colorido especial a la aventura sexual.


Uno de los habitué del lugar intercepta al equipo de este medio, aún no sabe que se enfrenta a periodistas. A uno de ellos le propone pasarle bronceador en la espalda. “Estás muy blanco”, le dice con razón y pregunta: “¿son nuevos?” y ante la respuesta afirmativa se ofrece a actuar como guía. El adonis detalla que tiene 32 años y que “si querés venir acá, tenés que conocer los códigos. Está todo bien, pero si la otra persona no quiere, no hay que avanzar”.

 

Y ejemplifica con una vivencia personal: “Un día vino un flaco, me apoyó y me tocó el pene. Yo respeto a los gays, pero no me gustan los hombres. Le dije que se vaya sino lo cagaba a trompadas”. Además, el joven recuerda que comenzó a hacer nudismo 5 años atrás en una playa de Brasil, cuando todavía acá “no se conocía”. Asimismo, se reconoció como swinger. “Acá vienen las parejas y hacen intercambio o están con alguien como yo que vengo solo”. Esto sucede después de las 15, porque “la mayoría de la gente que viene, come con la familia o tiene un comercio”. De más está aclarar que el diálogo se produjo en total despojo de ropas.

“Palos Verdes” fue escenario de algunas películas pornográficas. Aquí no hay que ocultar la excitación y el ambiente –y sus dueños- invitan al juego más primitivo de la humanidad: el sexo.

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