“Me casé con Leonardo Cristian Rocha el 7 de Marzo de 1998. Desde que nos casamos nunca tuvimos una buena relación ya que los padres de él (que es hijo único) siempre fueron muy posesivos, a tal punto que lo presionaron para que no se casara. Entonces Leonardo tomó un cuchillo de la cocina del domicilio familiar de sus padres en donde estaban discutiendo y amenazó con matarse si no lo dejaban de presionar. Y se dirigieron los tres al domicilio de mis padres en donde estaba yo. Leonardo llegó con un ataque neurótico de llanto y los padres preguntándome qué había pasado para que este se ponga de tal modo. Debí darme cuenta (sólo una semana antes de mi casamiento) el peligro de un futuro tormentoso a su lado (este hecho no era de una familia normal y en sano juicio). A los dos meses de casada quedé embarazada, pero desde que volvimos de luna de miel hubo problemas en la pareja, discusiones por la intromisión descarada de su madre y el dominio enfermizo que tiene Rocha padre sobre su hijo (el violador). Hubo un hecho de violencia cuando yo estaba embarazada. En una discusión con Leonardo este me levanto el brazo atacándome. Ante el susto corrí hacia el baño y al tratar de cerrar la puerta el me la abrió y se me tiró para agarrarme. Yo le respondí empujándolo. Me fui del departamento ese día, no hice denuncia alguna porque me pareció (ante mi inexperiencia) que era una pelea fuerte conyugal y que después esto cambiaria. Ese mismo día hablamos y volví a mi casa.”
Por estos días una catarata de sucesos de violadores copa la portada de los principales medios. No es justamente publicidad: la sociedad de la información, mediatizada por la comunicación electrónica se oculta cada vez menos. Entonces el paradigma de una sociedad transparente deja al descubierto la iniquidad. Esto no ocurre por evolución tecnológica. Se necesita de personas comprometidas. Víctimas que saben que el precio de su sufrimiento puede prevenir a otros. Por eso Paula Vega, la mamá de Jazmina, se atreve y dice: “A Leonardo lo detienen un 11 de noviembre de 1998 en el barrio de Villa Urquiza. Yo no tenía conocimiento que andaba por ahí ya que me había dicho que iba a Barrio Norte a encontrarse con un amigo que después salió de testigo en la causa de violación. Desde ese día mi vida no fue la misma y el único motivo por el cual me sostuve fue por mi hija. Por ella tuve que ser fuerte ya que me tocó hacer de madre y padre. Gracias a Dios conté con la ayuda de mis padres y hermanos para que yo pudiera trabajar y mantener a mi hija, y cuando estuve sin trabajo mi padre nos sostuvo a ambas con muchísimo esfuerzo. Estaba embarazada de siete meses cuando lo detienen en noviembre del 98. El juicio fue en noviembre del 2000 y lo condenaron a 15 años. Los primeros tres (cuando estuvo preso), le llevé la nena al penal porque creía en él. Pero a medida de que me di cuenta que estaba con un psicópata y descubrí sus aberrantes mentiras, dejé de llevarla. Tomé distancia y la última vez que lo vi me dijo ‘traéme a la nena sino cuando salga te mato’. Desde ese momento no fui más. Mi hija lo conoce y por eso no quiere saber nada de él, ella sabe perfectamente lo que hizo su padre.”