Una historia polémica

La patria batatera

La gran nave comenzó a funcionar con la democracia. La idea original fue racionalizar la comercialización de frutas y verduras. Pero con el paso de los años se convirtió en un semillero de los vicios más rancios y oscuros de la política vernácula.

Por Ezequiel Lorusso/Pablo Noto

En pleno Conurbano, el Mercado Central de Buenos Aires es una isla de 500 hectáreas tristemente célebre por su lógica de funcionamiento que combina poder, negocios, violencia y marginalidad. 

 

Comenzó a funcionar en 1984 durante el gobierno de Raúl Alfonsín y reemplazó el antiguo Mercado de Abasto. Nació como un instrumento para concentrar la provisión de frutas y verduras en el marco de una corporación tripartita conducida por representantes del Gobierno nacional, la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente determina la formación de precios de las frutas y verduras que se comercializan en capital y GBA. 

Las imponentes naves, motores del movimiento incesante del Mercado

Siempre sospechado de manejos discrecionales para gratificar favores y conseguir beneficios mediante nombramientos y sueldos desproporcionados, el Mercado Central guarda increíbles historias de la política argentina reciente.

Batatas con champagne

A principios de los años 90’, aparecieron allí los denominados “batatas”: changarines del mercado reclutados para preservar de los escraches de Carlos Saúl Menem. La inauguración de la Exposición Rural de 1993 fue su debut. Había que impedir los silbidos a la hora del discurso presidencial. Ese día padecieron las intimidaciones, concurrentes, cronistas y la por entonces líder de los jubilados, Norma Plá, que trató de ingresar al predio de Palermo pero fue empujada y agredida por el grupo.


 

Batatas contra piqueteros

En esos años era el matancero Juan Carlos Piriz, un hombre fiel al entonces titular de la Cámara de Diputados Alberto Pierri, quien conducía el directorio del Mercado Central. Los manejos del pierrismo dentro del organismo quedaron en evidencia tras una investigación del periodista Hernán López Echagüe, quien reveló que la patota que había agredido a opositores y periodistas en la  Rural había sido reclutada en el Mercado. Después de la denuncia, el periodista fue agredido por matones a pocas cuadras de su casa. 

Todo esto obligó a  Menem a dictar la intervención del MC. Puso al ex comisario Luis Abelardo Patti al frente y pensó en privatizar el Mercado. Finalmente ninguna de las dos acciones surgieron efecto. El organismo no quedó en manos privadas y ni tampoco la llegada de Patti produjo grandes cambios.

En 2000, el entonces gobernador bonaerense Carlos Ruckauf nombró nuevemanete a un viejo conocido del MC. Píriz retoenó al directorio y con él se registaron nuevos hechos violentos.

La fuerza de choque, a la orden del día

El país estaba en la antesala de la crisis social y económica más despiadada de su historia y unos 500 desocupados llegaron a las seis de la mañana para bloquear las puertas del mercado. Reclamaban a los operadores cajones con frutas y verduras. 

“Nos tienen que dar una solución, acá facturan millones y evaden impuestos” gritaban los piqueteros. Las largas horas de discusiones entre los manifestantes y los operadores hicieron que los camiones con mercadería no tuvieran acceso al predio, hechó que colmó la paciencia de unos dos mil changarines (cobran por carga y descarga) que desataron una batalla: expulsaron a los desocupados a pedradas, palazos y patadas. Cuando ya no quedaba un sólo piquetero, los changarines se dirigieron al edificio central para exigir la renuncia de la cúpula del mercado, y todos dieron un paso al costado. 

Para muchos todo tuvo un trasfondo político: tanto el pedido como la reacción fue el último capitulo de una disputa entre los puesteros y la administración del mercado. Ese día, a patadas y tomatazos, los trabajadores echaron a Piriz.

La era del hielo

 

El uso de la fuerza para dirimir diferencias parece ser una constante del MC. Para detener la suba de precios de las frutas y las verduras a fines de 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner decidió encomendar una tarea de estricto control en el Marcado al polémico secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para fiscalizar la evolución de los valores. 

Tierra de patotas

En las naves del mercado -que reúnen a productores, puesteros y consignatarios-, aseguraban en voz baja por aquellos días la existencia de presiones y aprietes para mantener los precios. En rigor, explicaban que no acatar las ordenes podría derivar en puestos clausurarlos, intervenidos o cerrados definitivamente.

En total desacuerdo con la intervención de Moreno, el representante del gobierno bonaerense en el Directorio, Ricardo Angelucci, decidió renunciar a su cargo en abril de 2006. Enfrentado también con el representante del gobierno nacional, Fabián Dragone, el funcionario dejo el puesto que ocupó más de cinco años y su salida había tenido el sello distintivo del MC, ya que días más tarde salió a la luz que Angelucci había sido víctima de una golpiza en su despacho a manos de una patatota de siete integrantes que gozaron de total movilidad e impunidad.

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