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Macabro: estaban drogados y asesinaron a un vecino

Tres jóvenes le destrozaron la cabeza con un caño y le dieron más de treinta puñaladas al vecino de uno de ellos. Estaban drogados y borrachos. Qué dice la madre de uno de los chicos.
Martes, 14 de julio de 2009 a las 12:56
Por Pablo Katz

Jorge estaba preocupado el sábado pasado. Hacía tres días que no tenía noticias de su vecino de enfrente, Carlos, con quien todas las mañanas se juntaba a conversar en la vereda. Había algo que no le cerraba. Mucho menos cuando cerca del mediodía descubrió que detrás del laurel de su vecino había un joven escondido, que cada tanto se asomaba disimuladamente para espiar. Alarmado, Jorge le contó lo que sucedía a su hermana, Graciela, quien llamó al 911. Un rato después se develaría el misterio: al entrar a la casa, ubicada en García Silva 1140, en Morón sur, la Policía encontró el cadáver del propietario con la cabeza destrozada a golpes, más de treinta heridas de arma blanca y un cinturón que le apretaba el cuello. También había tres jóvenes drogados y alcoholizados que intentaban esconderlo en un galpón. Uno de ellos resultó ser el vecino de al lado, que aparentemente planeó el crimen para quedarse con la casa.

Soltero y sin hijos, Carlos Castro, quien tenía 52 años, vivía solo desde que en el 2001 murió su madre. Si bien era muy querido en el barrio, donde todos lo conocían como “Carlitos”, su relación con sus vecinos de la casa del lado, la de García Silva 1144, no era la mejor.

A lo largo de su vida, Rubén e Inés, una pareja de jubilados con un hijo de 18 años, Juan, a quien adoptaron en Santo Tomé, Corrientes, cuando tenía diez, habían tenido varios entredichos con Castro y sobre todo con su madre, quien, según coinciden los vecinos, era una mujer “difícil”.

 

“Se peleaban por cualquier cosa, incluso muchas veces porque cuando a Juan se le caía la pelota en la casa de al lado, Carlitos se enojaba y se la devolvía pinchada”, cuenta Oscar, un vecino que vive a pocos metros, en la vereda de enfrente.

Pero a los problemas con Castro, en los últimos años a Rubén e Inés se les sumó otro frente de conflicto: con su propio hijo, Juan, quien “empezó a consumir drogas y alcohol y lo único que traía a casa eran problemas”, asegura Rubén a 24MORON, aún conmocionado por el crimen.

“Ya no había forma de controlarlo y, como se quería ir de casa, el 13 de abril pasado lo emancipé y no volví a verlo más. No sé ni dónde estaba viviendo, la última vez que hablé con él fue el Día del Padre, que me llamó por teléfono y yo le dije que pasara por casa a buscar los papeles de la emancipación”, agregó.

Rubén asegura que esa fue la última noticia que tuvo de su hijo. Al menos hasta el sábado, cuando llegó a su casa y se encontró con la calle cortada por dos patrulleros y la Policía que lo esperaba para comunicarle que Juan estaba preso en la comisaría primera de Morón, acusado de asesinar a su vecino junto a dos amigos, uno de 16 años y otro de 17.

“La verdad que nunca pensé que fuera capaz de hacer una cosa así, aunque siempre fue un chico muy conflictivo. Ahora que pague por lo que hizo. Yo no sé si algún día lo voy a ir a visitar a la cárcel”, admite Rubén.

Por el estado que presentaba el cadáver, la Policía sospecha que Castro fue asesinado el mismo sábado, aunque los vecinos piensan que los tres jóvenes entraron a la casa unos días antes y lo tuvieron secuestrado hasta matarlo.

Graciela, la vecina que llamó a la Policía después del relato que escuchó de su hermano, recuerda ahora que el jueves vio a Juan cuando entraba a la casa de “Carlitos” trepando la puerta de rejas. “Saltó como un gato”, cuenta. Pero ella creyó que seguía viviendo con sus padres y que tal vez se había olvidado las llaves de su casa y estaba tratando de entrar a través de la de Castro, ya que ambas están separadas por una pequeña medianera.

Ahora se sabe no sólo que sus fines eran otros. Sino que no entró solo: lo acompañaban dos adolescentes que vivían en una villa ubicada en Don Bosco y Riglos.

Todavía no se conocen los resultados de la autopsia, pero a simple vista el cuerpo de Castro presentaba más de treinta heridas cortantes, un cinturón negro que le apretaba el cuello y la cabeza destrozada a golpes con un caño de fibrocemento que la Policía encontró escondido y lleno de sangre detrás de la heladera.

El cadáver estaba sobre el piso de tierra de un galpón que hay en la parte de adelante de la casa, donde se presume que los asesinos estaban a punto de enterrarlo.

En distintos lugares de la casa los investigadores encontraron restos de cocaína y marihuana, y varias botellas vacías de whisky y vodka, que los jóvenes consumieron antes de cometer el homicidio.

Aunque no hay certezas acerca de los móviles del crimen, la principal hipótesis es que Juan quería quedarse con la casa de Castro, quien sólo tenía unos parientes lejanos a los que nunca veía. Anoche la Policía logró localizarlos en Moreno. Y les dio la peor noticia.