El Museo Erótico de Buenos Aires quiere abrir sus puertas

 El coleccionista Eduardo Orenstein realizó una investigación sobre la historia sexual del Río de la Plata con miles de documentos, piezas de arte popular y rarezas. Creó un sitio web para difundir el proyecto, pero busca apoyo oficial o privado para tener sede propia

 Al erotismo criollo le sobra ingenio. Hay historietas de tango y porno que vendían los canillitas antes del nacimiento de la Playboy, toneladas de fotos sepia con mujeronas tímidas que, sin saberlo, ya se "instagrameaban" con aire picarón y sin necesidad de filtros ni Photoshop. También hay pósters de la Coca Sarli en japonés, mostrando al "¡Qué pretende usted de mí!" como lengua universal; aparte de artesanías amateur en Barbies de segunda línea intervenidas con tono sado y papeles sobre el tiempo en que el cabaret se pagaba con cospeles. Son las distintas caras que pintan al Museo Erótico de la Ciudad de Buenos Aires, fundado por Eduardo Orenstein, coleccionista y vecino de Flores.

Indagar en estas piezas es ver por el cristal de la sociedad argentina y comprender cómo vive y ha vivido su sexualidad. Así queda expuesto en el caserón de la calle Bacacay, donde está el inventario del Museo. En la actualidad no está abierto al público. Su fundador espera materializar el proyecto y abrir una sede para compartir esta colección con vecinos, turistas y curiosos.

Contó que habló con funcionarios de Cultura porteña y algunos mecenas, pero no hubo éxito. En el mientras tanto, los interesados pueden visitar su página web donde hay un pequeño adelanto de la impronta y el material recolectado. "No quiero que el proyecto muera en un sitio digital, por eso está lo básico", aclara.

Del mismo modo, la búsqueda continúa y robustece este espacio donde están expuestas "las múltiples expresiones de lo sexual y la sensibilidad erótica en una unidad de concepto". "Es una colección privada, me interesaron los límites del hombre, lo no oficial, la historia de la cultura sexual en el Río de la Plata", define Orenstein sobre las motivaciones que iniciaron el proyecto que va del fetichismo y la etnografía hasta diseños de máquinas de sexo y fotogalerías antiguas.

"Apreciar el erotismo es una tarea intelectual, un mecanismo cultural. Como fue tan prohibido y lo sigue siendo, entiendo que a través del erotismo uno puede entrar en una dimensión de lo humano desconocida, hasta mágica. Se trata de cuestiones más allá del psicoanálisis", define el referente del Museo como uno de los puntos fuertes de este proyecto.

Sobresale el énfasis puesto al "erotismo dominguero y popular": "Productos marginales donde la fantasía de los consumidores superaba los afanes industriales". Por caso, Orenstein en el caserón de Bacacay montó una pequeña vitrina con varios elementos de este tópico: muñequitas de plástico, esculturas bizarras, figuras de acción intervenidas, sátiras y parodias eróticas de personajes de historieta y cine que se vendía como hojas sueltas.

"Muchos artistas anónimos sólo se expresaron para exorcizar estos fantasmas casos en los que el Arte, más claramente se manifiesta como una actividad necesaria, casi involuntaria, como una polución", se interesa al respecto fundador del Museo sobre lo que da en llamar "arte bruto", manifestaciones de individuos sin escuela que no obstante dan lugar "al misterio de la creación".

En perspectiva, luego de investigar, recabar documentos, folletos, videos y objetos de arte, Eduardo Orenstein asegura que si bien los tiempos cambiaron, existe una "formalidad" que aún pone a la sociedad bajo tabúes en cuanto al sexo y el erotismo: "Si bien ahora prendés la radio a la tarde y hablan de clítoris o masturbación, hoy sigue habiendo muchos prejuicios. Hay mucha confusión. Por un lado la mujer puede reclamar su derecho al goce, pero tiene que combatir la objetualización de su cuerpo como objeto de consumo". "El límite en la vida sexual es el consentimiento, y la cuestión básica es la libertad a nivel social", reflexiona como idea fuerza.


Por último, y para polemizar sobre la situación en el barrio de Flores, señala: "Estoy a favor con que haya una calle de putas en Bacacay, no para cafiolos. Hay un mito de que es un lugar de desorden y de amoralidad, pero no es así. Hay que protegerlas de abusos por parte de mafias, pero si consienten trabajar, que lo hagan".

En cuanto al futuro del museo, asegura que seguirá en la búsqueda de documentos, información y todo aquello que refiera al erotismo y pornografía a nivel local. "Además, ojalá que alguien lea esta nota y se interese en apoyar el proyecto para abrir las puertas al público", concluye. Así, se podrá disfrutar de este Mueso Erótico en todo su esplendor, una forma novedosa de poner luz sobre aspectos poco visibles en la cultura y el arte del pueblo argentino.


Fuente: diariopopular

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