Experiencia en La Rana
4.00 p.m.: Me encontraba en las inmediaciones de la casa de Zulma Lobato, el flamante intento de Vedette, con el objetivo de recoger información sobre un supuesto intento de secuestro que había sufrido la misma. Zulma no estaba en su casa, por lo cual hablé con algunos vecinos que parecían conocerla muy bien y no sabían nada de ningún secuestro. Posteriormente me dispuse a transcribir los datos más sobresalientes de las charlas en una esquina, frente a una plaza.
En medio de la trascripción, una patrulla se detuvo a metros de mi ubicación. Acto seguido un oficial descendió de la misma y me llamó. Me acerqué. Pidió mi DNI y se lo otorgué. "Debe querer revisarme", pensé. Nada más alejado de la realidad. Cuando intenté sacar mi carnet de periodista y explicarle el objetivo laboral de mi presencia en ese lugar, me interrumpió rápidamente y, sin dejar lugar a respuestas evasivas, me propuso de manera casi imperativa que lo acompañe a hacer una requisa a unas "pocas cuadras".
Culpa de mi lentitud por tener la cabeza en otro lado y del poder de convencimiento del oficial, en cuestión de segundos me encontré en el asiento trasero de la patrulla, con rumbo incierto. A mi lado, un changarín que tampoco tuvo mejor idea que pasar por esa plaza en el momento menos indicado y cuya bicicleta descansaba en la parte trasera de la camioneta policial.
4.30 p.m.: Mientras esperábamos que otras unidades se acerquen a nuestra posición (lo cual me hizo pensar que el procedimiento no era tan sencillo), mi "estirpe periodística" me impulsó a preguntar a los oficiales si sabían de alguna denuncia de intento de secuestro realizada por Zulma Lobato, lo cual negaron sin mucho ímpetu. En tanto, finalizaba con mis trascripciones.
Llegaron los refuerzos y la situación comenzó a ponerse más ríspida. Cuatro patrulleros de la Comisaría Nº 2 de Villa Ballester y un grupo de la DDI de San Isidro emprendieron viaje junto con nosotros. El rostro del changarín empalidecía, al igual que el mío.
Las "pocas cuadras" mencionadas por el oficial nos depositaron en la puerta de una casa de material prefabricado sobre calles de tierra con el número "390" pintado en la pared sin mucho profesionalismo. Le pregunté a mi asustado compañero de aventuras la ubicación exacta del lugar donde nos encontrábamos y sentenció: "Estamos en el medio de La Rana". Miré hacia delante de manera casi instintiva y el oficial sentado en el lugar "del acompañante" sacó a relucir una escopeta y me dijo socarronamente: "Periodista, ahora vas a ver 'Policías en acción'", en referencia con el popular programa de TV. Luego, descendió bruscamente del vehículo, al igual que todos sus colegas de los demás patrulleros, y al grito de "¡al piso, al piso!" redujeron a cuatro individuos que se encontraban en la puerta de la mencionada vivienda.
Si alguno piensa que mi anteriormente mencionada "estirpe periodística" me llevó a tomar mi cámara y filmar o fotografiar los acontecimientos, están muy equivocados. Mi "estirpe periodística" murió ahogada en un profundo temor ante la amenaza de una eventual destrucción, total o parcial, de mi integridad física.
5.00 p.m.: No hace falta mencionar que Zulma Lobato ya no ocupaba lugar alguno en mi mente. Mi teléfono sonaba y mientras intentaba explicar a mi Editor dónde me encontraba y por qué (datos que siquiera yo terminaba de conocer), un oficial me pidió que ingrese a la vivienda. Asimismo, otro obstruyó mi ingreso pero rápidamente me dio paso cuando le confirmaron que "es un testigo". Acto seguido me explicó: "Pensé que eras un periodista". "Soy periodista", respondí para su sorpresa. Dentro de la por demás modesta vivienda se encontraba un solo "civil", esposado, y unos cuatro policías, para mi tranquilidad y la del changarín.
A partir de allí comprendí mi labor en el operativo: Verificar que los policías hagan su trabajo correctamente. Cuando los oficiales comenzaron con el allanamiento en busca de un arma de fuego con la cual alguien había disparado dos balazos a su suegra, para dejarla en grave estado, cual Ave Fénix volvió a surgir mi "estirpe periodística" y me dispuse a averiguar, filmar y fotografiar cuanto pude. Lo cual, para colmo de males, es incomprobable, ya que la tecnología se encargó de jugarme una mala pasada y no dejar de registro alguno de mi trabajo.
Finalmente el operativo fue un fracaso. No se encontró el arma (sólo un casquillo de bala en un sillón que siquiera terminó de llamar poderosamente la atención de los oficiales) y el hombre que buscaban no era el muchacho esposado en el pequeño living.
6.00 p.m.: El mismo patrullero me depositó en la plaza donde me habían recogido. Al changarín lo acercaron hasta la estación Ballester. Zulma Lobato nunca apareció y una sola certeza quedó grabada en mi cabeza: Jamás trabajaré en 'Policías en acción'.
En medio de la trascripción, una patrulla se detuvo a metros de mi ubicación. Acto seguido un oficial descendió de la misma y me llamó. Me acerqué. Pidió mi DNI y se lo otorgué. "Debe querer revisarme", pensé. Nada más alejado de la realidad. Cuando intenté sacar mi carnet de periodista y explicarle el objetivo laboral de mi presencia en ese lugar, me interrumpió rápidamente y, sin dejar lugar a respuestas evasivas, me propuso de manera casi imperativa que lo acompañe a hacer una requisa a unas "pocas cuadras".
Culpa de mi lentitud por tener la cabeza en otro lado y del poder de convencimiento del oficial, en cuestión de segundos me encontré en el asiento trasero de la patrulla, con rumbo incierto. A mi lado, un changarín que tampoco tuvo mejor idea que pasar por esa plaza en el momento menos indicado y cuya bicicleta descansaba en la parte trasera de la camioneta policial.
4.30 p.m.: Mientras esperábamos que otras unidades se acerquen a nuestra posición (lo cual me hizo pensar que el procedimiento no era tan sencillo), mi "estirpe periodística" me impulsó a preguntar a los oficiales si sabían de alguna denuncia de intento de secuestro realizada por Zulma Lobato, lo cual negaron sin mucho ímpetu. En tanto, finalizaba con mis trascripciones.
Llegaron los refuerzos y la situación comenzó a ponerse más ríspida. Cuatro patrulleros de la Comisaría Nº 2 de Villa Ballester y un grupo de la DDI de San Isidro emprendieron viaje junto con nosotros. El rostro del changarín empalidecía, al igual que el mío.
Las "pocas cuadras" mencionadas por el oficial nos depositaron en la puerta de una casa de material prefabricado sobre calles de tierra con el número "390" pintado en la pared sin mucho profesionalismo. Le pregunté a mi asustado compañero de aventuras la ubicación exacta del lugar donde nos encontrábamos y sentenció: "Estamos en el medio de La Rana". Miré hacia delante de manera casi instintiva y el oficial sentado en el lugar "del acompañante" sacó a relucir una escopeta y me dijo socarronamente: "Periodista, ahora vas a ver 'Policías en acción'", en referencia con el popular programa de TV. Luego, descendió bruscamente del vehículo, al igual que todos sus colegas de los demás patrulleros, y al grito de "¡al piso, al piso!" redujeron a cuatro individuos que se encontraban en la puerta de la mencionada vivienda.
Si alguno piensa que mi anteriormente mencionada "estirpe periodística" me llevó a tomar mi cámara y filmar o fotografiar los acontecimientos, están muy equivocados. Mi "estirpe periodística" murió ahogada en un profundo temor ante la amenaza de una eventual destrucción, total o parcial, de mi integridad física.
5.00 p.m.: No hace falta mencionar que Zulma Lobato ya no ocupaba lugar alguno en mi mente. Mi teléfono sonaba y mientras intentaba explicar a mi Editor dónde me encontraba y por qué (datos que siquiera yo terminaba de conocer), un oficial me pidió que ingrese a la vivienda. Asimismo, otro obstruyó mi ingreso pero rápidamente me dio paso cuando le confirmaron que "es un testigo". Acto seguido me explicó: "Pensé que eras un periodista". "Soy periodista", respondí para su sorpresa. Dentro de la por demás modesta vivienda se encontraba un solo "civil", esposado, y unos cuatro policías, para mi tranquilidad y la del changarín.
A partir de allí comprendí mi labor en el operativo: Verificar que los policías hagan su trabajo correctamente. Cuando los oficiales comenzaron con el allanamiento en busca de un arma de fuego con la cual alguien había disparado dos balazos a su suegra, para dejarla en grave estado, cual Ave Fénix volvió a surgir mi "estirpe periodística" y me dispuse a averiguar, filmar y fotografiar cuanto pude. Lo cual, para colmo de males, es incomprobable, ya que la tecnología se encargó de jugarme una mala pasada y no dejar de registro alguno de mi trabajo.
Finalmente el operativo fue un fracaso. No se encontró el arma (sólo un casquillo de bala en un sillón que siquiera terminó de llamar poderosamente la atención de los oficiales) y el hombre que buscaban no era el muchacho esposado en el pequeño living.
6.00 p.m.: El mismo patrullero me depositó en la plaza donde me habían recogido. Al changarín lo acercaron hasta la estación Ballester. Zulma Lobato nunca apareció y una sola certeza quedó grabada en mi cabeza: Jamás trabajaré en 'Policías en acción'.