La serie que expone a redes de trata en el Conurbano
José Campusano, de Quilmes, rodó en zona Sur "Fantasmas de la ruta", que se verá en La TV Pública. "La tendencia es pensar 'mientras no me toquen a mi hija, está todo bien'", dijo a 24CON.
José Celestino Campusano conoce el Conurbano bonaerense mejor que muchos de los intendentes que gobiernan su territorio. “Patea” sus calles a diario, conoce a los personajes que lo habitan y habla su propio lenguaje. Por eso, no teme mostrar sin velos ni filtros la realidad que los atraviesa. Aunque el golpe de verse reflejado en un espejo fílmico a veces les duela. Y mucho.
Con una década de trayectoria, el quilmeño, director y guionista de películas crudas como “Vikingo”, “Vil Romance” – sobre un amor gay ambientado en Ezpeleta - y “Fango” – próxima a estrenarse –, incursiona en el mundo de la televisión con “Fantasmas de la ruta”, una miniserie que aborda el duro conflicto de la trata de personas en la zona Sur, hasta ahora inédito en la pantalla chica de nuestro país.
El amor gay es una tragedia en las calles de Ezpeleta: entrevista a Campusano por “Vil Romance”. ACÁ.
La serie se rodó el invierno pasado, durante dos meses y medio, en las localidades de Ezeiza, Monte Grande, El Jagüel, Tristán Suárez, Florencio Varela y Valentín Alsina. De ahí surgieron 13 capítulos de 26 minutos que verán la luz dentro de poco – se espera la confirmación de la fecha – en La TV Pública.
“Fue un alivio muy grande tener el respaldo de un canal detrás, eso siempre suma, sobre todo por la libertad absoluta que nos dieron para trabajar. El ámbito televisivo no es mi área, pero mantuvimos la sustancia de lo que hacemos en el cine”, comentó Campusano en diálogo con 24CON.
Sucede que el cineasta siempre se enmarcó dentro del círculo independiente con su productora, Cine Bruto, donde el lema que los impulsa es “se filma o se filma”. Incluso, hasta hace poco, Campusano subsistía gracias un negocio de aberturas que tenía en Berazategui. Hoy, con un panorama más alentador para la industria cultural argentina, pudo dejarlo y vivir exclusivamente de su arte.
Esta vez, la producción fue posible gracias a que el proyecto ganó el Concurso de Series de Ficción Para Productoras con Antecedentes, organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y el Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre (SATVD-T), que aportaron parte del financiamiento. “Teniendo plata en la cuenta y pudiendo pagarle a la gente, todo se hace más fácil”, se sinceró el Vikingo, un poco en broma y un poco en serio.
Sin embargo, esto no hizo que cambiara sus mañas y, fiel a su estilo, volvió utilizar el método de “casting áurico”, es decir, no recurrió a actores de profesión. Los papeles son interpretados por habitantes de los barrios, a los que - como él mismo le dijo en otra oportunidad a este medio - “no hay que explicarles nada, porque tienen la realidad de la zona tallada en el alma”. Fueron más de 300 personas – entre personajes, extras y staff - las que se sumaron a la filmación.
“Esa es la forma de trabajar en el estado más puro posible. Las historias se armaron en base a datos biográficos de los vecinos, a través de los cuales pudimos reconstruir la cadena de explotación y los sucesos acontecidos en cada lugar. Fue muy bueno tener tanta devoción de la gente, para aportar tanta información”, aseguró el realizador.
En cuanto al argumento de los capítulos, éstos no sólo se abocarán a mostrar el abuso y esclavización sexual infantil, porque la trata de personas “es un tema que nunca deja de nutrirse de subtramas”, dice. Aunque, a la hora de definir qué rama de la problemática le resultó más dura para explorar, no hizo distinciones: “Todo el sistema de explotación me resulta diabólico. Hay todo un segmento social que consume, que en general es de mediano poder adquisitivo. En vez de exponerse a seducir a menores, eligen esto para tener sexo con ellas, y entran y nutren a la red del delito”, explicó.
“Fantasmas de la ruta” busca visibilizar esta realidad, que para el imaginario de muchos sólo se da en el norte de nuestro país. “Esto pasa incluso en barrios de la Capital. Hay que hacerse cargo de la sociedad en la que vivimos. Por supuesto que este problema no existiría sin connivencia policial y judicial. La tendencia de las autoridades y de todos los hombres es pensar que ‘mientras no me toquen a mi hija, está todo bien’”, reflexionó Campusano.