El miércoles 9 de mayo pasado a las 11 de la mañana, G.C, un vecino de las islas del Delta del Tigre, recibió un mensaje de WhatsApp de uno de sus cinco hijos, de 17.
- ¿Cómo está todo por ahí? Te voy a contar algo.
- Decime, ¿qué pasa?
- Preguntale a J. (una inicial ficticia para proteger la identidad del menor) qué le hacía Horacio. Él me contó que Horacio le chupaba el pito y le tocaba el culo. A mí también me lo hizo. Y no te miento.
El chico al que hace referencia el adolescente en los mensajes es su hermano menor de apenas 12 años de edad. Y Horacio es Horacio A., jardinero de oficio, un viejo amigo de L. P de 50 años que vivía a un kilómetro de distancia en Canal del Este y Arroyo Desaguadero, en una isla del Delta de Tigre.
Horacio era un hombre solitario de acuerdo a testimonios, pero no siempre estaba solo.Era el único habitante de una modesta casa que solía ser frecuentada por una decena de chicos de la zona, por lo general, menores con conflictos familiares de las islas vecinas que encontraban allí una vía de escape y diversión, sobre todo en verano. De noche, con él podían jugar a la Playstation hasta tarde o mirar pornografía. De día, los llevaba a pescar o a jugar al fútbol. También, lo supo G.C ahora, el jardinero les convidaba marihuana.
Hace cinco meses los chicos le contaron a su papá que durante el verano pasado, estando drogados, el jardinero abusó de ellos y luego los amenazó: "Si le decís a tu papá se va a enterar que fumaste marihuana".
El hijo mayor de G.C también cayó en la trampa. Tuvo temor de una posible represalia de parte de su padre por haberse fumado un porro y eligió callar. Pero ese miércoles de mayo se levantó decidido a hablar: primero le escribió por WhatsApp a su papá, luego charlaron personalmente.
G.C comenzó entonces a transitar comisarías, dependía de su motor fuera de borda para moverse: solo podía salir de su casa en la isla en su lancha. Tras varias idas y vueltas su denuncia llegó a la Fiscalía especializada en Género de Tigre, a cargo de Federico González, quien ya solicitó la captura de Horacio A..
Mientras tanto, el acusado abandonó su casa y no aparece por ningún lado.
Se dijo entre los canales del Tigre que se había ido a Paraguay, pero algunos vecinos afirman haberlo visto merodeando la zona del Delta. La Policía de Tigre y Prefectura lo están buscando.
Según pudo saber Infobae a través de fuentes de la causa, la declaración del hermano mayor de la primera víctima es escueta pero contundente. El chico relató que la tarde en que ocurrió el episodio, el jardinero lo había llevado a trabajar con él a cortar el pasto en una casa de la zona.
Esa noche, cuando regresaron a la vivienda de Horacio, este lo invitó a fumar marihuana. Dijo que de un momento a otro sintió que la mano de Horacio tocaba sus partes íntimas, que luego le bajó los pantalones y le practicó sexo oral. El joven se levantó y le pidió que lo llevara a la casa de su papá, y agregó que luego de eso Horacio le quiso hacer "algo más", pero no logró hacerlo.
Al mayor solo le habría pasado una vez, pero el menor de los hermanos habría sido abusado por el jardinero en varias oportunidades. Las víctimas, en tanto, podrían ser muchas más que dos, aunque hasta ahora no hubo nuevas denuncias.
Fuentes de la investigación hablan de un presunto "boylover" (amante de muchachos) para describir la mecánica del hombre sospechado de abuso: atrae a menores mediante algunas de sus aficiones, gustos y debilidades para luego atacarlos sexualmente. Las crónicas policiales de hace 10 años registran un caso emblemático aunque mucho más fino en su organización: la banda de los "boylovers" que comandaba Jorge Corsi, uno de los psicólogos más prestigiosos del país que cayó en el oprobio tras ser condenado por abuso sexual de menores.
Corsi, ex docente de la UBA y autor de cinco libros que fueron sacados de circulación tras la sentencia, aprovechaba sus conocimientos sobre el comportamiento de los jóvenes para complacerlos y llevarlos a su casa, donde organizaba fiestas junto a otros cómplices y luego abusaba sexualmente de los menores.
Sin el saber científico ni el dinero de Corsi, la sospecha es que Horacio buscaba acercarse a los adolescentes ofreciéndose como una figura entre paternal y compinche. "El tipo tenía una 'Play', los llevaba a jugar a la pelota. Recolectaba a los pibes. Se arrimaba por el lado del deporte", contó G.C a Infobae.
Un "amigo"
G.C y Horacio tenían una amistad histórica, iban a pescar juntos, compartían asado, una relación que nació en la juventud, que se fortaleció con los años y que se mantuvo también con la madre de los chicos, a pesar de que ella ya no vive en el Tigre desde que la pareja se separó, hace varios años.
Horacio era un hombre de plena confianza de toda la familia. Tanto es así, que la madre le había firmado un permiso para que retirara a los chicos de la escuela en su lancha, una decisión con la que G.C, asegura ahora, nunca estuvo de acuerdo.
Tiempo después de que G.C escuchara el relato de sus hijos, mucho antes de que se formalizara la denuncia penal, el presunto abusador abandonó la isla y el bar ribereño donde trabajaba para no volver.