La tragedia empezó a rodear a Luis Agustín Miño, un jubilado de 66 años, cuando un grupo de delincuentes entró a robar en su casa del partido bonaerense de Moreno. Lo que siguió después fue una espiral de desafortunadas situaciones del que no logró salir. Tres horas más tarde, estaba muerto.
Su cuerpo lo encontró su hijo cuando fue a visitarlo el domingo, tirado en el piso de la habitación de su casa sobre un charco de sangre. Lo habían asesinado a golpes y puñaladas, y le habían desvalijado la vivienda.
De acuerdo a la reconstrucción que lograron hacer los investigadores, tras sufrir el primer robo Miño le pidió ayuda a un vecino y salieron juntos para hacer la denuncia en la comisaría. Nunca llegaron porque en el camino pincharon una rueda del auto y tuvieron que volver.
La víctima regresó a su casa una media hora después de haberse ido, cerca de la medianoche. Fue entonces cuando se topó con otra inesperada sorpresa, que resultó fatal. La principal hipótesis de los investigadores es que la misma banda de ladrones volvió al lugar en busca de más dinero durante el tiempo que el hombre estuvo afuera y que este, al encontrarlos, los enfrentó y lo asesinaron.
Los delincuentes escaparon finalmente solo con un televisor y el celular de Miño. Aunque todavía no fueron identificados, no descartan su posible vinculación con una mujer que solía frecuentar al jubilado.
Si bien resta conocer el resultado definitivo de la autopsia, a simple vista tenía signos de haber sido agredido con un objeto contundente en la cabeza y en el pecho, tenía heridas defensivas y puñaladas. La fiscal Gabriela Urrutia quedó a cargo de la investigación y se inició una causa que fue caratulada como "homicidio criminis causa".